El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, son completamente distintos: el segundo es 25 años mayor que el primero. Trudeau es carismático; Trump es el presidente más impopular en la historia reciente de los Estados Unidos. El canadiense es defensor de los migrantes y de los derechos de las minorías; el estadounidense, por su parte, ha sido criticado por algunas medidas consideradas xenófobas por sus opositores y, el pasado 21 de enero, tuvo que ver a millones de mujeres marchando en su contra. Pero ambos son vecinos y, como tal, se comportaron. Durante la rueda de prensa conjunta que dieron se mostraron cordiales el uno con el otro y evitaron hablar de temas "espinosos".
Respecto a los migrantes, por ejemplo, Trudeau dijo que aunque "continuará con su política de apertura hacia la inmigración y los refugiados, sin comprometer la seguridad", no le va a dar "lecciones" a Trump sobre lo que debe o no hacer. El presidente estadounidense, por su parte, defendió las medidas que ha tomado para controlar la inmigración y dijo que no va a dejar que a Estados Unidos "entren las personas equivocadas".
Respecto a otro tema "espinoso" como lo es el futuro del TLC entre Estados Unidos, México y Canadá, ambos mandatarios se mostraron conciliadores. Trump dijo que ambos países tienen "una relación de comercio espectacular con Canadá".
"Vamos a retocarla, haremos ciertas cosas que van a beneficiar a nuestros dos países. Es una situación mucho menos grave que lo que ha ocurrido en la frontera sur", sostuvo, en referencia a México. "Millones de buenos empleos de clase media en ambos lados de la frontera dependen de esta relación", respondió Trudeau. Canadá es el país con el que Estados Unidos comparte una mayor cantidad de frontera y sus vínculos son históricos y, en general, han sido pacíficos.
La pregunta no es, finalmente, qué va a pasar entre ambos países, sino qué va a ocurrir con el que ha emergido como un convidado de piedra en todo esto: México. No parece probable una crisis diplomática entre Estados Unidos y Canadá. Y mucho menos que Trump, de repente, trate a sus vecinos del norte, como trata a sus vecinos del sur.