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Trump y el Canal de Panamá: la nueva amenaza de reconquista

A partir de hoy, El Espectador analiza, en una serie especial que se publicará cada lunes de marzo, la intrincada red de ambiciones territoriales, tensiones con China y los fantasmas de las antiguas invasiones que amenazan con reabrir crisis ya superadas.

Thomas Hoffman y Fernando Carreño Arrázola | ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

03 de marzo de 2025 - 12:00 p. m.
Fotografía de un amanecer desde las esclusas de Cocolí este viernes, en la ciudad de Panamá.
Foto: EFE - Bienvenido Velasco
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“Lo vamos a recuperar, va a pasar algo muy poderoso”. Con estas palabras amenazantes, Donald Trump ha puesto de nuevo en la mira al Canal de Panamá apenas un mes después de asumir la presidencia. Sus declaraciones no son simples bravuconadas: ya ha enviado al secretario de Estado y al jefe del Comando Sur a territorio panameño. ¿Qué esconde realmente esta obsesión? ¿Una estrategia geopolítica contra China o el berrinche de un magnate por sus fracasos empresariales en suelo panameño?

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“Tratar de entender la mente del presidente Trump es como adentrarse en una nube espesa donde todo es difuso e impredecible”, confiesa a El Espectador el historiador panameño Ovidio Diaz Espino. Y aunque descifrar sus verdaderas intenciones parece imposible, la experiencia aconseja no descartar nada, ni siquiera sus intereses personales.

Uno de los principales motivos de molestia para esta nueva administración republicana recae en el cobro “ridículo y altamente injusto” de peajes a los barcos estadounidenses por cruzar el Canal de Panamá. Sin embargo, las tarifas se calculan en función de múltiples factores, como el tipo y tamaño del buque, el volumen y la naturaleza de la carga. Además, se hace indistintamente de la bandera del buque, como lo estipula el Tratado de Neutralidad firmado en 1977, que fijaba las condiciones para la transferencia del Canal a Panamá. En pocas palabras, nada personal.

Si vamos a un desglose más detallado, los 38 barcos y submarinos de la Marina de EE. UU. que cruzaron el Canal en 2023 pagaron aproximadamente US$10 millones, una cifra insignificante de su presupuesto militar en ese año: US$816.000 millones. Si la cifra es difícil de digerir, Estados Unidos pagó por el cruce de sus embarcaciones militares en un año algo similar a los US$11 millones que Trump se gastó en sus viajes a jugar golf en el primer mes de este nuevo mandato.

“¿En qué cabeza cabe que el país más rico del mundo plantee invadir Panamá porque quiere exonerarse de la ridícula cifra de US$10 millones en materia de peajes por el cruce de su marina de guerra y sus barcos auxiliares?”, dice Fernando Martínez, jefe de investigación en el canal TVN Media de Panamá.

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Sin embargo, considerando que el 76 % de la carga que transita por el Canal está destinado a Estados Unidos o proviene de su territorio, algunos sectores en Washington sostienen que, en última instancia, son los consumidores estadounidenses quienes realmente están financiando la operación del Canal.

Judah Levine, jefe de investigación de la plataforma de carga internacional Freightos, demostró que el impacto de las tarifas del Canal en productos de consumo para los estadounidenses es irrelevante. Los cálculos de Levine, publicados en The New York Times, señalan que estos costos añaden aproximadamente US$11 al precio de una nevera que supera los US$1.000, y apenas 10 centavos al de una cafetera de unos US$40. Además, añade que “enviar cada contenedor de Asia oriental a un puerto de la costa este de EE. UU. cuesta unos US$6.600, donde la tarifa del canal representa aproximadamente sólo el 4 % de esa suma”.

Las declaraciones de Trump sobre el Canal reflejan tanto la disputa por la influencia en América Latina, donde China ha expandido agresivamente sus inversiones, como una preocupación de “seguridad nacional”: “El Canal de Panamá es vital para nuestro país. Está siendo operado por China. Se lo entregamos a Panamá, no a China, y han abusado de ese regalo. Nunca debió haberse tomado esa decisión”, insistió.

