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Torre de Tokio: cárceles geriátricas 


Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa.

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Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio
12 de enero de 2025 - 02:00 a. m.
Centro Penitenciario de Adachi, una de las principales cárceles de Tokio.
Centro Penitenciario de Adachi, una de las principales cárceles de Tokio.
Foto: Gonzalo Robledo
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Delinquir y dejarse agarrar para poder tener techo, tres comidas, ropa limpia, cuidado médico y compañía, es el objetivo de muchas mujeres y hombres japoneses de más de 65 años que pueblan, cada vez en mayor número, las prisiones de este archipiélago. (Lea aquí más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).

La gran población de presos ancianos refleja el rápido envejecimiento de la sociedad japonesa, reconocida como la más longeva del mundo en las últimas cuatro décadas y epítome de la paradoja de la larga vida convertida en una pesada carga para el presupuesto del Estado.

Con un futuro incierto, debido a la falta de una pensión, ruptura familiar, adicción al juego o a las drogas, muchas japonesas y japoneses recurren al hurto en tiendas o supermercados como medio para ser enviados al confort relativo de un establecimiento penitenciario. Un revelador viaje al interior de las prisiones japonesas para examinar la crisis demográfica es posible gracias al documental “Japón ¿es país para viejos?”, disponible en el canal YouTube de noticias de Televisión Española (RTVE).

Las cámaras se adentran en la rutina de dos prisiones, la de hombres en Fuchu, en Tokio, y la de mujeres en Kasamatsu, en Gifu. Espaciosas, higiénicas y ordenadas, las instalaciones de las prisiones niponas podrían pasar por las de un internado caro si no fuera por las rejas, las cámaras de vigilancia y la mirada constante de los omnipresentes guardias.

Se ven procesiones de presas con la espalda encorvada que se desplazan con ayuda de caminadores y se explica que veinte de cada cien reclusos son ancianos y que la mitad ha ingresado en prisión por pequeños robos.

Como las condenas suelen ser cortas los ancianos aprovechan su período de libertad para reincidir y volver a cárceles que cada vez se adaptan a sus necesidades y asemejan, al menos en apariencia, centros de cuidado geriátrico.

La investigadora y coordinadora del documental, la periodista y escritora Junko Takahashi, me explica que estuvo cuatro meses investigando el tema y que entre todos los casos que encontró el que más le impactó fue el de la presa de 71 años que abre el reportaje cantando frente a las cámaras una popular tonada infantil. La mujer valora mucho las amistades que ha hecho dentro de la prisión.

“Dijo que cometió un delito y fue a la cárcel para sobrevivir y que nunca pensaría quitarse la vida si estuviera en prisión. Pensé que la soledad es un tema muy serio y que le puede pasar a cualquiera, incluso a mí misma”, afirma Junko. Las cárceles geriátricas son otro ejemplo de cómo Japón actúa como laboratorio global de fenómenos inevitables y que llegarán al resto del mundo en las próximas décadas.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio

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Manuel(21794)12 de enero de 2025 - 06:36 p. m.
Contradicción total en éste mundo.
Aurora(i92pq)12 de enero de 2025 - 12:58 p. m.
En la cárcel por lo menos tienen amigos, por fuera soledad.
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