Los golpes de Estados Unidos a la organización criminal de narcotráfico mexicana siguen asestándose bajo la administración de Donald Trump. Esta vez, el exlíder del cártel de Sinaloa y otrora socio de Joaquín “El Chapo” Guzmán, Ismael “El Mayo” Zambada, se declaró culpable por dos delitos de narcotráfico por los que es acusado en un tribunal de Nueva York. Es el tercer golpe que se da en menos de dos meses, después de que Ovidio Guzmán, uno de los hijos de El Chapo, también se declarara culpable en julio de cuatro cargos parecidos en Chicago.
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Se trata del máximo líder y uno de los miembros de más alto rango reciente en el cártel de Sinaloa, que comienzan a cooperar con la justicia estadounidense mientras otra veintena de narcotraficantes fue enviada desde México bajo una figura legal no exactamente aplicada a una extradición y también se enfrentarán a destinos similares. “La organización que dirigí promovió la corrupción en mi país pagando a policías, comandantes militares y políticos que nos permitieron operar con libertad”, afirmó Zambada en el contexto de la audiencia en la que aceptó cargos.
Mientras Guzmán (el segundo hijo de El Chapo preso en EE. UU.) y Zambada enfrentan sus procesos, los Chapitos (Iván y Jesús, otros dos hijos de Guzmán) y Mayito Flaco (uno de los hijos de Zambada) llevan tiempo disputándose en México el control de la operación que dejó Zambada. Y es justo ahí donde surge la pregunta sobre los golpes de Estados Unidos: ¿estas acciones realmente desmantelan al narcotráfico o son solo un movimiento político-mediático?
“Los norteamericanos tuvieron éxito al desarticular otros grupos mexicanos, como La Familia Michoacana o Los Zetas, o en el caso colombiano, el cártel de Cali o el cártel de Medellín. Pero el cártel de Sinaloa pareciera que hace tiempo se blindó frente a esta coyuntura y, a pesar de que sus dirigentes han ido cayendo uno tras otro, no ha cedido su fuerza ni su poder: sigue siendo la organización criminal más poderosa en México. Me parece que trae un impacto marginal en la producción, transporte y comercialización de drogas ilícitas”, explica David Saucedo, experto y consultor de política mexicana.
El modelo ha resultado efectivo. Zambada fue arrestado en julio de 2024 junto a Joaquín Jr., otro de los hijos de Guzmán. Durante ese año, la facción de Mayito Flaco —que también se hace llamar los Mayitos— ganó fuerza, al punto de que la cultura popular mexicana empieza a validar a estas nuevas figuras. Si en su momento Los Tucanes de Tijuana le cantaron a Zambada padre, hoy en las plataformas musicales abundan las apologías a Mayito Flaco.
“Seguido me ven pasando camino al rancho, a ver a mi viejo; por herencia soy Zambada, hijo de El Mayo, sin tanto cuento. Mucho poder en la sangre nos dio mi padre, y eso es muy cierto; mas nada fue regalado, me lo he ganado para estar en mi puesto”, reza una de las canciones firmada por una agrupación llamada Grupo Nueva Línea.
Mientras tanto, Washington celebra la cooperación de ambos capos, presentándolo como importante avance en su lucha para frenar el fentanilo al interior del país. Hace dos semanas, en el marco de la expulsión y llegada de los 26 narcos menores desde México a Estados Unidos, el presidente Donald Trump había sido categórico sobre su visión de la relación bilateral: “México hace lo que le decimos que haga”.
Aunque la presidenta Claudia Sheinbaum respondió y dijo que el que manda es “el pueblo”, la decisión sí llegó después de negociaciones para pausar por 90 días la amenaza de aranceles que Trump tenía sobre México.
La figura que usaron para expulsar a los capos fue la expulsión inmediata, distinta a una extradición formal: en lugar de seguir un juicio largo con múltiples apelaciones, México declaró a los narcos como “indeseables” y los entregó directamente a Estados Unidos bajo la figura migratoria de inadmisibilidad, alegando que representaban una amenaza para la seguridad nacional.
Saucedo va más allá y lo pone en estos términos: México sigue comprando una guerra que realmente no le corresponde. Lo que puede ser una victoria política y electoral para la administración republicana, no resuelve realmente el problema de fondo en la república mexicana. Recalca cómo tanto Guzmán como Zambada ya llevan más de un año presos, todo este tiempo de disputa por el control del cártel. Que en menos de un mes ambos se hayan declarado culpables solo llevará a que ambas facciones se reorganicen para evitar que su información sea delatada.
“Mayito Flaco, al igual que Iván Archibaldo y Jesús Alfredo, los Chapitos, ya tomaron cartas en el asunto y reubicaron narcolaboratorios. Seguramente entregarán algunas rutas comerciales para que sus familiares reciban beneficios. En Estados Unidos, varios políticos vinculados con ambos cárteles ya están siendo solicitados por las autoridades norteamericanas. Sí va a haber un impacto, pero creo que ese impacto ya fue amortiguado por las estructuras del cártel de Sinaloa y también por Zambada”, explica.
Ante la pregunta de si EE. UU. es corresponsable de la situación de narcotráfico en México, el analista responde que sí, alegando cómo desde Washington están dando una pelea contra el fentanilo, cuando este no es un problema tan urgente en México como sí lo son la violencia y la presencia de los cárteles.
“Por cada persona detenida del narcotráfico hay cinco nuevos reclutas. No tiene ningún sentido estar deteniendo jóvenes cuando, por cada uno, son reclutados cinco más. No hay sistema penitenciario que pueda albergar a este número de personas que se están uniendo a los ejércitos del narco en México. No tenemos, como tal, una estrategia que combata el reclutamiento por parte de los cárteles. Creo que hay otras vertientes que no han sido atacadas”, concluye el analista.
Las palabras del analista sintetizan una paradoja: mientras Washington celebra golpes mediáticos contra capos de alto perfil, en México el crimen se reorganiza, se fragmenta y se multiplica. Las declaraciones de culpabilidad de Zambada y Guzmán no parecen ser el principio del fin del cártel de Sinaloa, sino otro episodio de un guion ya conocido: líderes caen, facciones emergen y la violencia persiste.
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