Cuando empezaron los primeros bombardeos rusos en Bucha, Hanna Predko huyó de la ciudad con sus tres hijos. Regresó “feliz” de que el Ejército ucraniano haya recuperado esta localidad cerca de Kiev, donde se hallaron decenas de cadáveres el fin de semana. “Estamos muy felices de que nuestras Fuerzas Armadas hayan logrado sacar a estos cabrones”, exclamó la mujer de 31 años. “Ahora todo el mundo conoce este lugar, lamentablemente a un precio enorme”.
El 24 de febrero, decidió huir hacia el oeste de Ucrania con sus tres hijos. Su madre, Natalia Predko, de 69 años, también salió durante una operación de evacuación de civiles, cuando la ciudad ya estaba ocupada por las tropas rusas. Su marido quiso quedarse. En los alrededores, los enfrentamientos nunca cesaron hasta que, a finales de marzo, los soldados rusos se replegaron de la ciudad, dejando atrás decenas de cuerpos, algunos con las manos atadas detrás de la espalda.
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El jueves, Hanna regresó a Bucha con su madre y, frente al Ayuntamiento, abrió el maletero de su coche lleno de comida para entregárselo a los habitantes. Ese día, un funcionario municipal colocó por primera vez, desde el final de la ocupación rusa de la ciudad, la bandera ucraniana en el tejado del consistorio.
Ciudad en ruinas
“Estoy muy feliz de haber regresado y de ver nuestra bandera nacional tras la liberación de nuestra ciudad por el Ejército ucraniano. ¡Gloria a Ucrania!”, afirmó Natalia, observando la bandera azul y amarilla. También se alegra por haber reencontrado a su marido, sano y salvo. “Tenemos previsto quedarnos aquí”, dice su hija. “Muchos de mis amigos viven en el extranjero, donde nos invitaron y teníamos posibilidad de irnos, pero decidimos regresar, aunque la ciudad esté en ruinas”, explicó la joven.
En una plaza delante del Ayuntamiento, jóvenes voluntarios distribuyen alimentos. Decenas de habitantes, la mayoría ancianos, recogen lo que les toca, tapados como en invierno, pese a un tiempo primaveral. Se van a paso lento, tirando un carrito o cargando bolsas de plástico llenas de comida.
Para llegar a Bucha, Boris Biguik, de 63 años, decidió agarrar su bicicleta. Quiere ver la casa de su hijo, un policía de la región que no estaba cuando la ciudad fue tomada por los rusos. Boris vive justo al lado, en la localidad de Vorzel, que también fue ocupada durante un mes por las tropas rusas. “El toque de queda terminó hoy. Así que decidí venir a arreglar la puerta de la casa de nuestro hijo, porque sus vecinos decían que estaba rota. Los rusos robaron todo lo que había en la casa, rompieron las puertas y las ventanas”, asegura. “Tenía miedo de entrar porque podía haber una trampa. Se puede esperar de todo de estos fascistas, ¡los vimos!”, afirma el jubilado, que también trabajó como policía.
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“Saquearon todo”
El expolicía, que en tiempos normales vive en Kiev, estaba en Vorzel con su esposa para descansar tras una operación. “No podía luchar”, explica. Cuando empezaron los bombardeos, les fue imposible regresar a la capital. Una noche, según cuenta, murió el hijo de una vecina “porque los rusos equipados con cámaras térmicas lanzaron granadas desde drones sobre todos los que salían”.
Hace una semana, cuando se marcharon los soldados rusos, “agarraron todo lo que podían. Saquearon todo, sus vehículos blindados estaban llenos de cosas robadas”, recuerda, mientras se sube de nuevo en la bicicleta para salir de Bucha. No tuvo tiempo de ver el pequeño convoy de todoterrenos blancos con el símbolo de Naciones Unidas que se paró en frente a la alcaldía.
Martin Griffiths, el secretario general adjunto de la ONU para Asuntos Humanitarios, visitó brevemente la localidad. “El mundo está profundamente conmocionado” por las exacciones cometidas, en particular en Bucha, afirmó. “La próxima etapa es realizar una investigación”, agregó.
Frente a una fosa común cerca de una iglesia blanca con cúpulas doradas, el arzobispo Sviatoslav Shevchuk, jefe de la iglesia greco-católica ucraniana, reza. “Aquí vimos el genocidio del pueblo ucraniano”, dice a la AFP. “Rezamos porque el juez más importante es Dios todopoderoso, pero hay que hacer justicia incluso aquí. De lo contrario, si no condenamos ese crimen, se repetirá”, agrega.
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