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Torre de Tokio: una miniaturización vigente

Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa.

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Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio
24 de agosto de 2025 - 02:00 a. m.
A mediados del siglo XX fue presentado el primer transistor de radio de un fabricante japonés. Este es el TR-55, el primer producto respaldado por la marca Sony.
A mediados del siglo XX fue presentado el primer transistor de radio de un fabricante japonés. Este es el TR-55, el primer producto respaldado por la marca Sony.
Foto: Archivo particular
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La posibilidad de realizar películas, dibujar planos arquitectónicos o guardar bibliotecas enteras dentro de aparatos que caben en la palma de una mano confirma que las miniaturas tecnológicas avanzan vertiginosas por un largo camino iniciado a mediados del siglo pasado por los grandes fabricantes japoneses. (Lea más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).

En 1957, los ingenieros de Sony sorprendieron al mundo con el primer radio transistor con todos los componentes reducidos a su mínima expresión.

El artilugio permitió, por ejemplo, que un agricultor atendiera su siembra más allá de las montañas mientras escuchaba noticias, conciertos, programas educativos o retransmisiones deportivas.

Occidente, maravillado, buscó explicaciones al portento y encontró tradiciones como el bonsai, la técnica tradicional heredada de China para cultivar árboles enanos, y la escritura ideográfica, también importada desde su vecino asiático y cuya práctica agudiza la minuciosidad y la atención al detalle.

A esto se sumó la alta densidad de su población en las grandes ciudades niponas que obligaron a optimizar el espacio. Fabricar compacto y pequeño y con gran calidad se volvió una característica cultural del país derrotado en la Segunda Guerra.

En 1979, Sony deslumbró de nuevo con el Walkman, un reproductor electrónico poco más grande que el cassette que alojaba y cuyos auriculares, que pesaban lo mismo que un huevo (45 gramos), permitían que cada individuo paseara escuchando su propia banda sonora.

Las masas de jóvenes equipados con el innovador aparato caminando ensimismados por las calles provocaron los habituales vaticinios apocalípticos que genera cada nuevo avance tecnológico. Se habló del final de la interacción social y, los más pesimistas, anunciaron una era de egoísmo y narcisismo.

En la Exposición Universal de Osaka de 1970, la empresa japonesa Nippon Telegraph and Telephone (NTT) presentó su primer prototipo del teléfono inalámbrico.

Cuando nueve años después estuvo lista la red celular automatizada analógica, fabricar terminales telefónicos portátiles se volvió un codiciado objetivo industrial.

Las marcas japonesas lanzaron sofisticados aparatos inalámbricos con múltiples funciones, como radios, cámaras y receptores de televisión. La feroz competencia potenció una mayor miniaturización y, a la vez, abrió las puertas para la complejidad.

Los diminutos y complejos aparatos marcaron el final de la hegemonía de la tecnología nipona de consumo y los fabricantes surcoreanos, norteamericanos y luego chinos, desplazaron a Japón del mercado mundial con terminales diseñados para un usuario universal deseoso de eficacia pero, sobre todo, de simplicidad.

Que el actual primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, sea famoso por haber trasnochado armando modelos de barcos de guerra de países como Estados Unidos o Rusia, para regalar al día siguiente en reuniones con personalidades de esas naciones, constata que, en gran medida, el amor nipón por la miniatura se mantiene.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio

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