Desde el discurso de Gustavo Petro en Naciones Unidas, era cuestión de tiempo para que Estados Unidos y Colombia llegaran al punto en el que están hoy. Sí, no es la primera crisis, pero la diferencia radica en los términos a los que estamos llegando. “Lunático” y “líder de un cártel”, le dijo Donald Trump a Petro, quien respondió insinuando la suspensión del Tratado de Libre Comercio entre ambos países.
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Si bien la presidenta de la Cámara Colombo-Estadounidense, María Claudia Lacouture, afirmó en X que “lo anunciado por EE. UU. no lo termina ni lo suspende automáticamente”, estamos en un periodo de gracia, sin precedentes, en el que cualquier cosa podría pasar entre ambos países. Una relación bilateral que, en los últimos 30 años, se ha fortalecido precisamente en torno a uno de los puntos principales de la discusión: la lucha contra el narcotráfico. Tan es así que, en épocas del Plan Colombia, durante la presidencia de Andrés Pastrana, el país fue el tercero que más ayuda recibió desde Washington, por detrás de Egipto e Israel.
Ahora, con la bandera de luchar contra las redes de narcotráfico, Trump ha supervisado más de seis ataques contra embarcaciones provenientes de Venezuela que, según sus palabras, transportaban “narcoterroristas”, con por lo menos dos ciudadanos colombianos a bordo. Mientras tanto, Petro respondió acusando a Washington de “asesinato y violación de nuestra soberanía en aguas territoriales”.
Daniel García-Peña, el embajador designado en Washington, fue llamado a consultas y está de vuelta en el país, mientras que la Cancillería anunció medidas. Pero lo cierto es que estamos atravesando un periodo en el que cualquier cosa podría ocurrir entre ambos países, con millones de dólares en juego y una relación bilateral en estado crítico. Sin embargo, pensando en grande, ¿debe Colombia recurrir a foros multilaterales —como la OEA o la ONU— para canalizar esta tensión, o bastan los mecanismos bilaterales tradicionales?
La diplomacia tradicional funcionó en ocasiones anteriores, en épocas en las que personajes que ya no están en el gobierno —como el exembajador en Washington y excanciller Luis Gilberto Murillo— actuaron como mediadores clave en episodios como el del vuelo con migrantes deportados que Petro se negó a recibir este año. Sin embargo, Murillo ya no está y el tono ha escalado mucho más de lo que lo hizo antes.
Ya se vio en la última asamblea de Naciones Unidas que el multilateralismo atraviesa una crisis de legitimidad y efectividad complicada. Además de eso, Sandra Borda, analista y docente de la Universidad de los Andes, cuestiona la legitimidad que pueda tener Colombia a la hora de denunciar ante estos foros lo que está haciendo Estados Unidos y el trato que le da Trump, teniendo en cuenta que, en Nueva York, el mismo presidente colombiano llamó a la desobediencia de los soldados estadounidenses.
“Sería una denuncia con muy pocos niveles de legitimidad, en la medida en que el mismo presidente Petro también ha intervenido directamente en asuntos internos de Estados Unidos. Que haya ido a una ciudad estadounidense y haya llamado a la desobediencia de las Fuerzas Armadas frente al presidente de ese país también constituye una intervención en asuntos internos. Entonces, poder, se puede, y puede haber una queja oficial ante esos mecanismos. Lo que dudo mucho es que vayamos a encontrar un eco o un apoyo regional sustancial, teniendo en cuenta que nosotros hemos incurrido en la misma falta que vamos a denunciar en este caso en particular”, afirma.
Acudir a un tercero puede servir, en este contexto, para aumentar el ruido y, en consecuencia, los agravios, pero sin que tenga un efecto práctico en materia de resolución de la tensión. En palabras de Rafael Piñeros, docente de la Universidad Externado de Colombia, “incluir a un tercero es incrementar las diferencias, pero no resuelve. No estoy seguro de que los mecanismos multilaterales sean los más idóneos”.
De lleno en materia económica, y teniendo en cuenta que la amenaza de Trump traía también su herramienta favorita —los aranceles—, bien podría Colombia acudir a foros como la Organización Mundial del Comercio, ya que esto va en contra del mismo TLC. Sin embargo, Borda reitera que la forma en que Trump procede con los aranceles es en clave de retaliación, y que hasta el momento ni siquiera China, uno de los países más afectados por estas medidas, ha podido hacer algo al respecto.
Solución directa
Si bien no existe una figura en este conflicto como Murillo, el docente Piñeros añade que convocar al embajador García-Peña es un inicio para desescalar el conflicto. La cooperación militar y los posibles impactos económicos están en juego con las amenazas de cortar todo apoyo sobre la mesa, y debilitar todavía más los canales con Washington no es una opción práctica.
“Como están las cosas, a Colombia le conviene más restaurar los canales binacionales y llevar a cabo la conversación directamente con Estados Unidos. Creo que ese va a ser el único camino para restablecer la relación”, sentencia Borda. Colombia se enfrenta al dilema de elegir entre el ruido de los foros internacionales, que bien pueden servir para hacer discursos grandilocuentes y para dejar sentadas posturas políticas, o la discreción de la diplomacia directa. Para Piñeros, hasta este punto pensar en los foros es hablar de especulación. Pero, en ambos caminos hay costos y el tiempo parece jugar más a favor de la prudencia que del protagonismo.
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