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El fotógrafo argentino Daniel Mordzinski, célebre por sus retratos de escritores, llega a Tokio para exhibir su obra, explicar por qué en sus imágenes nunca figura ningún libro y desvelar el origen de su antipatía hacia los payasos. (Lea aquí más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).
Por su barba y melena blancas, su eterna gorra negra y su gusto por el luto riguroso, es fácil que un algoritmo mal entrenado lo confunda con el sacerdote y poeta nicaragüense Ernesto Cardenal.
Muchas de las imágenes expuestas en el Instituto Cervantes de Tokio, pertenecen a su libro Color Cartagena, 20 años del Hay Festival. Las fotografías tienen como hilo conductor la luz del Caribe y la ropa fresca de los novelistas, ensayistas, dramaturgos y poetas, acabados de salir de un hotel bien refrigerado para pasear y posar serios, sonrientes, tensos, traviesos o cómplices, entre murallas, callejones, playas discretas y terrazas.
Para anticiparse a las trilladas e impertinentes preguntas a las que estamos obligados los periodistas silvestres, Mordzinski incluye en su libro una autoentrevista.
¿Cuántos escritores ha fotografiado?: “Podría calcularlo, pero me parece un poco mercenario: una pequeña traición al espíritu de mi trabajo que no por numeroso deja de ser —o al menos lo intenta—artesanal”.
El director del Cervantes, Víctor Andresco, le preguntó delante de los asistentes a la inauguración por qué decidió hacerse fotógrafo. Respondió con una anécdota cuya cadencia perfecta hace pensar que, a sus 65 años, debe de haberla narrado un buen número de veces.
Tenía ocho años cuando en un espectáculo infantil se ganó una rifa y, aunque su padre había perdido el número ganador, el pequeño Daniel levantó la mano y el payaso que animaba lo invitó al escenario tras pedir un aplauso. Cuando el payaso le reclamó el número, confesó avergonzado: “Mi papá lo perdió”. El payaso lo despidió con un “Andá a sentarte”, antes de sortear de nuevo “su regalo”: una cámara Kodak Fiesta.
“Este largo viaje de casi medio siglo por la literatura y por la fotografía, es una revancha, una búsqueda de esa cámara que ese payaso me robó”, concluyó. Y añadió: “Posdata: detesto a los payasos”.
Se interesa por saber qué libros leen los escritores, pero renuncia a fotografiarlos en sus estudios, pues considera que “la mejor manera de sacar a un escritor de su pose, es proponerle una mera pose”.
Le pido posar frente al enorme mural con su foto de García Márquez que adorna la entrada de su exposición y, gentil y generoso, encuentra una maceta de claveles y se la ofrece al fallecido premio Nobel que originó el Hay Festival y que fue decisivo en la carrera de un retratista cuya autoría tiene ya carácter de alto reconocimiento literario.
* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.