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Torre de Tokio: futuro mejorable 


Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa.

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Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio
04 de mayo de 2025 - 02:00 a. m.
Cola en el pabellón de Japón para ver y tocar trozos de una roca caída de Marte.
Cola en el pabellón de Japón para ver y tocar trozos de una roca caída de Marte.
Foto: Gonzalo Robledo
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Un informe reciente de un medio japonés cuestionaba la utilidad de la Exposición Universal Osaka 2025 para un país que ya no marca, como lo hizo a lo largo de la segunda parte del siglo pasado, las tendencias futuristas del mundo. (Lea más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).

El avance imparable de Japón hacia el declive, vaticinado por el consenso de los analistas, abona el terreno para el pesimismo y la Expo Osaka 2025 se reduce, para muchos periodistas y medios críticos, a un gasto innecesario del dinero público para la segunda ciudad de Japón.

A la pregunta de un medio local de ¿cuánto falta para completar el objetivo de los 150.000 visitantes diarios que garantizarían la meta de tener 28 millones de entradas en los seis meses del evento?, el gobernador de Osaka, Hirofumi Yoshimura, respondió en una rueda de prensa que aún es pronto para calcular, y pide no olvidar que menor número de visitantes no quiere decir, necesariamente, menos ingresos.

Aunque la fuerte devaluación del yen ha convertido a Japón en un destino barato para los visitantes extranjeros, para japoneses y residentes la entrada a la Expo, el almuerzo, los refrescos y los objetos de recuerdo implican un desembolso significativo que se agranda para los padres de familias numerosas.

La presencia de niños pequeños, e incluso bebés llevados en cochecitos, confirman que las expos universales tienen un fuerte componente de diplomacia pública.

Cada país se esmera en mostrar lo mejor de su cultura, su presente y su tecnología con el fin de crear en los visitantes memorias duraderas y, de ser posible, imborrables.

“Hice una cola de ocho horas para ver la roca lunar en el pabellón de EE. UU.”, me dice un señor sesentón al recordar la Expo Universal de Osaka 1970. Seis años antes, en 1964, Japón había celebrado su reaparición en el mundo como país capitalista con los primeros Juegos Olímpicos de Tokio.

Además de un recinto sacado de la ciencia ficción, Osaka 1970 se anunciaba bajo el lema “Progreso y armonía para la humanidad”.


La frase, como casi todas las de las exposiciones mundiales, era lo suficientemente amplia como para abarcar ideas y conceptos dedicados a planificar un futuro mejor para la humanidad.


En su segunda expo universal Osaka se promociona en 2025 con el lema “Diseñando la sociedad del futuro para nuestras vidas” y formula la pregunta “¿Qué es una vida feliz?”.

A riesgo de parecer retórica o romántica, la cuestión invita a reflexionar en cómo es posible que los mismos seres humanos que desarrollan maravillas científicas como la inteligencia artificial y la biotecnología, fomenten una creciente brecha económica y un aumento de los conflictos internacionales.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio

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