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Qué se juegan este domingo los venezolanos en las urnas

No se trata solamente de la elección de los 167 diputados de la Asamblea Nacional. Para diferentes sectores, la votación es una especie de plebiscito sobre el desempeño del gobierno Maduro.

Ronal Rodríguez, Juan Camilo Ito*

05 de diciembre de 2015 - 08:45 p. m.
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Este no es un proceso para elegir presidente o cambiar de gobierno. No obstante, la percepción internacional y el propio sentir de los venezolanos parecen indicar lo contrario. El clima electoral hace sentir que el futuro del vecino país está en juego. No se trata solamente de la elección del Poder Legislativo; para diferentes sectores, el 6D se ha convertido en una especie de plebiscito sobre el desempeño del gobierno de Nicolás Maduro.

Lo que se pone sobre la mesa es quién hace las leyes, en un país en donde el gran legislador ha sido el presidente. La Asamblea Nacional así lo ha permitido a través del mecanismo de Ley Habilitante. En los 16 años de Revolución Bolivariana se le han otorgado cinco períodos habilitantes al Ejecutivo: en el primero se expidieron 56 leyes, en el segundo 51, en el tercero 69, en el cuarto 61 y el quinto se encuentra vigente hasta el 31 de diciembre de este año. Los resultados de hoy podrían devolverle el protagonismo legislativo a la Asamblea.

Por primera vez el oficialismo se podría ver obligado a rendir cuentas. Vicepresidente y ministros tendrían que explicar en qué y cómo se han gastado la riqueza de los venezolanos y hacerse responsables de las políticas implementadas durante su gestión. Ninguna de las tres asambleas elegidas desde 1999 le ha hecho control político al chavismo, porque los sectores opositores nunca han contado con la mayoría necesaria para activar ese proceso. Siete son los posibles escenarios, desde los improbables hasta los más probables.

Dos improbables

Que el oficialismo obtenga los 111 escaños que le signifiquen una mayoría calificada. Esto fue posible en 2005, cuando la oposición decidió retirarse de los comicios. El nivel de desgaste del oficialismo complica bastante la materialización de este escenario.

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Igualmente improbable es que la oposición obtenga la mayoría calificada. Pese a la complicada situación de seguridad, la crisis económica y la confrontación política que vive el país, el ventajismo del gobierno en campaña –que incluye la utilización de recursos del Estado– tiene un impacto importante a la hora de convencer a los sectores populares. Esto disminuye la posibilidad de que la oposición logre capitalizar todo el descontento y convertirlo en votos efectivos.

Posibles, pero no probables

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Que el oficialismo conquiste las tres quintas partes de la Asamblea, que le permitirían mantener la lógica de la Ley Habilitante en favor del Ejecutivo. Esto significaría una continuidad en el modus operandi tradicional de los asambleístas del oficialismo, cosa que no ha sido sencilla siempre: en 2010, cuando la oposición regresó al Poder Legislativo, el chavismo tuvo que convencer a algunos parlamentarios de que se adhirieran a su causa para obtener la mayoría que les abriera las puertas de la Ley Habilitante.

Igualmente posible, pero poco probable, es que la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y otras fuerzas opositoras conquisten las tres quintas partes. A pesar de que las encuestas le otorgan una amplia posibilidad de victoria a la oposición, la ingeniería electoral venezolana dificulta el cumplimiento de dichos vaticinios. En la pasada elección la oposición obtuvo el 51,88% de los votos, pero solamente el 40,61% de los escaños. Entre tanto, el gobierno obtuvo el 48,21% de los votos, lo que se tradujo en un 59,39% de los escaños. En este tipo de elecciones no es tan sencillo medir la intención de voto –ni los votos efectivos– dada la existencia de 87 circunscripciones divididas entre uninominales (66) y plurinominales (21) que complejiza la conversión de votos en escaños.

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Los más probables

Que el gobierno obtenga la mayoría absoluta, es decir, 84 escaños. Esto disminuiría sustancialmente su capacidad de maniobra en la Asamblea, pero aun así les permitiría continuar controlándola. Así las cosas, seguirían presidiendo la junta directiva (nombrando al presidente y a los dos vicepresidentes de la Asamblea) y dominar las comisiones. Lo que se tornaría un poco más complicado es el proceso de producción legislativa, y se imposibilitaría la entrega de poderes habilitantes a Nicolás Maduro.

El escenario más probable para la oposición es conquistar por primera vez la mayoría absoluta –los mencionados 84 escaños–. Esto les permitiría impregnar las leyes de la visión opositora, elegir al presidente de la Asamblea y controlar la agenda legislativa. Eso llevaría a que el gobierno pierda la capacidad de convertir en ley su voluntad política. Además, en este escenario podría abrirse la puerta para que la oposición impulse un referendo consultivo desde la Asamblea para relegitimar todos los poderes elegibles en Venezuela. Así lo han expresado algunos partidos políticos de oposición e importantes académicos venezolanos como Antonio De Lisio.

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Aquello implicaría adelantar las elecciones presidenciales, de gobernadores, de alcaldes, de asambleas estatales, concejos municipales e incluso de la Asamblea Nacional. Proceso de relegitimación que ya vivió Venezuela, por otros medios, con las megaelecciones del año 2000, después de la promulgación de la Constitución Política de 1999.

El escenario no descartable

El séptimo escenario es que ninguno de los dos bandos logre la mitad más uno de los escaños. Esto haría que los partidos que no se identifican con ninguno de estos dos polos adquieran un protagonismo inusual. Aquí fuerzas políticas minoritarias podrían convertirse en el gran agente decisor del escenario legislativo.

Estos siete escenarios convergen a su vez en una gran interrogante: la aceptación de los resultados, tanto por parte del gobierno como de la oposición. Esto cobra especial relevancia teniendo en cuenta que ambos sectores se han proclamado como ganadores de forma previa, aduciendo que cualquier resultado distinto constituiría fraude o ameritaría el desconocimiento de los mismos. Si bien el gobierno ha firmado un documento ante el Consejo Nacional Electoral para garantizar la aceptación de la voluntad popular, maneja un discurso ambivalente que señala todo lo contrario.

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Más allá de la participación de organismos internacionales y de algunos observadores, el continente deberá estar atento a lo que suceda. Esto, en aras de propiciar un ambiente que permita evitar episodios de conflictividad y violencia que podrían minar significativamente los avances que se han realizado en el continente en las últimas tres décadas: la paulatina consolidación de sistemas democráticos, que aunque presentan fallas resultan altamente positivos si se los compara con los alcances de las viejas dictaduras en el hemisferio. Y es que hay que tener en cuenta que las dictaduras son como el cáncer: una vez brotan, tienden a hacer metástasis.

Preocupaciones electorales

El gobierno venezolano, a través del ministro de Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino López, advertía el viernes sobre la presencia de un portaaviones de Estados Unidos que estará cerca de aguas venezolanas, cerca de la Guayana Francesa. “Dicen que puede ser algo casual, pero nosotros no creemos en casualidades y menos cerca de las elecciones”, aseguró el ministro Padrino, quien garantizó la seguridad de los comicios. “¿Qué es eso de salir a la calle?, nosotros respondemos al pueblo”, dijo. Horas más tarde, EE.UU. le pidió al gobierno de Venezuela, “garantizar una participación completa en las elecciones”. Otros presidentes latinoamericanos pidieron “garantía del escrutinio”.

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* Investigadores del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario.

Por Ronal Rodríguez, Juan Camilo Ito*

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