En toda la historia del choque entre Donald Trump y Gustavo Petro hubo muchos protagonistas, empezando por el escuadrón que trabajó para solucionar el asunto del lado colombiano, encabezado por el canciller saliente Luis Gilberto Murillo; la entrante, Laura Sarabia; el vicecanciller Jorge Rojas; el embajador en Washington, Daniel García-Peña; y el ministro de Comercio, Luis Carlos Reyes.
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En la otra esquina estaban el presidente Donald Trump, quien disparó las medidas más contundentes contra el país (aunque reculó); el secretario de Estado, Marco Rubio, que autorizó las sanciones a visas de funcionarios colombianos, sus familias y aliados (como señala el comunicado del Departamento de Estado); Mauricio Claver-Carone, enviado especial del Departamento de Estado para América Latina; y Richard Grenell, designado por Trump para los asuntos relacionados con Venezuela.
Sin embargo, desde la Embajada en Bogotá no hubo aparentemente un mayor protagonismo, y el nombre de Francisco Palmieri, quien venía actuando como embajador encargado desde 2022 —tras la salida del último embajador, Philip Goldberg—, solo tomó fuerza el lunes, cuando se supo que habría sido removido por la administración Trump de su cargo. No obstante, según informó el periodista Daniel Coronell, quien obtuvo la primicia, la remoción fue previa al caos del domingo, remontándose al viernes pasado, cuando se habría ordenado la remoción.
Ante este panorama, cabe la pregunta: ¿pudo haber sido menor la crisis con un embajador de cabecera en Bogotá? “La raíz de esta crisis no es que el gobierno colombiano no tenga un interlocutor, sino que el presidente tomó la decisión de tramitar absolutamente todo a través de X en su red social y mediante publicaciones en las que no solo no habló con miembros del gobierno estadounidense, sino que ni siquiera conversó con miembros de su propio gobierno”, explica Sandra Borda, analista y docente de la Universidad. También recuerda las palabras del embajador García-Peña, quien confirmó en medios de comunicación que la decisión de rechazar los aviones una vez ya venían volando no fue consultada con él.
Vale la pena resaltar que el lunes el gobierno colombiano informó que alrededor de las 2:30 p. m. partiría el primer avión colombiano hacia San Diego, California, para repatriar deportados después de los acuerdos intergubernamentales. Por tanto, es de esperarse que, en aras de los compromisos adquiridos por la administración Trump, pronto se reanuden las gestiones de visados en el país, suspendidas hasta que ese primer vuelo se complete con éxito.
Retomando las negociaciones exprés del domingo, el hecho de que Palmieri no haya tenido un rol en todo lo negociado no le resta importancia a su papel en Colombia. Según Kevin Whitaker, embajador de Washington en Bogotá entre 2014 y 2019 (quien cubrió por lo menos la mitad del primer gobierno de Donald Trump), Francisco Palmieri es una persona que conoce en profundidad la relevancia de Colombia para Estados Unidos.
“Palmieri es un diplomático experimentado y con el criterio necesario para representar a los EE. UU. La verdad es que la crisis estalló fuera de los canales diplomáticos, y una vez que actuaron los diplomáticos, se logró un aparente acuerdo”, explica Whitaker. Para el diplomático en retiro, tampoco habría hecho mayor diferencia un embajador nombrado en propiedad.
En su cuenta de X, Gustavo Petro recalcó lo que pudo trabajar durante su gobierno con Palmieri: “Pudimos fluir en muchas materias y conté con su apoyo y el apoyo de Biden en temas como la lucha contra la crisis climática y la ofensiva en la incautación de grandes cargamentos de drogas”.
Ahora que Palmieri no estaría más, Brendan O’Brien, quien también está en la oficina de negocios en la Embajada en Bogotá desde 2022, sería el siguiente en la línea de sucesión para actuar como embajador encargado. Sin embargo, según Daniel Coronell en W Radio, llegará para reemplazar formalmente a Palmieri John McNamara, quien ya fue consejero en la embajada en Bogotá en tiempos del presidente Barack Obama y venía actuando como cónsul en Curazao recientemente. Como dato adicional, el nombre de Francisco Palmieri ya no aparece en la página del Departamento de Estado. La Embajada en Bogotá aún no se ha pronunciado oficialmente sobre la supuesta salida de Palmieri ni quién quedaría a cargo.
Si los planes de Trump no han cambiado a raíz de todo lo que pasó el domingo, lo más probable es que Daniel L. Newlin se presente ante el Congreso de Estados Unidos para ser validado como embajador en Colombia. Se trata de un abogado, empresario en Florida y exfuncionario de una oficina de policía en Orange, Florida.
