Antes de ser elegido presidente e incluso al criticar la gestión de Joe Biden al frente de la Casa Blanca, Donald Trump reiteró que con solo una llamada pondría fin a la guerra entre Ucrania y Rusia, que está próxima a cumplir tres años. Parece que, de forma pragmática, las posibilidades de que esto suceda están más cerca que nunca en este período. Este martes se sentaron las bases para cambiar radicalmente la relación bilateral entre Rusia y Estados Unidos, después de que, bajo el mandato de Biden, la estrategia fuera aislar al gigante exsoviético.
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“El presidente Trump quiere poner fin a las matanzas; Estados Unidos quiere la paz y está utilizando su fuerza en el mundo para unir a los países. El presidente Trump es el único líder del mundo que puede conseguir que Ucrania y Rusia se pongan de acuerdo”, afirma el comunicado del Departamento de Estado, en el que se detallan los acuerdos alcanzados en una reunión entre Serguéi Lavrov, el canciller ruso, y Marco Rubio, el secretario de Estado estadounidense.
Sin embargo, al calificar esta iniciativa como pragmática, lo cierto es que han ignorado todos los lazos de cooperación que existían en la geopolítica mundial hasta la llegada de Trump. Europa queda fuera del panorama y ni siquiera fue consultada para sentarse a la mesa con Rusia. Y quizá lo que más genera dudas: la exclusión del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, de cualquier conversación sobre la paz en su propio país. Con este panorama, salta a la vista la pregunta lógica: ¿podría un acuerdo entre Washington y Moscú definir el destino de Ucrania sin su consentimiento? Es un pulso que ya comenzó a librarse entre la efectividad de un acuerdo impuesto y la posibilidad de una resistencia ucraniana. Para Vladimir Rouvinski, analista y docente de la Universidad ICESI de Cali, es evidente que Ucrania se resistirá a cualquier intento de imponerle una paz no vinculante.
“Creo que, en un principio, se podría llegar a algún acuerdo, pero ese acuerdo no va a ser aceptado por Ucrania y, por extensión, tampoco por Europa. Estados Unidos ha sido un aliado clave para Ucrania, apoyándola en su lucha contra Rusia. No obstante, creo que Ucrania también tiene cierto margen de maniobra para resistirse, utilizando métodos no convencionales de guerra, es decir, básicamente la guerra de guerrillas y otras herramientas”, afirma.
Comenta además que falta por descubrir cuál es el verdadero interés de Trump en acabar con este conflicto y de qué forma planea hacerlo, ya que probablemente su motivación esté orientada por razones económicas. Sin embargo, es poco probable que Washington acepte todas las condiciones planteadas por Moscú. Ante este escenario, cabe resaltar el marcado contraste en la estrategia ucraniana: de recibir durante estos años millonarias ayudas, también en materia de defensa, a recurrir a tácticas rudimentarias de guerrilla.
¿Zelenski puede resistir sin el apoyo de Occidente?
Es muy poco probable. De entrada, porque en tres años Ucrania ha dependido extensamente no solo de Estados Unidos, sino también de la OTAN, que ahora se encuentra en jaque por la presión de Trump para que Europa incremente su gasto en defensa hasta el 5 % de su PIB. “No veo realmente que los europeos lo respalden como tal. De pronto Reino Unido, pero no sé si alguien más quiera, como decimos, ‘rayarle la cara’ a Estados Unidos. Entonces, no sé si será el fin de la guerra o, más bien, una pausa estratégica. Zelenski seguirá protestando y tomando acciones. Las guerras actuales realmente nunca terminan; quedan en una latencia con espacios de resistencia, pero a la larga no creo que se hagan muchas concesiones”, analiza Alejandro Bohórquez-Keeney, docente de la Universidad Externado de Colombia. Aunque, frente a este escepticismo, Rouvinski señala que Rusia sigue representando un riesgo demasiado alto para Europa, por lo que esta nueva postura de EE. UU., al sentarse a negociar con su enemigo, podría llevar a un redoble del apoyo europeo a Kiev. Pero tampoco será fácil, ya que lograr un consenso hoy es complicado con una Unión Europea profundamente dividida y con el acecho creciente de la ultraderecha en varios países, sectores que, a la larga, tienden a alinearse con los intereses de Donald Trump. Ejemplo de esto es Alternativa para Alemania (AfD), el partido de ultraderecha alemán que llega como gran favorito a las elecciones legislativas de este fin de semana.
¿Propaganda para Rusia o mala estrategia de EE. UU.?
Para Rouvinski, la intención de Vladimir Putin es clara: legitimar su relevancia en el panorama geopolítico volviendo a sentarse en la mesa con Estados Unidos. Algo similar a lo que dijo en broma Zelenski hace una semana en Múnich: Putin podría ser hoy el miembro más importante de la OTAN. “Lo que hace es lo mismo que hizo antes de invadir Ucrania: presentó un ultimátum para tener todas sus herramientas militares a su disposición. Algunos incluso llegaron a insistir en que la guerra era justa y necesaria, que esa era ‘su guerra’. Ahora, ceder en términos generales no va a ocurrir. Por eso, la posibilidad de que se llegue a un acuerdo de paz es muy difícil”, añade el docente, quien también reitera que es prematuro sacar conclusiones sobre un eventual fin del apoyo de Washington a Ucrania.
Por otro lado, Bohórquez advierte que las decisiones de Estados Unidos, que pueden percibirse como erráticas, podrían costarle caro en términos de credibilidad ante el resto de actores del tablero geopolítico. También menciona la posibilidad de que Rusia haga presencia de forma no oficial, manteniendo tropas en territorios de intereses rusos como lo hace en otros países exsoviéticos como Georgia.
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