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Una de las constataciones más interesantes que tiene lugar en la Exposición Universal Osaka 2025 es la escasez de intérpretes capaces de traducir entre el español y el japonés sin que los oyentes que entienden ambos idiomas miren al cielo e imploren a su respectivo dios que baje, los oiga, abra el diccionario y los auxilie. (Lea más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).
Entre los numerosos errores de traducción abundan los jocosos, como el de etiquetar “gente salada” a una delegación española elogiada por su gran simpatía en el discurso agradecido de un alto funcionario nipón.
Menos frecuentes, por fortuna, son aquellos errores de traductores que tergiversan la intención del orador y reemplazan, por ejemplo, la palabra “genocidio” (pronunciada con deliberada carga política por un gobernante latinoamericano), por el descafeinado “murieron personas”.
Comenté el tema con algunos académicos japoneses y supe que en el origen del problema se encuentran la ausencia de una auditoría rigurosa en las traducciones y la laxitud a la hora de perdonar errores considerados veniales por parte de personas que están en posición de señalar los errores.
Algunos intérpretes practican el dicho “en tierra de ciegos el tuerto es rey” y se proclaman, según me contó un testigo indignado, lo “los intérpretes de los jefes de Estado”.
Ser intérprete de español-japonés es un trabajo bien retribuido, pero de frecuencia variable, me dijeron.
La oferta de empleo del español decrece a medida que el inglés se afianza como lengua franca y más hispanohablantes lo hablan con fluidez.
En las facultades de filología decae el número de estudiantes de lenguas que no representan un buen retorno económico.
El español es un idioma de limitada salida laboral en Japón y los sectores que requieren su uso regular recurren a la formación de sus propios intérpretes, los cuales, a fuerza de práctica, alcanzan altas cotas de especialización.
En tiempos de gran demanda (como la Expo de Osaka que reúne a más de 150 países y regiones del mundo), entran en el mercado personas que carecen de los conocimientos suficientes para hacer frente a discursos abiertos a innumerables y sutiles matices geopolíticos.
También se ven en la Expo intérpretes que hicieron carrera describiendo en ambos idiomas los componentes de un automóvil, retirados y enfrentados a discursos pronunciados en elegante retórica decimonónica.
La voz más indignada que escuché propuso pedir a los afectados, clientes que pagan por un servicio mediocre y de resultados arriesgados, que pongan fin al castigo de Babel, denuncien, reclamen a las agencias de intérpretes y paguen para formar sus propios profesionales.
Se garantizará así que las conversaciones bilaterales sean ejemplos de buena comunicación entre los pueblos y no un sainete que divierte y sorprende a unos pocos elegidos.
* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.