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Los devotos de Haruki Murakami deberán seguir esperando para ver al escritor japonés en la lista de los Nobel, pues este año la academia sueca prefirió a László Krasznahorkai, prolífico autor húngaro del que solo se ha traducido al idioma nipón una curiosa y corta novela ambientada en el Japón actual. (Lea más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).
El libro fue escrito en 2003 y suele ser presentado con ironía por críticos literarios que contrastan la brevedad del relato con la longitud de su título: “Al Norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río”.
Narra la anacrónica visita a un escondido rincón de Kioto del nieto de Hikaru Genji, un príncipe japonés de la era Heian (siglos VIII a XII).
Krasznahorkai, calificado de distópico y melancólico, y considerado discípulo de Franz Kafka por crear situaciones absurdas y opresivas, se abstiene de incluir otros personajes en su relato y aleja así el riesgo permanente para muchos autores occidentales de inventar japoneses que se comportan con motivaciones y reacciones impropias de su cultura.
El autor húngaro, famoso por párrafos serpenteantes que duran varias páginas, se concentra en paisajes, espacios y objetos.
Describe, con una mirada omnisapiente y maravillada a la vez, ambientes prosaicos y ubicuos.
Aprovecha las máquinas expendedoras de bebidas en una desierta estación de tren para mostrar la omnipresente tecnología y usa la típica limpieza de los espacios públicos japoneses para anunciar la aparición del protagonista: “ ….pulse usted y beba, decían estas luces centelleantes en los autómatas, aparte de las cuales no había nada, salvo la brisa suave, tibia y aterciopelada, empeñada en conseguir que realmente estuviera todo lo más limpio posible para cuando él se apeara”.
Krasznahorkai estuvo seis meses en Kioto becado por la Japan Foundation estudiando artes tradicionales y el libro es el resultado de esa invitación cuya intención tácita es que germine una obra que ponga el foco sobre algún aspecto de la cultura nipona.
La Japan Foundation invitó a Japón a Gabriel García Márquez en 1990 cuando el Nobel colombiano ya había manifestado su deslumbrada admiración por el tema de los ancianos que pagan por mirar jovencitas dormidas de Yasunari Kawabata (Nobel 1968) y que culminaría con un homenaje al autor nipón en su última novela, “Memoria de mis putas tristes”.
“Al Norte la montaña…” es objeto de panegíricos entre los expertos en la obra del autor de 71 años a quien el comité del Nobel elogió por su obra visionaria que en “medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”.
Por fortuna para los hispanohablantes, los libros de Krasznahorkai se admiran, se traducen y se pueden leer al menos nueve en nuestro idioma.
* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.