Crisis económica y creciente polarización política fueron los protagonistas de los comicios municipales realizados ayer en Venezuela, en los que se definieron 337 alcaldías y 2.455 concejales del país. Las elecciones fueron pintadas por la oposición como el primer examen del presidente Nicolás Maduro, quien cumple siete meses en el poder desde la muerte de su antecesor Hugo Chávez.
El gobierno, sin embargo, niega que la jornada electoral pueda interpretarse como un plebiscito a la gestión de Maduro. El vicepresidente Jorge Arreaza ha indicado que no se trataba de una sino de 337 elecciones para medir el liderazgos y las gestiones locales.
Maduro, el jefe de Estado que desde el pasado 19 de noviembre, y durante un año, legislará sin control parlamentario gracias a la Ley Habilitante aprobada por la Asamblea Nacional, aseguró al momento de depositar su voto que con 19 comicios realizados en 14 años de chavismo, el país goza ahora de una “fortaleza democrática”: “(Venezuela) es el país que más elecciones ha hecho en todo el continente americano. En el mundo no hay un país que tenga la fortaleza democrática nuestra”, afirmó.
En efecto, desde la Revolución Bolivariana de Chávez, esta fuerza política representada por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ha ganado regularmente casi todos los comicios y plebiscitos en los últimos 14 años. El chavismo, hasta antes de los comicios de ayer, controlaba más del 80% de los municipios. Los pronósticos le auguraron que mantendrá al menos dos terceras partes. Los opositores, por su parte, se atrincheraron en ciudades grandes, entre ellas las dos principales: el distrito metropolitano de Caracas y la petrolera Maracaibo, que suman un sexto del padrón electoral.
Lo de la “fortaleza democrática”, sin embargo, no lo comparten muchos. Si algo quedó demostrado en las elecciones presidenciales del pasado 14 de abril, en las que Maduro fue electo, es que Venezuela está dividida en dos mitades, cada vez más polarizadas y con un creciente escepticismo respecto a las instituciones que deben garantizar su democracia. El agridulce triunfo del sucesor de Hugo Chávez (por apenas 1,5 puntos) puso a muchos a pensar en que la oposición conseguiría en los meses siguientes mayor visibilidad y representatividad política. También generó dudas sobre la independencia del Tribunal Supremo de Justicia, la Asamblea Nacional y el Consejo Nacional Electoral (un estudio de la Universidad Católica Andrés Bello indica que 54% de los venezolanos dicen no sentir confianza de esta última instancia).
En los meses siguientes al triunfo de Maduro, el esperado crecimiento de la oposición no fue tan contundente. Aunque se haya hecho sentir al organizar algunas marchas y al demandar al Estado venezolano ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), por supuesto fraude en las presidenciales, la venta del canal Globovisión sacó al líder opositor Henrique Capriles y los partidos aglutinados en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) de las pantallas de televisión. Además, en la Asamblea Nacional, después de retirarle la inmunidad a la diputada de la oposición María Mercedes Aranguren —en un acto criticado por muchos adentro y fuera del país—, se lograron los votos suficientes para que a Maduro le fuera otorgada la Ley Habilitante, con la que se dedicó a decretar leyes para luchar, según él, contra “la guerra económica” con la que la oposición pretende desestabilizar el país.
A falta de algunos productos de la canasta básica en los supermercados y ante los más altos índices de inflación (53%) en América Latina, Maduro ordenó una reducción de precios en electrodomésticos y repuestos de automóviles, como medida para garantizar la estabilidad económica. El presidente de la Academia Nacional de Ciencias Económicas de Venezuela, Luis Mata Mollejas, dijo a este diario que esas medidas “inmediatistas” obedecen más a fines políticos, porque la solución efectiva para la “crisis sería hacer crecer el aparato productivo nacional, pero si hay control de precios y control de la tasa de ganancia, resulta que no hay incentivos para producir”.
Con la Habilitante, además, Maduro declaró el día de elecciones como “Día de la Lealtad” al fallecido presidente Hugo Chávez”, porque ayer se cumplía un año de su último discurso antes de someterse a su cuarta operación en Cuba. Así, Maduro volvía a utilizar la fórmula con la que se eligió presidente, que consistió en usar al fallecido mandatario como imagen de la campaña oficialista. Esta vez la imagen de la campaña del Partido Socialista Unido de Venezuela no fue distinta: el rostro del comandante fue su bandera.