Pese a haber sido la hipotética víctima de un complot político que estuvo a punto de costarle la vida a su paso por Tokio, el actor y director Charlie Chaplin adoraba todo lo japonés. El cineasta que definió el cine mudo elogiaba las teatrales luchas de espada de las películas niponas, que muchos espectadores occidentales encontraban artificiales o poco convincentes. (Lea más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).
Para Chaplin, los combates con katana del cine nipón, con espadachines que parecen bailar a una distancia casi ridícula de su contrincante, eran el epítome de lo artístico.
Al contrario, las recreaciones de luchas del cine occidental le parecían pretenciosas por intentar ser realistas y no poder ocultar del todo la cautela de los actores que las ejecutaban.
Así lo cuenta el crítico de cine estadounidense Donald Richie en su libro The Honorable Visitors, una deliciosa recopilación del paso por Japón de celebridades del siglo XX como Aldous Huxley, William Faulkner y el propio Chaplin, quien fue recibido por multitudes de admiradores japoneses en mayo de 1932.
El gran aprecio del cineasta por Japón partía de su entorno inmediato: tres de sus asistentes personales eran japoneses. El más cercano, Toraichi Kono, era un joven nacido en Hiroshima que fue su mayordomo, chofer y secretario durante veinte años.
El genial director admiraba el perfeccionismo de los japoneses, una característica que buscaba emular cuando le hizo repetir 342 veces una escena de la película Luces de la ciudad (1932) a la actriz Virginia Cherill.
Richie en su libro menciona un plan de un grupo paramilitar de nacionalistas japoneses para asesinar a Chaplin, quien, pese a tener ciudadanía británica, era ya un emblemático representante del cine de Hollywood.
“Chaplin, señalado para morir en un complot de guerra de 1932”, tituló The New York Times su crónica sobre el incidente cuando fue revelado en una entrevista por el cineasta en 1942. “Al explicar su apresurada salida de Japón tras el asesinato del primer ministro Tsuyoski Inukai, el señor Chaplin afirmó que su nombre figuraba en la lista de asesinatos preparada por extremistas japoneses para el atentado terrorista de mayo de 1932”. El rotativo americano atribuyó el atentado a la Sociedad del Dragón Negro, un grupo que, asegura, “destruyó la oposición popular al imperialismo en Japón y lanzó al país hacia la conquista”.
Chaplin aseguró que se salvó por asistir a un combate de sumo con el hijo del primer ministro Inukai la noche en que los terroristas irrumpieron en el domicilio del político y le dispararon.
El comediante siguió adorando lo japonés, Estados Unidos declaró la guerra a Japón y terminó borrando del mapa con una bomba atómica la ciudad natal de su querido Toraichi Kono.
* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.