“No es un diplomático de carrera, y ciertamente es una persona que llega a la campaña como contribuyente de la misma y es un aliado político cercano del nuevo presidente. Eso tiene una ventaja: no habrá cortocircuitos porque el canal de comunicación es directo con él, con el secretario de Estado y con Marco Rubio. Luego, lo que esa persona haga o deje de hacer aquí en Colombia será directamente la voluntad del gobierno de Estados Unidos”, comenta Borda.
La designación de Newlin fue comentada en su momento porque tenía negocios en Colombia, lo que a la luz de la Convención de Viena le podría generar un impedimento. Sin embargo, la firma en cuestión, Dan Newlin Injury Attorney SAS, matriculada en 2022, no renovó su licencia mercantil para este año y se encuentra actualmente en liquidación.
¿Cómo leer la señal de que no se trate de un diplomático de carrera? Palmieri, McNamara, Goldberg y el mismo Whitaker son o han sido funcionarios de carrera. Sin embargo, este último le resta importancia a este detalle, comentando que aproximadamente el 40 % de los embajadores de Estados Unidos son cuotas políticas. “Esta vez le toca a Colombia”, simplifica.
Esto es común incluso en el sistema diplomático colombiano: Alfonso Prada (Francia), León Freddy Muñoz (Nicaragua), Ana Milena Muñoz de Gaviria (Egipto), Catalina Velasco (irá a Dinamarca) y Camilo Romero (Argentina) no son diplomáticos de carrera y, sin embargo, ejercen en representación de Colombia.
No obstante, la profesora Borda destaca sobre el nombramiento de Newlin el hecho de que, en efecto, fue el primero que hizo Trump para la región de América Latina. “Es una señal poderosa”, afirma.
Esto puede reforzar la idea del valor que tiene la relación con Colombia para Estados Unidos a pesar del precedente sentado el domingo. Aun con el empeño de todos los funcionarios que rodean a los presidentes para lograr un acuerdo que previniera una brecha más grande, todavía es mucho lo que está en riesgo. Para Whitaker, lo que se ha conseguido en las últimas dos décadas en la relación bilateral es significativo. “Me da pena ver conflictos así. Ojalá que las cabezas frías dominen. La madurez y el enfoque estratégico son lo que necesitamos”, añade.
Borda, por su parte, remarca que, por lo menos de inicio, dos objetivos no se lograron: mejorar las condiciones de deportación de los migrantes y términos positivos de relacionamiento con el nuevo gobierno en Estados Unidos.
“En ambos aspectos, quedamos en escenarios peores que los que teníamos cuando comenzó todo esto. No hemos logrado que existan mejores condiciones ni un mayor respeto por la dignidad humana en el proceso de deportación de los migrantes. Ciertamente, creo que la forma en la que se estableció esta primera conversación con Estados Unidos deja a Colombia en una posición muy deteriorada a nivel internacional y con una cierta sensación de debilidad”, explica.
Hay que decir, además, que las denuncias por maltrato en estos vuelos no son nuevas, ni los vuelos son una nueva estrategia. De hecho, entre 2023 y 2024, bajo la administración de Biden, se deportaron desde Estados Unidos más de 19.000 migrantes, según el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas. Lo nuevo fue, por supuesto, el proceder del presidente Petro.
Sin embargo, de momento este “impasse”, como lo llamó el canciller Murillo, fue superado. Lo que sigue es que, con la llegada del vuelo proveniente de San Diego, se reanuden los trámites de visado. El lunes los ciudadanos que tenían cita para el martes fueron notificados de la cancelación de sus citas.
Mientras tanto, en Washington, el nombramiento de Newlin debe ser aprobado por el Congreso, la misma instancia que bloqueó a Elizabeth Manes, propuesta por Joe Biden como embajadora en Bogotá desde enero de 2023. Un obstáculo de este tipo parece poco probable ahora, ya que, al menos hasta las elecciones de medio término a finales de 2026, Donald Trump cuenta con mayorías en ambas cámaras. Incluso nombramientos controvertidos, como el de Pete Hegseth —expresentador de Fox News, exmilitar y acusado de agresión sexual—, no fueron bloqueados cuando fue nominado como secretario de Defensa. En ese caso, fue el vicepresidente J. D. Vance quien deshizo el empate en el Senado.
Sin embargo, primero tendrán que terminar de ser confirmados en el Senado nombres como el de Robert Kennedy Jr. como secretario del Departamento de Salud y Servicios Humanos, cuya audiencia está programada para esta semana.
De confirmarse el nombre de Newlin, llegará a Bogotá como el brazo ejecutor de Trump en Colombia. “Los diplomáticos representan a su país, ellos ‘sirven al placer del presidente’. El jefe de misión es, por definición, el representante personal del presidente”, sintetiza Whitaker.
Teniendo en cuenta la relación entre ambos (Trump y Newlin), es de esperarse que esto se cumpla aún con más fuerza.
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