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Sacar a Bolsonaro del poder no será suficiente para tener otro Brasil

Cuando fue elegido presidente en 2018, Jair Bolsonaro arrastró una lista de políticos alineados con su forma y su visión a todo Brasil. Que él pierda las próximas elecciones no significa que su movimiento esté sepultado.

16 de junio de 2022 - 11:27 p. m.
Vista de murales en contra del presidente Jair Bolsonaro en Sao Paulo (Brasil).
Vista de murales en contra del presidente Jair Bolsonaro en Sao Paulo (Brasil).
Foto: EFE - Fernando Bizerra

Apenas es junio y ya se puede sentir la pesadez con la que se vivirá la contienda electoral en Brasil. El enfrentamiento es entre dos países muy distintos: uno excluyente y otro que busca más integración de la población. Mientras el presidente, Jair Bolsonaro, alimenta la discordia planteando dudas sobre la transparencia del sistema electoral, hay quienes mantienen una fuerte movilización para sostener la ventaja que presenta en las encuestas el candidato y expresidente Luis Inácio Lula da Silva. Salir a las calles es una necesidad para los opositores al mandatario ultraderechista y todo lo que él representa.

Bruna Benevides, activista de la Asociación Nacional de Travestis y Transexuales (ANTRA), habló con El Espectador sobre la necesidad de una mayor participación de la sociedad civil en las discusiones políticas de cara a las elecciones presidenciales en Brasil que se celebrarán en octubre. Benevides, invitada especial al Foro Interamericano contra la Discriminación organizado por Raza e Igualdad, enfatizó en que hay que luchar contra el silenciamiento de los defensores de derechos humanos.

Usted es de Río de Janeiro, para muchas personas una ciudad muy cálida y cuyos problemas pasan a un segundo plano por el ambiente festivo que enmarca el carnaval. ¿Cuál es el panorama para la ciudad hoy?

Río es maravillosa, pero es preocupante que sea el lugar donde más se encuentra la organización y el eje bolsonarista. El bolsonarismo es una ideología que tiene a Bolsonaro como el líder y todas las personas tienen que seguir lo que él piensa y dice. Río es una contradicción porque es conocida como una ciudad de carnaval, de fútbol, de alegría, pero también tiene en su gobierno un fascista. Tenemos a Claudio Castro, por ejemplo. Entonces sacar a Bolsonaro del poder no será suficiente. Es un movimiento, pero tenemos que hacer mucha más fuerza y organización para que los otros políticos en otras esferas estatales y municipales salgan también del poder.

Decían que São Paulo era el bastión de Bolsonaro...

También. Cuando Bolsonaro fue elegido en 2018, trajo consigo una lista de políticos alineados con su forma y su visión, una política antiderechos humanos, contra la comunidad LGBTiQ+, contra la protección de las personas indígenas, así como una política racista. En 2018 se eligieron muchos ‘bolsonaros’ en varios niveles del Estado. Esto es muy importante porque sacarlos del poder requiere una organización y una fuerza más larga en términos de tiempo. No creemos que sacar a Bolsonaro solucione los problemas de Brasil, pero es una respuesta a todo lo malo que él representa. La política exterior de Bolsonaro, por ejemplo, es un desastre. Brasil era una referencia mundial, ya no lo es...

Celso Amorim, excanciller de Lula da Silva, decía eso, que Brasil era muy relevante en el campo diplomático, y ese liderazgo se ha perdido...

Totalmente. El ejemplo se perdió. Y no solo este liderazgo. Bolsonaro se ha aproximado más a países que violan los derechos de las mujeres, de la comunidad LGBTiQ+, como los árabes, como Polonia, aquellos que el mundo reconoce que tienen una posición que no debería ser compartida en pleno 2022 como política de gobierno.

¿Cree entonces que habrá una respuesta en estas elecciones a Bolsonaro? Es decir, que Lula puede ganar la presidencia...

Sí. En este momento estamos trabajando desde la sociedad civil y se han realizado muchas movilizaciones desde distintos sectores, como la comunidad LGBTiQ+. Y por eso participamos de eventos internacionales para que la población vea que las personas activistas se están moviendo y están denunciando la situación a la vez que llaman a la comunidad internacional a mirar a Brasil, pues en este momento necesitamos apoyo del exterior, sobre todo de la región. Esto tiene un efecto, así como lo tuvo la llegada de Bolsonaro y otros autoritarismos. Cuando se eligió uno, esto tuvo un efecto cascada y se eligió otro y otro. Ahora, eso está cambiando. En Europa se puede pensar que hay un cambio y en Latinoamérica también que se movilizan para elegir gobiernos más progresistas. Ahora, no creo que Lula sea la respuesta a todos los problemas que tenemos. Pero tengo plena seguridad de que él es el camino para reconquistar el camino para todas las personas.

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Sobre esa presencia de activistas en el exterior pienso también en lo que se puede hacer desde la cultura. No sé si ha escuchado a un artista brasilero que se llama Pabllo Vittar, quien estuvo recientemente en Colombia. He visto pocos artistas de Brasil darse a conocer en la región. ¿Cree que a través de la cultura también se pueden llevar estas banderas del cambio y la protección de los derechos humanos para la comunidad LGBTQ+?

