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¿Resistir o coexistir? Los demócratas reconsideran su dinámica con Trump

En conjunto, está surgiendo un acto de equilibrio nuevo y complicado entre los demócratas, a medida que los funcionarios electos de todo el partido intentan demostrar que escucharon las exigencias de cambio por parte del electorado, al tiempo que intentan decidir en qué medida oponerse a Trump y cómo hablar de él.

Katie Glueck | The New York Times

20 de enero de 2025 - 11:11 a. m.
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, pronunció un discurso a sus seguidores en el estadio Capital One Arena de Washington.
Foto: EFE - Angel Colmenares
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Durante gran parte de la última década, la política demócrata ha girado en torno a la oposición a Donald Trump, pero mientras el mandatario se prepara para volver a la Casa Blanca el lunes, algunos demócratas están explorando un enfoque diferente: intentos cuidadosamente calibrados de convivencia.

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En algunos de los bastiones más liberales de la nación, alcaldes y funcionarios estatales hacen hincapié en los problemas de calidad de vida en sus regiones, e insisten en que quieren trabajar con el gobierno entrante.

En el Capitolio, decenas de demócratas votaron igual que los republicanos para adoptar una estrategia más firme respecto a algunos inmigrantes que viven en el país sin permiso legal, y algunos senadores demócratas publicaron un video en el que declaraban: “No estamos aquí por estar en contra de quién estamos”.

Además, gobernadores demócratas destacados están resaltando áreas de posible acuerdo, al tiempo que señalan los límites políticos que no están dispuestos a cruzar. Como dijo el miércoles en un discurso la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer: “No buscaré peleas. Pero tampoco me echaré atrás cuando se presenten”.

“Mi trabajo consiste en intentar colaborar y encontrar un terreno común siempre que pueda”, declaró Whitmer en una entrevista tras exponer su enfoque respecto a Trump en un discurso en el Salón del Automóvil de Detroit. “Habrá momentos en los que no podamos, y tendré que estar del otro lado, pero no voy a partir de esa mentalidad”.

“La gente está agotada”, añadió Whitmer, destacada demócrata de uno de los estados pendulares más cruciales del país, un lugar en el que, según señaló la gobernadora, ella y Trump han ganado ya dos veces. “Quieren líderes que puedan resolver problemas y mejorar sus vidas”.

En conjunto, está surgiendo un acto de equilibrio nuevo y complicado entre los demócratas, a medida que los funcionarios electos de todo el partido intentan demostrar que escucharon las exigencias de cambio por parte del electorado, al tiempo que intentan decidir en qué medida oponerse a Trump y cómo hablar de él, si es que lo hacen.

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Por su tono y énfasis, este método se aleja mucho del espíritu de resistencia beligerante que ha caracterizado gran parte de la política demócrata en los últimos ocho años.

En parte, es un reconocimiento de la realidad política: los republicanos van a controlar todas las palancas del poder en Washington, y los funcionarios demócratas de todo el país necesitarán el apoyo del gobierno federal.

También refleja cómo el fervor anti-Trump que se manifestó en protestas masivas y dio forma a la cultura popular ha dado paso a una desilusión política y al agotamiento en los círculos de izquierda, al menos por ahora.

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Y aunque Trump perdió el voto popular en 2016, algunos intentan aceptar el hecho de que lo ganó por un margen estrecho en noviembre, en parte gracias a que atrajo a algunos de los electores tradicionales de los demócratas. El mes pasado, una encuesta de Gallup reveló que más estadounidenses aprobaban la gestión de la transición por parte de Trump ahora que en la misma época hace ocho años, aunque esas cifras seguían estando muy por debajo de las de otros presidentes electos recientes.

“Al ganar por segunda vez y al ganar el voto popular, Trump tiene mayor legitimidad ahora que en 2016”, comentó Miro Weinberger, quien durante el primer mandato de Trump fue alcalde de Burlington en Vermont, un estado famoso por sus políticas progresistas donde los republicanos obtuvieron victorias sorprendentes en otoño. “Eso está provocando una reflexión más profunda, esta vez sobre las formas en que está fallando la gobernanza demócrata”.

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Por supuesto, los demócratas subrayaron en entrevistas que Trump, quien será el primer delincuente en ocupar la presidencia y a cuya candidatura a la reelección se opusieron algunos de sus colaboradores más cercanos en su mandato anterior, aún no ha tomado posesión del cargo.

