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Torre de Tokio: narradora artesana

Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa.

Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio
03 de diciembre de 2023 - 02:00 a. m.
La escritora Mercedes Cebrián en Tokio.
La escritora Mercedes Cebrián en Tokio.
Foto: Cortesía del Instituto Cervantes de Tokio

Gracias a la escritora española Mercedes Cebrián confirmo el abismo que separa a los países hispanohablantes de Japón al definir la palabra “artesano” y aprendo el uso que empieza a tener el término en la era digital. (Recomendamos más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).

La acepción más popular de “artesano” en español es la de alguien que “ejercita un arte u oficio meramente mecánico”. Excluimos así a cantantes de ópera, pianistas, fotógrafos y otros profesionales japoneses que se proclaman orgullosos artesanos por el número incontable de horas que dedican a alcanzar la excelencia en sus respectivos oficios.

Mercedes Cebrián, madrileña que como su admirado Woody Allen aliña con sarcasmo neoyorquino sus observaciones de la vida diaria, relaciona artesanía con música en su último libro, titulado Cocido y violonchelo.

La obra se inicia en una comisaría donde la autora acude a renovar el documento de identidad y aprovecha para confesar su preocupación —fingida, reconoce— por la deformación de sus huellas dactilares.

“Tengo un callo en el índice de la mano izquierda porque toco el violonchelo”, proclama y comienza una obra que celebro como un merecido homenaje a todos los oficios que usan las manos.

Con capítulos titulados “Manos ocupadas”, “Dedos” o “Manos de pianista”, el libro entero se podría promocionar con su cita del teórico de arte Ernst Fischer: “La mano es el órgano esencial de la cultura, la iniciadora de la humanización”.

Cuando voy por la mitad, Mercedes aterriza en Tokio y aprovecho su charla en el Instituto Cervantes para conocerla y contarle que en Japón las divas de la ópera se equiparan al carpintero que les fabrica a mano un atril por el simple hecho de que ellas también se ganan la vida con una parte de su cuerpo cuya destreza mejora con la práctica diaria.

El libro cita también el ensayo El artesano del sociólogo Richard Sennet, quien define la habilidad artesana (craftmanship, en inglés) como el impulso humano de hacer las cosas bien hechas.

Bennet, me entero en YouTube, defiende a un grupo de programadores informáticos que abandonaron la empresa Microsoft por lanzar programas medio terminados para que los usuarios los prueben y sugieran cómo completarlos. Aunque la práctica es habitual entre los fabricante de software, los programadores amigos de Bennet querían hacer su trabajo bien hecho antes de cobrar y dimitieron beligerantes bajo el mote “artesanos del código”.

Como Mercedes anunció en el Cervantes que no esperará nunca el Premio Nobel, estuve a punto de explicarle que su libro ha logrado el galardón máximo que otorgaba mi finada tía Rosalba a las obras culturales que proyectaban los domingos en el cine del barrio cuando cumplían dos requisitos: divertir y enseñar.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio

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Melmalo(21794)03 de diciembre de 2023 - 04:44 p. m.
Muy interesante .
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