Claro, Pablito Vittar. Es la nueva reina del mundo (risas). Anitta y Pablo Vittar. La cultura puede ser otra forma de hacer política. Yo hago política e inmediatamente las personas piensan que es la política institucional clásica. Pero no. Hay muchas maneras de hacer política. Esto que hacemos ahora es política, hablar. Entonces, la música, las telenovelas, todo puede causar una resonancia política. Cuando algunas personas no se quieren aproximar a la política más cuadrada, es decir, esa política de estado e institucional, la cultura siempre puede cumplir ese papel muy bien. En Brasil tenemos ahora más representación cultural en el mundo que antes. Pabllo Vittar es más famosa que Ru Paul, tiene más seguidores y es un fenómeno. Sin embargo, no es un fenómeno por sí, es un fenómeno que nació de la lucha que se tiene de al menos 40 años organizada en Brasil en el marco del movimiento LGBTIQ+. En la misma medida, Pablo y Anitta no están despolitizados. Se posicionan públicamente gracias a estos movimientos. Elles son personas que se constituyen en un movimiento propicio de resistencia sólida. Nosotres les decimos a estas personas vayan, acá les estaremos apoyando. Esto es importante también para la región porque puede envalentonar a otras personas a salir del closet de la política.

Es una frase interesante esa de “salir del closet de la política”. Pienso que es una invitación a no ser un espectador, sino a participar activamente de las discusiones. ¿Cómo está el activismo ahora en Brasil?

La situación es terrible. Los casos de violencia aumentaron mucho y hubo desinversión en las políticas para la población LGBTIQ+. Todos los que están en el gobierno asumen una postura anti-LGBTIQ+. Esto en el diario vivir empodera a las personas para ultrajar nuestros derechos, a violar nuestros cuerpos y nuestras vidas. Es un periodo muy preocupante. Sin embargo, la lucha sigue y continuamos buscando formas de sobrevivir en este periodo oscuro. Puedo asegurar algo, los cargos políticos pasan. Todo pasa. Los movimientos sociales no. Ahora, lo que tenemos que hacer es construir es estrategias para sacar esas ideologías enfermizas y entablar un diálogo con quienes creemos que pueden ayudar a construir una democracia diversa que tenga la cara de las personas. No solo una cara física, sino la inserción de personas negras, indígenas y LGBTIQ+ para que las políticas institucionales nos hagan visibles en todos los lugares. Necesitamos libertad y vida.

El gran problema en estos años es que Bolsonaro ha hecho todo para extinguir los consejos de participación popular, los cuales son mixtos para ofrecerle a la gente la oportunidad de participar en la política. Él odia las organizaciones civiles porque sabe que tienen la posibilidad de derribarlo. Porque ya no somos por aparte las mujeres, las personas negras, indígenas y LGBTIQ+. Ahora somos una gran masa compuesta por todos estos sectores, fortalecida no para elegir a Lula, sino que se queda como un proyecto para Brasil, para que cada persona entienda que hay una lucha compartida. Ya no tenemos miedo porque sé que no estoy sola.

Me quedo con algo que mencionó hace un rato, que “Lula no es la respuesta a todo”. ¿En qué ayudará su elección entonces?

Primero, garantizaría la representación de todos los grupos sociales y los grupos populares en sus decisiones. Segundo, revocaría los decretos de Bolsonaro como la reforma de trabajo, la flexibilización del acceso a armamentos, así como aquellas políticas que le quitaron derechos a los indígenas sobre sus tierras. Hay una escritora, Carolina María de Jesús, que decía que los gobernantes deberían ser personas que pasaron hambre, pues saben cómo pensar soluciones para esas cuestiones. Ese es un mantra de mi vida. Ese sería el arranque del cambio.

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Me llama la atención lo interesados que están en Brasil por las elecciones de Colombia. ¿A qué se debe ese interés?

Esta vez tenemos un chance de volver a una democracia o al menos a un estado que garantice la representación y el diálogo con la sociedad civil. Una cosa que percibimos es que cuando un político de extremaderecha está en el poder, los canales de diálogo se cierran. El fortalecimiento de la propia democracia en la región depende de los resultados de las elecciones de 2022, pensando en Colombia y Brasil y en que no se quieren más gobiernos autoritarios, anticiencia, negacionistas y que, sobre todo, sigan violando derechos humanos, una práctica muy recurrente por parte de los grupos con una visión de extremaderecha. En Brasil hay una agenda que no es amena con la comunidad LGBTQ+. Las personas organizadas que sufrimos la represión del Estado, por acción u omisión, estaremos dialogando con el estado para continuar buscando justicia.

Ahora que tocamos el tema de Colombia, ¿qué piensa de la figura de Francia Márquez?

Que nosotros necesitamos una Francia Márquez. Así como Lula, ella puede ser un camino. Representa el sueño de las luchas populares, de tener una persona que efectivamente entiende las necesidades de la población. Lula debería tener alguien así. Sin embargo, su elección de fórmula fue Gerardo Alckim, un liberal que había luchado contra él. No estamos conformes con él, pues representa una política contra los derechos de los trabajadores. La aproximación fue para ganar el apoyo de bancarios, empresarios y otros sectores de derecha que no están con Bolsonaro. Bueno, para vencer a Bolsonaro está bien, pero no para el Brasil que queremos. Lula sabe de nuestras críticas.

¿No hay una Francia sonando en Brasil?

Puede ser Sonia Guajajara, una mujer indígena que, según mi concepto personal, podría ser la presidenta de Brasil. Hay muchas mujeres negras disputando gobernaciones y otros cargos públicos.

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