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"Ya somos ocho Carolinas"

Carolina Barco hace un balance de cuatro años al frente de la Embajada en Washington.

Vanessa de la Torre / Washington
18 de septiembre de 2010 - 08:00 p. m.

Eran las cuatro y media de la mañana de un jueves cualquiera. Carolina Barco dormía cuando una luz en su cara la despertó. “¿Usted quién es?”, preguntó un hombre. “La embajadora”, contestó ella. “Y qué hace aquí?” —indagó el intruso—. “Este es mi cuarto. Esta es la Embajada de Colombia”, explicó. Durante veinte minutos el hombre le hizo preguntas y ella, con su temperamento inalterable, le respondió. “Me dijo que era policía militar y que estaba allí para defenderme porque la casa la estaban robando y todo estaba destrozado”, recuerda Barco.

“Y cómo sé que usted me está diciendo la verdad?”, me preguntaba este hombre. “¿Por qué no tiene seguridad?”, insistía. “Yo le decía que en este país tan seguro se supone que yo no necesito seguridad”, recuerda. “¿Tiene alguna foto con alguien importante?”, se le ocurrió decirme. “Sí, con Hillary Clinton”, le dije y traté de pararme de la cama para mostrársela. “Quédese quieta”, solicitó el intruso. “Le pedí entonces que me pasara la cartera y le entregué una de mis tarjetas personales. Mire, ahí dice Carolina Barco, embajadora de Colombia”, le dije. “El hombre dio media vuelta. ‘Érika, nos vamos’, dijo. Y se fue”. Días después fue detenido. Resultó ser un loco en investigación que sólo se había llevado su computador personal.

Este es hoy uno de los recuerdos que Carolina Barco Isakson tiene de los años en que representó a Colombia ante el gobierno de los Estados Unidos. Cuatro años que le dejaron huella. En ese tiempo se volvió abuela y recibió una de las más bellas satisfacciones de su vida cuando su hija Alejandra decidió ponerle Carolina a su primera nieta. En su familia, desde su tatarabuela, las mujeres se llaman Carolina, pero su hija había decidido llamar a su pequeña Isabel.

“Respetaba completamente su decisión, pero cuando la niña nació escuché a mi hija decirle a su esposo que quería que se llamara Carolina. No podía creerlo”, recuerda y se le llenan de lágrimas los ojos. “Me emocioné muchísimo, sobre todo pensando en mi mamá. Ya somos ocho Carolinas en la familia”, dice. Una tocaya más garantizaba el Carolina que con tanto orgullo se ha portado en su familia.

Barco se va de la Embajada con dos nuevos nietos y con la satisfacción del deber cumplido. Hubiera preferido ver aprobado el Tratado de Libre Comercio, una tarea a la que le dedicó mucho esfuerzo. Tanto, que en su despedida, el demócrata Sam Farr así lo reconoció: “Ningún otro embajador ha trabajado tanto como ella”, dijo. Según sus cuentas, visitó más de mil quinientas veces el Congreso. Vivió momentos incómodos como aquellos en los que tuvo que explicar que en Colombia se habla español y queda en Suramérica. “Algunos legisladores no sabían dónde quedaba el país. Decidí incluir un mapa en los documentos que llevaba al Congreso”, recuerda.

De las idas al Capitolio nunca pudo acostumbrarse a quitarse los zapatos para pasar seguridad. “Si no atinaba con los que no sonaban, me tocaba quitármelos y realmente eso sí me molestaba mucho”, afirma con un excelente sentido del humor que pocas veces ha dejado ver.

En esas visitas hizo lo humanamente posible para convencer a los demócratas de que la aprobación del TLC era necesaria y, sobre todo, meritoria para el país. Un día que no olvidará es aquel en el que la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, decidió mandar el Tratado al congelador luego de que el entonces presidente George Bush anunciara que lo sometería a votación. “Viví una gran frustración”, dice. “Pelosi me llamó para explicarme que esta no era una decisión en contra del país. Ella consideraba que la decisión unilateral del Ejecutivo no respetaba el fuero del Congreso para decidir cuándo someter un tratado a votación. Por lo tanto, consideraba que debía pararlo”.

Durante esos momentos difíciles se relajaba caminando. Un día, incluso, se fue a pie desde el Capitolio hasta la residencia. “Habíamos tenido una reunión muy compleja, me dieron noticias muy negativas sobre el futuro del TLC y era tanta mi frustración que decidí caminar. “Caminé durante media hora con tacones”, recuerda y vuelve a sonreír.

