¿Se convirtió Seattle en una ciudad en guerra? No. Sin embargo, así lo ha querido mostrar el presidente Donald Trump, quien señaló en su cuenta de Twitter este jueves que Seattle ha sido capturada por “horribles anarquistas” y “terroristas domésticos” que se han apoderado del control. Pero ¿qué lo llevó a decir eso?
Un grupo de manifestantes en Seattle llegó hasta la zona de Capitol Hill el pasado lunes en la mañana para protestar contra la policía, el abuso policial y el racismo estructural que se desarrolla actualmente en el país. Hasta ahí nada parece diferente a lo que ha sucedido en otras ciudades del país. Pero lo llamativo fue lo que vino después. Los manifestantes colgaron un aviso en la pancarta de la estación de policía que dice: “Este espacio ahora es propiedad de las personas de Seattle”. De manera pacífica, los manifestantes empujaron a los oficiales del Departamento de Policía de la ciudad fuera de su propio edificio.
Desde el martes, Capitol Hill ahora se conoce como la “Zona Autónoma de Capitol Hill”, un espacio de varios bloques de casas en donde los manifestantes montaron una cooperativa “Sin Policía” en la que, además de compartir pasabocas gratis, hay un debate político importante. Los manifestantes han presentado una lista de demandas al gobierno local dentro de las que se incluyen la abolición del Departamento de Policía de Seattle, la prohibición de la fuerza armada, el retiro de oficiales de las escuelas y la reparación de las víctimas de la brutalidad policial.
La Alcaldía de Seattle y la Gobernación de Washington han tratado de abordar el problema con mesura y a través del diálogo. No se ha presentado violencia hasta el momento. Los dueños de los comercios aledaños a la zona están divididos. Algunos manifiestan un poco de preocupación por la situación, pero otros han advertido que todo se trata de un movimiento pacífico, con charlas y discusiones políticas sobre la situación que vive el país en la actualidad. Kate VanPetten, quien trabaja en una cafetería cercana al lugar donde se han levantado barricadas, le dijo a una cadena local afiliada a CNN que incluso su negocio estaba apoyando a los manifestantes. “Les hemos preparado café gratis y hemos hecho lo posible para apoyarlos”, dijo.
Pero Trump ve todo esto como un acto subversivo, y luego de asegurar que los manifestantes son en realidad “terroristas locales”, el mandatario arremetió contra las autoridades locales. Especialmente contra la alcaldesa de la ciudad, Jenny Durkan.
“Recuperen su ciudad ahora. Si no lo hacen, lo haré yo”, advirtió el mandatario en un tuit. “Este no es un juego. Estos horribles anarquistas tienen que ser detenidos. Inmediatamente. Muévanse rápido”, agregó.
Los comentarios del presidente llevaron a que el gobernador del estado de Washington, Jay Inslee, intermediara en la disputa. Pero en lugar de ponerse del lado del discurso belicista de Trump, Inslee arremetió contra el presidente.
“Un hombre que es totalmente incapaz de gobernar debe mantenerse al margen de los asuntos del estado de Washington. Deje de tuitear”, escribió Inslee. “Háganos sentir más seguros, regrese a su búnker”, agregó por su parte Durkan, haciendo referencia al lugar en donde habrían llevado a Trump por seguridad durante una manifestación en la capital a comienzos de junio.
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¿Y ahora qué?
La postura del presidente es clara: hay que reprimir las manifestaciones ya. Las autoridades de Seattle, por otro lado, continúan trabajando por entablar un diálogo con los manifestantes. Y hay que recordar que el movimiento hasta ahora continúa siendo pacífico.
“Lo que ha surgido es un experimento en la vida sin la policía: parte festival callejero, parte comuna. Cientos se han reunido para escuchar discursos, poesía y música. El martes por la noche, docenas de personas se sentaron en medio de una intersección para ver "13", la película de Ava DuVernay sobre el impacto del sistema de justicia penal en los afroamericanos. El miércoles, los niños hicieron dibujos de tiza en la calle”, sugiere Mike Baker, corresponsal de The New York Times en la zona.
Pero con el paso de los días en esta nueva zona independiente de la ciudad se van acumulando los interrogantes. ¿Quién lidera el movimiento? ¿Cuál es la autonomía que reclaman? ¿Cuánto tiempo durará la policía acorralada? ¿Funcionará este ejercicio? ¿Cederá la alcaldesa?
No hay conocimiento de un líder claro aquí. Mientras tanto, la Alcaldía se va preparando para que las manifestaciones persistan y ha dirigido todos sus esfuerzos porque la situación no se torne violenta.
Para John Moore, uno de los manifestantes entrevistado por The New York Times, este ejercicio podría funcionar, y espera que la “Zona Autónoma sin policía” sea finalmente reconocida más adelante. “Estamos tratando de demostrar a través de la acción y la práctica que no los necesitamos y que podemos satisfacer las necesidades de la comunidad sin ellos”, dijo. Otros temen que lo que comenzó como una manifestación contra el abuso policial y el racismo se nuble y así la agenda se llene de tantos asuntos que pierda su norte, pues de a poco van apareciendo arengas sobre problemáticas diferentes como la desigualdad de clases, por ejemplo.
“Deberíamos centrarnos en esto primero”, dijo Moe'Neyah Dene Holland, de 19 años, activista de Black Lives Matter a The New York Times.
Entre tanto, algunos medios comienzan a comparar el movimiento surgido en Seattle con otros a lo largo de la historia del país, como el de Occupy en Nueva York en 2011 o el de las tribus nativo-americanas en Fort Lawton en 1970 y el de los activistas latinos que ocuparon la escuela de Bacon Hill en 1972. Todos han conducido de alguna manera u otra a un cambio.
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