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Torre de Tokio: paz armada

Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa.

Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio

27 de diciembre de 2025 - 09:00 p. m.
La fragata Mogami, en imagen de la cuenta de X del Ministerio de Defensa de Japón.
Foto: Archivo Particular
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La venta de once buques de guerra japoneses a la Armada Real Australiana, anunciada en agosto pasado, convierte al país de Toyota, Sony y Nintendo en un actor más en el mercado global de defensa y deja atrás su imagen de potencia económica amante de la paz desarmada. (Lea más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).

Después de revisar ofertas alemanas, españolas y surcoreanas, Australia eligió la fragata Mogami, una esbelta nave de silueta angular fabricada por Mitsubishi Heavy Industries para guerra marítima de alta intensidad.

Las Mogami reemplazarán la flota Anzac, sofisticadas naves de diseño alemán que se usan desde 1996, y costarán 6.500 millones de dólares estadounidenses, o el equivalente a dos años del Producto Interno Bruto de Belice.

Desde el punto de vista geoestratégico Australia adquiere artefactos bélicos de alta tecnología fabricados por un país aliado de Estados Unidos y con el que —pese a haberse enfrentado durante la Segunda Guerra y no tener alianzas militares—, comparte la preocupación por el aumento del poder naval de China en la zona.

Para Japón, la venta marca un hito en su historia de país vetado de participar en guerras internacionales por su Constitución pacifista, impuesta por el ejército vencedor estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial.

Aunque la Carta Magna no prohíbe la venta de material bélico a otros países, la no exportación fue considerada una obligación moral cuando en los años setenta se fijaron directrices no vinculantes que duraron intactas hasta 2014.

Ese año el entonces primer ministro Shinzo Abe (1954-2022), político nacionalista que abogaba por reformar la Constitución para permitir la defensa colectiva, promovió el término “paz proactiva” y fomentó la participación nipona en operaciones internacionales de seguridad y facilitó la exportación de material bélico.

Al abrir el mercado mundial aumentó la lista de compradores para los fabricantes japoneses, cuyo único cliente para sistemas de armas completos hasta entonces era el ejército nipón.

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En 2024 la tensión geopolítica produjo un aumento del 5,9% de ingresos en los 100 principales proveedores militares del mundo, según el Instituto Internacional de Investigaciones para la Paz de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés).

Las empresas japonesas, en particular, registraron un alza de ventas del 40% interanual.

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Desde este año, Estados Unidos ha empezado a comprar misiles Patriot PAC3 hechos en Japón y, según la agencia de noticias japonesa Kyodo, Tokio negocia con Filipinas la venta de misiles tierra-aire de medio alcance Tipo 03 Chu-SAM.

Hirohito Ogi, analista de defensa del Instituto de Geoeconomía (IOG), afirma que el fortalecimiento de la industria de japonesa de defensa es innegable y justifica el impacto de las afirmaciones de la primera ministra Sanae Takaichi sobre la ‘amenaza existencial’ que representaría para Japón una invasión china de Taiwán.

*Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio

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