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El aumento de la popularidad y la eventual victoria presidencial en Argentina de Javier Milei, candidato del movimiento Libertad Avanza, obligaría a desempolvar aquella frase atribuida a Simon S. Kuznets (1901-1985), ganador del Nobel de Economía, según la cual hay cuatro tipos de países en el mundo: los desarrollados, aquellos en vías de desarrollo, Japón y Argentina. (Recomendamos más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).
La frase alude al inclasificable “milagro japonés”, ocurrido en tiempo récord en un país devastado por la derrota de la Segunda Guerra Mundial, y al inexplicable caso de Argentina, una nación democrática modélica, rica en recursos y con un futuro deslumbrante, sucumbiendo a la depresión, las dictaduras y la hiperinflación.
La nueva hermandad entre el país del kabuki y el del tango nacería no de un paralelo económico o político, sino del tema, nada banal, del peinado del polémico político argentino, obra de Lilia Lemoine, mujer de 43 años que ha declarado ser una de las mejores practicantes de cosplay del mundo.
La palabra cosplay es uno de los aportes más recientes del japonés a todos los idiomas del mundo, incluido el español. Es un término híbrido que elevó la categoría de los disfraces al exigir que, además de llevar la indumentaria de un ídolo admirado, se estudie a fondo su biografía y se imite, dentro de lo posible, su conducta.
Como otros términos japoneses modernos, cosplay —apócope de la expresión inglesa: costume play o representación teatral con trajes de época— fue apropiado por los aficionados japoneses al manga, el anime o los videojuegos que querían transformarse en algún fantástico personaje.
En la política japonesa, el cosplay más efímero y criticado hasta hoy fue realizado por el fallecido primer ministro Shinzo Abe, cuando apareció vestido de Super Mario al final de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, para anunciar los siguientes en Tokio 2020.
Nada más ascender de un tubo vestido del popular personaje de Nintendo, Abe se despojó de inmediato del disfraz y, en una entrevista posterior, confesó su temor a haber hecho el ridículo.
En el caso de Milei, que, al contrario de Abe, adora la exageración y el esperpento, su peluquera dice haberle cambiado la imagen inspirándose en Wolverine, el personaje de Marvel con frondosas patillas, poderes de regeneración y unas peligrosas garras retráctiles.
Como el escepticismo ante una eventual victoria de Milei recuerda el que suscitaba en su momento el entonces candidato Donald Trump, hace falta empezar a pensar en las consecuencias de un posible triunfo propiciado por una mujer que además de haber puesto el cosplay en la historia política de un país hispanohablante, ha recibido de su jefe, según sus propias palabras, un “disfraz de candidata a diputada”.
* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.