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El histórico discurso de Hebe de Bonafini sobre los desaparecidos en Argentina

A propósito del segundo aniversario de la muerte de la fundadora de las Madres de la Plaza de Mayo, rescatamos sus palabras al recibir el Premio Unesco de Educación para la Paz en 1999, hace 25 años.

Hebe de Bonafini / Especial para El Espectador

20 de noviembre de 2024 - 09:00 a. m.
Foto del 18 de mayo de 2016 de la presidenta de la Asociación de Derechos Humanos Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, quien murió el 20 de noviembre de 2022, a los 93 años de edad, luego de dedicar parte de su vida a denunciar la impunidad en la desaparición de personas durante la dictadura militar en Argentina y la violación de derechos humanos en América Latina. El 8 de febrero de 1977, su hijo mayor Jorge Omar fue secuestrado y desaparecido, en La Plata y, el 6 de diciembre, ocurrió lo mismo con su otro hijo varón, Raúl Alfredo, en Berazategui. El 25 de mayo de 1978 desapareció también su nuera, María Elena Bugnone Cepeda, esposa de Jorge.
Foto: AFP - EITAN ABRAMOVICH
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París, Francia, 13 de diciembre de 1999

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Señoras y señores de la Unesco, amigos, compañeros, hombres y mujeres que con su aplauso nos dan la seguridad de que este es el único camino posible.

El señor director de la UNESCO ya les ha dicho, les ha contado, algunos ya conocen que desde hace 22 años, cada jueves −como si fuera el único y el mejor− marchamos en la Plaza. Allí nos juntamos con nuestros hijos, allí los sentimos vivos.

Desde el primer momento las Madres, sin saberlo, estábamos educando para la paz. Estábamos caminando en una Plaza enfrentando la dictadura, estábamos haciendo un gran esfuerzo para no quedarnos en una cama llorando.

Cada mañana nos proponíamos: ¿qué vamos a hacer? Cada mañana sin los hijos, cada mañana que nos despertábamos y perdíamos cada día las esperanzas de encontrarlos. Cuando nos dimos cuenta de que ellos no iban a volver, tomamos la decisión de no abandonar la Plaza, tomamos la decisión de que íbamos a luchar hasta el último día de nuestras vidas y también tomamos la decisión de que la lucha individual no tenía ningún sentido, que debíamos asumir la responsabilidad de socializar la maternidad, haciéndonos madres de todos.

Recorrimos el mundo, somos solidarias con todas las madres del mundo que sufren, con todas las madres del mundo que ven morir a sus hijos de hambre, por las bombas, por las guerras, por enfermedades de la pobreza, porque es un mundo muy perverso y aprendimos en la calle lo que nuestros hijos nos decían siempre: “Mamá, la solidaridad es el único camino”; socializar, repartir, compartir.

Socializar la maternidad no es cosa fácil, pero lo hicimos para hacernos madres de todos, no solo de nuestros hijos, los 30.000 de la Argentina, los 15.000 fusilados, los 9.000 en las cárceles, y el millón y medio en el exilio. Sino de miles y miles de otros hijos que en otros pueblos también son secuestrados, y hoy, con esta perversión de la globalización, con esta perversión del capitalismo, los nuevos desaparecidos del sistema son los hombres que no tienen trabajo, son los hombres que no pueden llevar comida para sus hijos, son los hombres y mujeres que ya no cuentan para nada, ya no se los tiene en cuenta ni para la vivienda, ni para la comida, ni para la educación, ni para la salud.

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Son los nuevos desaparecidos del sistema, y también luchamos por eso y también entregamos nuestra vida a esa lucha. Muchos nos quieren comprar, muchos ofrecimientos nos han hecho. Nosotras no vamos a hacer un partido político; para nosotras no queremos nada, a nuestros hijos ya no los vamos a recuperar físicamente, pero los recuperamos cada vez que un hombre pelea, cada vez que un hombre lucha, cada vez que un hombre reclama, cada vez que un hombre existe. Nuestros hijos viven, les damos vida en cada acción. Aquí, esta noche, seguro que nos están impulsando, nos están acompañando.

Los revolucionarios nunca mueren, porque hacen cosas tan hermosas, tan bellas, tan solidarias y tan increíbles que jamás pueden morir. Mientras haya un solo hombre que sea capaz de levantar la voz, allí estarán ellos. Nos quieren comprar con reparación económica, somos la única organización en nuestro país que la rechaza, porque también hay que educar con la ética.

