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En recepciones, inauguraciones y fiestas diplomáticas de Tokio, muchos asistentes se sienten honrados y se preparan para subir su foto a Instagram cuando aparece la esplendorosa viuda de un gobernante histórico y examante de un célebre espía de la que procuro, por razones de seguridad, mantenerme a tres metros de distancia. (Lea aquí más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).
Supe de su existencia en la inauguración del Instituto Cervantes de Tokio en 2007, donde la agencia de publicidad que lanzó la casa del idioma español en Japón se anotó un gol con la presencia de una celebridad local que magnificó la cobertura mediática.
Su nombre de pila es Naoko Nemoto, pero se hace llamar Madame Dewi (en japonés Dewi Fujin), una abreviación del nombre indonesio que le fue otorgado cuando se casó en 1962 con el presidente Sukarno, colaborador del ejército nipón durante la Segunda Guerra Mundial, en cuya biografía se encuentran calificativos como encantador, mujeriego, dictador, corrupto y padre de la independencia de Indonesia.
Para Naoko, una muchacha de origen humilde que pagaba la educación de su hermano menor trabajando en el Copacabana, un bar de Tokio donde se dice que un whisky costaba un salario mínimo mensual, ser una de las esposas de Sukarno significó una vida de opulencia. Cuando su marido fue derrocado en un golpe militar y falleció en 1970 con 69 años, Naoko quedó millonaria y con su hija empezó a vivir en Suiza, Francia, Estados Unidos y Japón.
En Suiza se hizo amante de Francisco Paesa, un personaje cuya rocambolesca existencia la resumió en su obituario más reciente el diario londinense The Telegraph en mayo de 2023: “Fallece superespía español, por segunda vez”. En la biografía novelada de Paesa, titulada El espía de las mil caras, de Manuel Cerdán, se cuenta que Dewi pagó varios miles de francos para sacarlo de la cárcel y luego lo dejó.
En Estados Unidos, en 1992, Dewi tuvo un altercado con la filipina nieta de un expresidente del país asiático. Agraviada, resolvió el tema rompiendo una copa de champaña y atravesándole la cara. Estuvo detenida durante un mes y el rostro de la infortunada víctima tuvo que ser remendado con 37 puntos.
La persona que me relató el incidente fue quien me recomendó mantenerme alejado en las fiestas de la irascible Madame, que con 85 años se mantiene lozana como una lechuga.
Como ella atribuye su juventud a su dieta sana, envié una fotografía a un cirujano estético colombiano que vive en Europa famoso por su manos milagrosas. La prisa de sus dedos para teclear se hizo palpable en el texto pletórico de ues y eliminó cualquier duda: “Suuuuuperoperada. Salta a la vista”.
* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.