El magistrado Luiz Fux, conocido por su intransigencia frente a la corrupción, asumió la presidencia de la Corte Suprema de Brasil este jueves y se comprometió a defender y hacer respetar la Constitución en favor del conjunto de la sociedad. “No mediremos esfuerzos en el combate a la corrupción que todavía circula en forma sombría en nuestro país ni admitiremos retrocesos en el combate al crimen organizado y el lavado de dinero”, declaró Fux al asumir el cargo.
Subrayó además que no permitirá “que se obstruyan los avances de los últimos años en operaciones de combate anticorrupción que han sido autorizadas por el Poder Judicial” y en ese marco citó a la Lava Jato, que destapó vastas tramas ilegales en el país y que ahora mismo es objeto de críticas de la Fiscalía General.
En su discurso, Fux también anunció su intención de crear un Observatorio Nacional de Derechos Humanos en el ámbito del Consejo Nacional de Justicia y avanzar hacia la digitalización de todos los servicios judiciales.
Reconoció además que asume la presidencia del Tribunal Supremo en un “momento dramático de la vida nacional”, marcado por la pandemia de coronavirus, que ya ha dejado unos 128.000 muertos y más de 4,2 millones de casos en el país, y afirmó que “los corruptos de ayer y de hoy son responsables de que falten camas en los hospitales”.
Se comprometió asimismo a promover relaciones “armónicas entre todos los poderes”, que en los últimos meses han estado en conflicto en varias ocasiones, por roces entre el Supremo, el Legislativo y el Ejecutivo que preside el ultraderechista Jair Bolsonaro.
Fux ejercerá durante los próximos dos años la presidencia de la corte, en la que sucede al magistrado José Antonio Dias Toffoli por un tradicional sistema rotativo entre sus once miembros.
A la ceremonia, con invitados limitados por causa de la pandemia de coronavirus, asistieron el presidente Bolsonaro y los jefes de las cámaras legislativas, así como representantes de la Fiscalía General y otros organismos del Estado.
Un juez técnico, músico y experto en artes marciales
Fux, de 67 años, tiene un perfil eminentemente técnico, aunque es considerado un juez de “línea dura” sobre todo en lo que atañe a la corrupción, que en los últimos años es lo que más trabajo le ha dado a una corte constitucional, responsable por juzgar a políticos aforados.
El nuevo presidente de la Corte Suprema no integra el grupo de magistrados considerados más garantistas y ha sido uno de los más entusiastas defensores de la operación anticorrupción Lava Jato, que desde 2014 destapó vastas corruptelas y envío a prisión a decenas de empresarios y políticos.
Descendiente de rumanos, será el primer presidente de ascendencia judía que tenga el Supremo de Brasil, al que llegó en 2014, sugerido por la entonces mandataria Dilma Rousseff, hija de un búlgaro.
Nacido en Río de Janeiro, el magistrado cursó todos sus estudios en instituciones públicas y, tras pasar por todas las instancias de las cortes fluminenses, fue nombrado miembro del Superior Tribunal de Justicia en 2001.
También presidió el Tribunal Superior Electoral en 2018, cuando se celebraron las últimas presidenciales, que llevaron al poder al ultraderechista Jair Bolsonaro.
Más allá de su actividad profesional, Fux es cinturón negro en jiu-jitsu, un arte marcial de origen japonés muy popular en Brasil, apasionado por la música popular y el rock, y en varias ceremonias públicas se le ha visto empuñar su guitarra.