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La realidad es diferente. Si bien la empresa de Hong Kong, Hutchison Ports PPC, opera dos de los cinco puertos cercanos al Canal y maneja el 13 % del tráfico de contenedores del mundo, no tiene ninguna incidencia en su operación. “Dentro de las más de 8.500 personas que trabajan en el Canal, solo seis son extranjeros: cuatro estadounidenses y otros dos latinoamericanos. No hay un solo chino”, aclara el abogado y politólogo panameño Rodrigo Noriega.

Esta flagrante contradicción entre el discurso y la realidad tampoco pasó desapercibida por el analista panameño José Eugenio Stoute: “Trump sabe perfectamente que no hay control chino en el Canal. Estados Unidos mantiene dos agencias de inteligencia oficiales en Panamá: el FBI y la DEA. ¿Cree que desconocen que no hay ni un solo empleado chino en el Canal? Seguramente tienen hasta la planilla completa”.

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Y aún más importante, los canales de navegación del Canal son diferentes a los de los puertos. “Cuando un barco recibe autorización para ingresar al Canal desde cualquiera de los dos océanos, su capitán cede el control a un práctico panameño, quien se encarga de guiar la embarcación a través de la vía interoceánica”, explica Fernando Martínez.

Lotería sin comprar boleto

“Nunca había sentido una presencia tan fuerte como la de este presidente de Estados Unidos. Y creo que la solución, a mi juicio, es enfrentarlo. Enfrentarlo con la verdad”, le dijo a El Espectador el expresidente panameño Aristides Royo.

Pero a pesar de estas evidencias irrefutables, la estrategia de intimidación está funcionando. Con solo mostrar los dientes, Trump ya logró victorias importantes. Tras la visita del secretario de Estado, Marco Rubio, el presidente de Panamá, José Raúl Mulino, anunció que su Gobierno no renovará el memorándum de entendimiento de la Ruta de la Seda firmado con China en noviembre de 2017. Además, cedió a Estados Unidos el área de la pista aérea de Nicanor en Metetí, provincia de Darién, para que sean deportados migrantes de Venezuela, Colombia, Ecuador y otros países, pese a las crecientes preocupaciones de que pueda convertirse en una base militar.

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Las repercusiones continúan. La Contraloría General de Panamá inició una auditoría a la empresa Hutchison para verificar si ha cumplido con sus obligaciones financieras con el Estado. Al mismo tiempo, la Corte Suprema admitió una demanda de nulidad para evaluar la constitucionalidad del contrato, y expertos consultados por El Espectador consideran que es solo cuestión de tiempo para que el fallo sea adverso a la empresa que lleva 28 años operando en el país. Un desenlace que, además, podría desatar una ola de demandas. Otra victoria para Trump.

A garrote y cañonazo

Además de la paranoica necesidad de Trump de querer intervenir en el Canal por el bien de su economía y seguridad nacional, existe un importante componente histórico en esta confrontación.

El Canal de Panamá ha sido, desde sus orígenes, un punto estratégico en la política exterior estadounidense y un símbolo de su hegemonía regional. La historia de intervenciones militares, maniobras políticas y control económico revela un patrón de comportamiento que se remonta a más de un siglo, cuando Estados Unidos no solo financió la construcción del Canal, sino que también ejerció un dominio efectivo sobre esta vía acuática y el territorio panameño por décadas.

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Expertos internacionales ven en esta agresividad un retorno a las viejas políticas del siglo XX. David Marcilhacy, analista francés y autor del libro El istmo de Panamá, un puente entre Europa y las Américas: 1879-1936, cree que en esta situación hay un rasgo característico de los gobiernos republicanos. “Trump parece retomar estrategias y discursos propios de William McKinley y Theodore Roosevelt, quienes, a inicios del siglo XX, impulsaron la política del ‘gran garrote’ y la ‘diplomacia de las cañoneras’. Nuevos actores, viejas estrategias”.

No hay que olvidar que EE. UU. intervino militarmente en Panamá en seis ocasiones, la última en 1989, para derrocar al general Manuel Antonio Noriega, con la defensa del Canal como uno de los argumentos esgrimidos.

Cómo especuladores de Wall Street compraron el Canal y se lo vendieron a Estados Unidos, la planeación y financiamiento de una revolución separatista, la negativa colombiana y los cañonazos del crucero “Bogotá” en el Pacífico, los sobornos a políticos y militares colombianos, los tratados, intrigas e invasiones, en el próximo artículo de esta serie.

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Por Thomas Hoffman y Fernando Carreño Arrázola | ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

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