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El miedo a otra imitación del asalto al Capitolio

El calendario electoral de 2023 será agitado: con comicios claves en todas las regiones, el mundo observa lo que hacen los populistas temiendo un nuevo asalto.

15 de enero de 2023 - 02:00 a. m.
El actual presidente, Recep Tayyip Erdogan, busca consolidarse en Turquía por una tercera década.
El actual presidente, Recep Tayyip Erdogan, busca consolidarse en Turquía por una tercera década.
Foto: AFP - KAYHAN OZER

Tras el asalto protagonizado por bolsonaristas a la Plaza de los Tres Poderes en Brasilia, el periodista Jim Scuitto, de CNN, se atrevió a preguntarse si Estados Unidos todavía “exportaba democracia” o era el negacionismo electoral su nuevo “material de exportación”. Lo que Scuitto quería destacar era la influencia innegable de la toma del Capitolio estadounidense del 6 de enero de 2021, llevada a cabo por seguidores de Donald Trump que desconocían los resultados electorales y vista ahora como el ejemplo a seguir de las turbas de fanáticos de líderes populistas. Más tarde Brian Winter, editor de Americas Qarterly, dijo en tono de broma: “Brasil, lamento mucho que sigamos enviándoles nuestras peores ideas”.

La de Brasilia no fue una insurrección lista. De hecho, estuvo llena de torpezas. A diferencia del asalto al Capitolio, el Congreso no estaba en sesión, lo que pudo haber generado más caos. Era domingo, así que las oficinas del Tribunal Supremo y de la residencia presidencial estaban cerradas durante el motín. Asimismo, la posesión del presidente Luiz Inácio Lula da Silva ya había ocurrido hace varios días. No había un motivo para asaltar el poder de interrumpir la certificación de los resultados. Pero estas serán las únicas diferencias: no se puede desconocer que esta movilización fue un eco de lo que dejó Washington.

Además de comunicarse por semanas en redes sociales a través de códigos como “la fiesta de Selma”, que fue el nombre clave para el asalto, también estuvieron los llamativos letreros en inglés que pedían el “código fuente” de las máquinas electorales. Todo tenía el sello de la turba que asaltó el Capitolio, donde estuvo este mismo patrón, mientras que la escena como tal estaba salida del libro de jugadas de Trump y su emblemático exasesor Steve Bannon: desconocer los resultados, promover la teoría del fraude y rechazar la asistencia a la posesión del rival. Pero más allá del vínculo entre ambos hechos, lo que permite ver todo esto es que una rebelión civil como herramienta para remover un gobierno democrático se ha popularizado tras el episodio en Estados Unidos.

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Con el episodio de Brasilia todavía fresco, expertos se han aventurado a señalar dónde podría ser la siguiente rebelión inspirada en el Capitolio. Como señala Peter Mwai, corresponsal de la BBC, África ha experimentado más golpes que cualquier otro continente. De los 16 golpes registrados a nivel mundial desde 2017, todos menos uno (Myanmar) han sido en África. Pero estos han sido sobre tomas del poder por parte de militares, y lo que inspiró el ataque al Capitolio es algo diferente: una sublevación civil. Por eso habría que separar los casos. Los ojos están sobre las elecciones de febrero en Nigeria, las más importantes para el continente y sobre las que Abdullahi Abdu Zuru, presidente de la Comisión Electoral Nacional Independiente de Nigeria, ya dijo que podrían ser canceladas por la inseguridad. Sin duda, estos comicios serán agitados.

Eduardo Porter, reportero económico de Bloomberg, destacó por su parte la alta inestabilidad que hay en el vecindario, con protestas aún activas en Perú y Bolivia, una enorme polarización en Argentina, Chile y Colombia, y un intento descarado de desmantelar la autoridad que supervisa las elecciones en México. Todas estas condiciones que menciona Porter vuelven más frágil la democracia en la región y crean un coctel explosivo como el que se vio en Estados Unidos y Brasil. Acá se destacan las elecciones en Argentina de octubre, donde el polémico Javier Milei se perfila como el “Trump argentino” y ya tiene antecedentes preocupantes: al igual que Bolsonaro, este populista incita a desconocer los resultados electorales.

Sin embargo, dado el calendario electoral de 2023, David Gómez, experto en relaciones internacionales de la Universidad de Florencia, apunta a otro lugar donde podría repetirse una escena como la que se vio en Brasilia: Turquía. Entre las elecciones programadas este año, a las que se suma las de Pakistán en octubre, la de Turquía ha sido reconocida como la más importante de todas. El actual presidente, Recep Tayyip Erdogan, busca consolidarse en el poder por una tercera década. Todas las potencias mundiales tienen los ojos puestos en el futuro de este país, dada su relevancia para los cálculos geopolíticos y económicos.

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“Al igual que Bolsonaro, Erdogan lleva años atacando a sus opositores y socavando los contrapesos del sistema democrático. Su última ofensiva se produjo en diciembre, cuando un tribunal encarceló e inhabilitó al alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, potencial rival del presidente en los comicios. Del mismo modo, las autoridades turcas han aprobado una ley que castiga con penas de prisión la difusión de información que sea falsa para el Ejecutivo”, señala Gómez en El Orden Mundial.

Pese a la persecución de Erdogan, Imamoglu se ha mantenido como un jugador activo de las próximas elecciones. La oposición lo cercó aumentando sus posibilidades de una candidatura presidencial, y su imagen joven y carismática podría volverlo un competidor más fuerte entre el electorado. Las reglas permiten que se postule mientras impugna la condena que fue, además, por un cargo insignificante: insultar a los funcionarios electorales. Esto sería muestra de que Erdogan se siente intimidado. Por esto, Gómez dice que, en caso de ser derrotado, es probable que Erdogan movilice a su base para impugnar los resultados electorales y dinamitar definitivamente la democracia.

“Las credenciales democráticas de Erdogan nunca han sido las mejores. Además, ha sido un dolor de cabeza para sus aliados europeos (Alemania y Reino Unido) como para otros (en el interior de la OTAN, incluso EE. UU.). Por supuesto, ni qué decir de los líderes de oposición que lo ven como el Gran Satán, que amenaza la libertad de prensa. Sin duda, más que disminuir su capacidad de acción la ha mantenido y aumentado”, señala Rafael Piñeros, profesor de la Universidad Externado de Colombia y experto en relaciones internacionales.

Piñeros también dice que “predecir dónde será la próxima insurrección puede ser más complicado que identificar los factores que llevan a esta”. Estos pueden ser la difusión de noticias falsas, el estímulo de la división social y de clases, y la interpretación de los códigos a conveniencia propia, por lo que “la reflexión sería sobre aquellos líderes autoritarios que sienten que están por encima de las instituciones y los controles públicos. Por qué no Lukashenko, Putin, Xi, etc.”, resalta el experto.

Las autoridades estadounidenses y brasileñas fallaron en contener las insurrecciones por ignorar estos factores. ¿Eran predecibles? Las investigaciones posteriores apuntan a una gran cantidad de pruebas que vaticinaban los asaltos, pero los entes de control ignoraron estas pistas. Por eso, Yascha Mounk, de The Atlantic, afirma que el único remedio para evitar que esto ocurra de nuevo una insurrección de este tipo no es simplemente “reconocer que un posible dictador imite a otro”, sino empezar a entender a los “movimientos populistas que han ascendido en la última década” y fortalecer los controles para combatirlos.

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