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Torre de Tokio: la eterna Butterfly

Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa.

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Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio
31 de agosto de 2025 - 02:00 a. m.
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Foto: Gonzalo Robledo
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Cuando el representante extranjero de una multinacional termina su ciclo laboral en Tokio, surge la posibilidad de que se repita el drama de Madame Butterly, la ópera del forastero que después de una larga estadía deja atrás, como si fuera un electrodoméstico que no funciona o una chaqueta rota, a su novia japonesa. (Lea más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).

Enviados al otro lado del mundo solos, con sueldos generosos y gastos de representación, muchos ejecutivos, diplomáticos o académicos occidentales deciden que su casa en Tokio es demasiado grande y se emparejan con una mujer local, casi siempre en la flor de su juventud, obligatoriamente bilingüe y de buen ver.

El idilio suele ir de caliente a tórrido y, en el momento de la partida, varios años después, él decide que la exótica mujer, que le ha dedicado los mejores años de su vida, no tiene lugar en su tierra natal y decide regresar solo.

Ella, con el corazón partido, retoma su anterior estilo de vida. Él regresa a un ascenso laboral, se casa -si no estaba casado- y atesora en un disco duro las fotos de Japón como un capítulo singular en su vida.

El triste patrón emotivo fue inmortalizado por Giacomo Puccini en “Madame Butterfly”, la historia de Cio-Cio, una joven geisha en el Nagasaki de principios del siglo pasado que se enamora de Pinkerton un marino americano que la toma en matrimonio, desaparece tres años y luego la abandona.

La ópera ha sido criticada por perpetuar esquemas machistas e insistir en la idea de la mujer asiática frágil, devota y pasiva.

Pinkerton es vilipendiado como la encarnación del imperialismo y la arrogancia occidental.

Obras como el musical Miss Saigon o la novela y película “Seda”, reproducen la desigual plantilla y siguen siendo éxito de público.

Aunque las comunicaciones modernas y el ubicuo internet han ayudado a internacionalizar las mentes y a prevenir que almas inocentes recaigan, el esquema persiste, según me lo han confirmado los cuatro o cinco Pinkerton que he conocido hasta ahora.

Hace unos días, un conocido europeo que llevaba cinco años de residencia durante los cuales le vimos invariablemente acompañado de una elegante mujer local más joven que él, anunció su despedida.

Cuando le preguntamos qué pasaría con su novia, respondió extrañado: “¿Cuál novia?”. “No ha habido nunca nada entre nosotros. Solo se trata de mi mejor amiga”, afirmó. Lo felicité por su excepcional relación y sentí la necesidad de examinar mis conocimientos sobre las relaciones de pareja en la era de Tinder.

También me pregunté cuándo estará listo el mundo para una adaptación que incorpore mensajes de texto y empodere a las geishas en una de las óperas más representadas de la historia.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio

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