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Queremos decirles a los jóvenes de hoy “pibes: la vida de ustedes no vale plata, la vida de nuestros hijos no vale dinero, vale vida”. Jamás venderemos la sangre de nuestros hijos, no hay plata para pagar la vida de ningún hombre que la entrega por su pueblo. Nos repugna la reparación económica, queremos justicia, queremos cárcel para los asesinos, queremos la prisión, no esta farsa de decir que están presos los que viven cómodamente en sus casas. Y no aceptamos la lucha individual, y no queremos monumentos, todo es de la muerte. Monumentos para los muertos, reparación para los muertos, exhumación de los muertos, museos de los muertos.

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Las Madres toda la vida hemos luchado por la vida, jamás imaginamos a nuestros hijos muertos. Jamás imaginamos la muerte a pesar de que le estamos poniendo todos los días vida a la muerte. Y no es fácil ponerle vida a la muerte, sobre todo cuando estamos hablando de nuestra carne, de nuestros hijos, de los que fueron vilmente torturados, cuando un pueblo se callaba, cuando un mundo no alzó su voz para decir ¡Basta!

Por eso las Madres hoy seguimos luchando, para que no se repita, para que no pase más en ningún lugar del mundo, para que no haya madres, niños, mujeres y jóvenes que tengan que estar pidiendo limosna. Nos duelen, nos taladran el alma los niños que viven y mueren en las calles, nos sentimos mal, sentimos que no estamos haciendo nada cuando vemos a una niña de ocho años que se prostituye, como la única forma de llevar dinero a su casa, ¿qué le podemos preguntar? Qué cara tenemos para preguntarle: ¿qué te pasa?, ¿por qué estás en la calle?, ¿por qué no vas a la escuela? No me sale nada.

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Por eso queremos educar, preparar a los jóvenes para que hagan política, para que se comprometan. La política no es corrupción, son los hombres los que la corrompen, son los hombres corruptos que nos engañan. Tenemos que hacer una generación de jóvenes que amen la política como la mejor acción del hombre, como la que nos liberará, como la que nos da mejor salida, como la que nos hace personas mejores.

Para eso la Universidad de las Madres, para eso lo que hacemos las Madres, para eso la marcha de cada jueves, para eso la acción de cada día. No importa cuánto nos amenacen, no importa cuántos nos quieran matar. Si la vida no vale para ponerla al servicio de lo que estamos haciendo, ¿para qué queremos la vida? La vida solo vale cuando uno la entrega a una causa y esta causa de nuestros hijos, este amarlos hasta el infinito, este sentirlos cada vez más vivos, con más razón para lo que hicieron, nos da la fuerza cada mañana para levantarnos, cada día para accionar, cada momento para decir: vamos a la guerra a apoyar a las mujeres de Yugoslavia, vamos a Irak a apoyar a las madres de Irak, vamos a Perú, vamos a Colombia, vamos a Chile, vamos a Brasil, y a donde nos llamen. “¡Estamos pa’ lo que manden!”, porque si somos lo que somos, es porque hemos puesto nuestra vida al servicio de la causa, que es la causa de otros pueblos, de otros hombres y de otras mujeres.

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El mundo no termina en la Argentina, no termina aquí nomás y lo estamos viendo. ¿De qué estuvimos hablando aquí? De la perversión, del terrorismo desde el Estado, del hambre, porque estamos luchando, porque el hombre está pudriendo el mundo. Necesitamos ser mejores personas. Queremos la paz, la deseamos con todas nuestras fuerzas, pero también sabemos que para conseguir la paz no debemos ponernos de rodillas, que la debemos conquistar con tesón, con tesón inquebrantable, con la frente alta, con nuestros pañuelos que representan la vida, en la Plaza y junto a todos los que sufren.

Estamos empeñadas en formar al hombre nuevo que se entregue a su pueblo para liberarlo de los que lo oprimen, que ese hombre y esa mujer luchen contra la piratería del capitalismo que se apropia del trabajo de muchos, que esa mujer y ese hombre sean honrados, dignos y revolucionarios. Y para terminar quiero hacer mías las palabras de ese gran hombre que fue Neruda, y él decía esto, que lo hacemos nuestro las Madres: Juramos que nuestra lucha seguirá viviendo y cantando a la dignidad en contra de los indignos, a la esperanza en contra de los desesperanzados, a la justicia a pesar de los injustos, a la igualdad en contra de los explotadores, a la verdad en contra de los mentirosos, y a la gran fraternidad de los verdaderos combatientes.

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Gracias

Por Hebe de Bonafini / Especial para El Espectador

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