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Una vez que lo haga, las políticas que instauren él y el Congreso republicano podrían provocar el tipo de reacción negativa generalizada que impulsó a los demócratas a conseguir muchas de sus victorias en los últimos ocho años y crear presiones nuevas para que los demócratas electos se opongan a él siempre que sea posible.

Los periodos de luna de miel nunca duran mucho y el de Trump (un líder excepcionalmente polarizador en un país muy dividido) podría durar aún menos.

Una serie de funcionarios estatales demócratas y grupos de defensa también está llevando a cabo esfuerzos para frenar a Trump, especialmente en los estados demócratas, mientras que los miembros del partido en zonas más conservadoras también han advertido que no se deben sobrestimar los resultados electorales.

“Mi conclusión es que no hay un mandato claro y que la gente del este de Carolina del Norte, en particular, quiere que vayamos a Washington D. C. y trabajemos para ellos”, afirmó el representante demócrata por Carolina del Norte, Don Davis, quien ganó en un distrito que también apoyó a Trump.

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Los legisladores argumentan que la energía demócrata en general no estará inactiva, sobre todo si los republicanos amenazan la red de seguridad social o atacan el derecho al aborto. Las medidas represivas de gran alcance contra los inmigrantes que propuso Trump también tienen el potencial de crear escenas desgarradoras con reacciones políticas impredecibles.

Las fisuras y dilemas en torno a cómo llevar eso a cabo ya están saliendo a la luz, sobre todo en materia de inmigración.

La semana pasada, con el apoyo de los republicanos y de casi 50 demócratas, la Cámara de Representantes aprobó un proyecto de ley destinado a deportar a los inmigrantes sin estatus legal acusados de delitos no violentos.

El representante demócrata de Florida Maxwell Frost, que se opuso a esa medida, dijo que le preocupaba que algunos en su partido estuvieran malinterpretando las lecciones de la candidatura a la reelección de Trump, la cual incluía la promesa de realizar deportaciones masivas.

“En las primeras elecciones, todo el mundo pensó que había sido un golpe de suerte y que, pues, no era realmente lo que quería el pueblo estadounidense”, mencionó Frost. “Esta vez, a muchos demócratas les preocupa que no haya sido un golpe de suerte y que esto sea lo que la gente quiere: las partes más extremas de su agenda”.

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Frost advirtió que esa interpretación es peligrosa, pues argumentó que muchos estadounidenses simplemente votaron por Trump “porque fue capaz en la práctica de hacer de esto un referéndum sobre cómo se siente la gente respecto a la economía”.

Pero Frost, que también describió los retos de comunicación que enfrenta su partido, insistió en que no estaría en Washington “solo para resistirse”.

“Sí, nos opondremos y rechazaremos partes de su agenda con las que no estamos de acuerdo, claro que sí”, sostuvo. Pero añadió que también buscaría ámbitos de posible cooperación con los republicanos, aunque se mostró escéptico sobre cuánta negociación de buena fe estarían dispuestos a hacer los republicanos.

“Claro que mantengo la mente abierta, pero la gente no puede culparme por sentarme a la mesa con una ceja levantada”, reconoció. “Eso no significa que no esté allí para trabajar”.

El representante demócrata por Nueva York, Pat Ryan, que representa a un distrito más competitivo, de cierto modo ha planteado un enfoque similar hacia Trump.

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Se ofreció a viajar a Mar-a-Lago, la casa y club privado de Trump en Florida, para negociar la eliminación del tope de deducción fiscal estatal y local. Y dijo en una entrevista que trabajaría con cualquiera, incluido Trump, para “hacer mi comunidad más asequible, más segura y más libre”.

“Si él hace algo en contra de esos objetivos, lucharé hasta el fin del mundo”, prometió Ryan.

Pero no hay que llamarle a eso resistencia.

“No creo que nadie en el mundo real lo piense de ese modo”, concluyó. “Piensan en sus vidas. Piensan en poner comida en la mesa, un techo sobre sus hombros. No quieren oír consignas”.

El alcalde de Burlington, Miro Weinberger, en el exterior del ayuntamiento de Burlington, Vermont, el 4 de octubre de 2022.

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Por Katie Glueck | The New York Times

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