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                                                                                                                              Todo el dolor posible

                                                                                                                              Perfil psicológico del asesino de Newtown. Adam Lanza, señalado de haber sido el responsable de disparar contra los niños de la escuela Sandy Hook, confeccionó su plan pensando en la peor venganza para el mundo que odiaba.

                                                                                                                              Miguel Mendoza Luna * / Especial para El Espectador

                                                                                                                              Después de la masacre, varios de los habitantes Newtown se congregaron en la iglesia de St. Rose para pedir por las víctimas. / EFE

                                                                                                                              En la masacre ocurrida en la escuela primaria Sandy Hook, ubicada en Newtown, Connecticut, donde 20 niños fueron las víctimas, pareciera que el perpetrador hubiese ocupado su energía y su tiempo para escoger un escenario capaz de superar el horror de casos anteriores, y así desatar todo el dolor posible. ¿Cómo se llega a ese punto? ¿Cómo un joven se arma como si se tratara de una guerra, para luego ingresar en una escuela primaria?

                                                                                                                              Al igual que en matanzas escolares anteriores, el asesino, identificado como Adam Lanza, de 20 años, llevó su crueldad frente a aquellos que nada le habían causado. Una vez más el daño provocado desestabilizó todas las esferas de la sociedad estadounidense. Una vez más, un joven volcó su irracional ira contra seres indefensos con el banal y absurdo pretexto del poder y el reconocimiento mediático. Antes de que se señalen culpables colaterales, insistamos en que la locura que lo convenció de su acto final pertenecía a su esfera privada construida exclusivamente con sus propios pensamientos de muerte y dolor.

                                                                                                                              A diferencia de otra clase de homicidios, el perfil victimológico de este tipo de masacres no suele arrojar mayor información, de hecho suele desconcertar aún más: ¿por qué el atacante eligió disparar contra un grupo de niños indefensos? A partir de la información de casos similares, como las masacres de la escuelas de Columbine (1999, 13 víctimas) y de Virginia Tech (2007, 32 víctimas), podemos señalar que el grupo escogido por este tipo de asesinos de masas representa el mundo al cual nunca pudieron integrarse emocionalmente. Su motivación radica en destruir a las personas que representan lo que ellos nunca serán o tendrán. Para poder eliminar lo que más odian, en realidad a ellos mismos, este tipo de sociópatas necesitan primero desintegrar agresivamente el mundo que les rodea.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Si escuchaba voces en su cabeza, eran producto de su propia necesidad de silenciar las sonrisas de sus inocentes víctimas. Si veía enemigos por todos lados, era resultado de la soledad que franqueó durante su vida y de la cual no intentó salir. Si se sentía rechazado era por no saber amar a aquellos que no lo juzgaban.

                                                                                                                              Si alguna vez hubo algo de humano en él, terminó de extinguirlo cuando dio el primer disparó. Luego dio paso al horror. Creyó estúpidamente que el mal era una emoción.

                                                                                                                              Tal vez con el trascurrir de los días algunas claves biográficas nos den más luces sobre la personalidad del atacante o sencillamente, como en el caso reciente de James Holmes (el guasón asesino del cine de Denver), emerja el aún más desconcertante perfil de un joven agradable, tímido e incluso inteligente. Pero de lo que sí podemos estar seguros es que la característica esencial de la mente del asesino que se nos revelará será su incapacidad total para sentir algo diferente del odio.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Su odio, su necesidad de devastación, eran tales que sólo mediante la aniquilación de lo más preciado por el mundo —de lo que debería ser lo más preciado para él, pero nunca pudo amar, ni siquiera comprender— podía terminar con su simulacro de vida. Como diría Elliot Leyton, reescribió el universo para incorporarse a sí mismo, pero de la peor forma posible, truncando los relatos de las pequeñas vidas que ya nunca serán.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                               

                                                                                                                              *Escritor. Profesor de la electiva ‘Asesinos en serie y asesinos de masas’ en la Pontificia Universidad Javeriana.

                                                                                                                              Después de la masacre, varios de los habitantes Newtown se congregaron en la iglesia de St. Rose para pedir por las víctimas. / EFE

                                                                                                                              En la masacre ocurrida en la escuela primaria Sandy Hook, ubicada en Newtown, Connecticut, donde 20 niños fueron las víctimas, pareciera que el perpetrador hubiese ocupado su energía y su tiempo para escoger un escenario capaz de superar el horror de casos anteriores, y así desatar todo el dolor posible. ¿Cómo se llega a ese punto? ¿Cómo un joven se arma como si se tratara de una guerra, para luego ingresar en una escuela primaria?

                                                                                                                              Al igual que en matanzas escolares anteriores, el asesino, identificado como Adam Lanza, de 20 años, llevó su crueldad frente a aquellos que nada le habían causado. Una vez más el daño provocado desestabilizó todas las esferas de la sociedad estadounidense. Una vez más, un joven volcó su irracional ira contra seres indefensos con el banal y absurdo pretexto del poder y el reconocimiento mediático. Antes de que se señalen culpables colaterales, insistamos en que la locura que lo convenció de su acto final pertenecía a su esfera privada construida exclusivamente con sus propios pensamientos de muerte y dolor.

                                                                                                                              A diferencia de otra clase de homicidios, el perfil victimológico de este tipo de masacres no suele arrojar mayor información, de hecho suele desconcertar aún más: ¿por qué el atacante eligió disparar contra un grupo de niños indefensos? A partir de la información de casos similares, como las masacres de la escuelas de Columbine (1999, 13 víctimas) y de Virginia Tech (2007, 32 víctimas), podemos señalar que el grupo escogido por este tipo de asesinos de masas representa el mundo al cual nunca pudieron integrarse emocionalmente. Su motivación radica en destruir a las personas que representan lo que ellos nunca serán o tendrán. Para poder eliminar lo que más odian, en realidad a ellos mismos, este tipo de sociópatas necesitan primero desintegrar agresivamente el mundo que les rodea.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Si escuchaba voces en su cabeza, eran producto de su propia necesidad de silenciar las sonrisas de sus inocentes víctimas. Si veía enemigos por todos lados, era resultado de la soledad que franqueó durante su vida y de la cual no intentó salir. Si se sentía rechazado era por no saber amar a aquellos que no lo juzgaban.

                                                                                                                              Si alguna vez hubo algo de humano en él, terminó de extinguirlo cuando dio el primer disparó. Luego dio paso al horror. Creyó estúpidamente que el mal era una emoción.

                                                                                                                              Tal vez con el trascurrir de los días algunas claves biográficas nos den más luces sobre la personalidad del atacante o sencillamente, como en el caso reciente de James Holmes (el guasón asesino del cine de Denver), emerja el aún más desconcertante perfil de un joven agradable, tímido e incluso inteligente. Pero de lo que sí podemos estar seguros es que la característica esencial de la mente del asesino que se nos revelará será su incapacidad total para sentir algo diferente del odio.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Su odio, su necesidad de devastación, eran tales que sólo mediante la aniquilación de lo más preciado por el mundo —de lo que debería ser lo más preciado para él, pero nunca pudo amar, ni siquiera comprender— podía terminar con su simulacro de vida. Como diría Elliot Leyton, reescribió el universo para incorporarse a sí mismo, pero de la peor forma posible, truncando los relatos de las pequeñas vidas que ya nunca serán.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                               

                                                                                                                              *Escritor. Profesor de la electiva ‘Asesinos en serie y asesinos de masas’ en la Pontificia Universidad Javeriana.

                                                                                                                              Por Miguel Mendoza Luna * / Especial para El Espectador

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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