Pero así como recibió sorpresas incómodas, también le llegaron buenas sorpresas. Como aquella vez en la que Hillary Clinton apareció en uno de los 110 eventos que se hacen al año en la Embajada en Washington. “Estaba en plena campaña presidencial. Habíamos organizado una gala para la Fundación Care y una de las homenajeadas era amiga de infancia de Clinton. No estaba confirmado que asistiera. Fuimos muy gratamente sorprendidos cuando llegó”, recuerda. También la visitaron personalidades como Collin Powell y Condoleeza Rice, con quien en una típica tarde de mujeres conversaron por horas sobre cualquier cosa menos de política. “Ni una palabra de política. Hablamos de cómo era ser canciller, de cómo manejar el trasnocho de los viajes; hablamos de cómo cada una manejaba su vida. Fue una tarde muy personal con mi hermana Diana y la representante comercial Susan Schwab”, afirma.

Sobre su trabajo se escribieron 289 editoriales y 189 columnas de opinión apoyando su trabajo y la agenda con Estados Unidos. Algunos criticaron la visita de John McCain a Colombia en plena campaña electoral cuando las posibilidades del triunfo de Barack Obama eran enormes. “No fue un error. El senador McCain nos llamó para decir que le gustaría ir a Colombia. Si nos hubiera llamado el candidato demócrata también lo hubiéramos recibido”, dice.

Y cuando habla de Obama le pasa lo que a casi todas las mujeres que lo han visto personalmente. “Es guapísimo, ¿no le parece?” —le pregunto—. Sonríe con picardía. “Es muy elegante, carismático. Mucho más cálido de lo que uno puede imaginarse”, señala.

El 1° de octubre, cuando Gabriel Silva se posesione, Barco descansará. “Caminaré más, montaré más en bicicleta”, asegura. Y extrañará la comida de Gladys, la chef de la residencia. “Es el mejor restaurante de Washington”, sentencia.

Confía plenamente en el trabajo de la nueva administración y en que continuarán proyectos a los que les puso el alma, como el Festival del Folclor el año entrante, al cual Colombia es país invitado y en el que ha trabajado su equipo desde 2008. Confía también en que el TLC sea, por fin, aprobado. “Lo veo muy probable a principios del año entrante”, concluye. Sus ojos brillan, toma un poco de agua y suspira. Hay nostalgia en el ambiente.

Los logros de la saliente embajadora

Cuerpos de Paz
El regreso de los Cuerpos de Paz al país es quizás uno de los logros más importantes de Carolina Barco. Gracias a este programa, financiado totalmente por el gobierno estadounidense, jóvenes mayores de 18 años vendrán de forma voluntaria para ayudar en tareas relacionadas con la educación y la agricultura.

55 millones de dólares.
Ese es el monto en el que se verá reducido el Plan Colombia en 2011.

Visitas diplomáticas
Gracias a la gestión de la ex canciller, en los últimos cuatro años, Colombia ha sido una parada casi obligatoria de los políticos estadounidenses. La lista la encabezan Hillary Clinton y Robert Gates, secretarios de Estado y Defensa respectivamente, y la completa una larga lista de congresistas tanto demócratas como republicanos.

1500 visitas al Congreso de EE.UU. tuvo que hacer la Embajadora para tratar de conseguir la aprobación del TLC.

Transición Bush-Obama
Uno de los retos que tuvo que afrontar Carolina Barco fue la transición de gobierno entre Bush y Obama. A pesar de la gran distancia ideológica que separa a los dos líderes estadounidenses, la embajadora logró mantener una buena comunicación entre Washington y Bogotá.

Lo que viene para el nuevo embajador

El ex ministro de Defensa Gabriel Silva Luján llega a Washington en un momento importante para las intenciones de Colombia. Por un lado, una de sus principales tareas consistirá en intentar poner en la agenda del Congreso estadounidense el Tratado de Libre Comercio, cuyo trámite se encuentra congelado desde la administración de George W. Bush gracias a la influencia del Partido Demócrata. Silva, quien ocupó el cargo durante la gestión de César Gaviria, tuvo continuo contacto con congresistas siendo presidente de la Federación de Cafeteros y podría dar una mano en este propósito del Gobierno.

De otro lado, su misión se enfocará en lograr la continuidad del Plan Colombia, que durante los últimos años ha venido sufriendo una disminución en los recursos por cuenta del crecimiento del narcotráfico en México y la crisis económica. Para 2011 se estima que Estados Unidos entregará a Colombia US$420.000 millones. Antes de 2006, en promedio, el país recibía US$600.000 millones anuales.

Por Vanessa de la Torre / Washington

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