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Robert Francis Prevost, de 69 años, fue nombrado por el Vaticano como el nuevo papa, sucediendo a Francisco como el jerarca de la Iglesia católica. El ahora sumo pontífice, nacido en Chicago, pero nacionalizado peruano, tuvo una larga trayectoria en el país suramericano, donde sirvió por 20 años y se consolidó como obispo. Las personas cercanas a él lo definieron como una alternativa equilibrada entre las opciones papables.
El ahora líder de los católicos, que pertenece a la orden de San Agustín y escogió asumir su período en la Santa Sede bajo el nombre de León XIV, es estadounidense, pero su recorrido religioso lo ha hecho más que todo por fuera de su país. Apenas a los 27 años, se doctoró en Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino, en Roma, lo que tranquilizó un poco a los religiosos más conservadores a la hora de elegirlo como líder. En Perú, además, fue misionero, párroco, profesor y obispo.
Francisco lo nombró en algunas congregaciones vaticanas, hasta que asumió el cargo de prefecto del Dicasterio de los Obispos. También lo designó como presidente de la Comisión Pontificia para América Latina, dado su conocimiento sobre las periferias de la región. De hecho, en medio del cónclave iniciado el miércoles 7 de mayo, resaltó por ser uno de los pocos cardenales con visibilidad mundial, pues seleccionó a todos los obispos nombrados en los últimos dos años y medio, recibió numerosos episcopados en visitas ad limina apostolorum a Roma y acompañó a su predecesor en varios viajes internacionales.
Es aficionado al tenis y también políglota. Aparte de inglés y español, habla italiano, latín, francés, portugués y alemán. Además, ha visitado Colombia en al menos cuatro ocasiones.
Él coincide en el discurso de Jorge Bergoglio sobre la población pobre y los migrantes, teniendo en cuenta que tiene ascendencia española por el lado de su mamá, así como francesa e italiana por la rama paterna. De hecho, en declaraciones al sitio web del Vaticano, dijo: “El obispo no debe ser un principito sentado en su reino”. Al contrario, está llamado a “ser auténticamente humilde, a estar cerca de las personas a las que sirve, a caminar con ellas, a sufrir con ellas”.
Ahora bien, se distancia de Francisco con respecto a sus posturas frente a la comunidad LGBTI. Al respecto, ha realizado afirmaciones menos abiertas que las de su antecesor. Por ejemplo, en 2012, durante un discurso que dio ante los obispos, comentó que lamentaba la exaltación de formas de vida contrarias al Evangelio, refiriéndose a la unión entre parejas del mismo sexo y a sus hijos adoptivos. Además, siendo obispo de la ciudad peruana de Chiclayo, se opuso a un plan gubernamental para incorporar la enseñanza de género en las escuelas.
En el país suramericano se le reconoce su trabajo por los migrantes venezolanos y por las comunidades remotas, pero también se le ha asociado con críticas que lo vinculan con encubrir casos de abusos sexuales. La diócesis de Chiclayo negó categóricamente todas las acusaciones y aseguró que se trata de una campaña de desprestigio.
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