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Varias personas acudieron a Aviñón, en el sur de Francia, para darle las “gracias” a Gisèle Pélicot por su firmeza para que “la vergüenza cambie de bando”, pero, pese al veredicto de culpabilidad para los 51 acusados en este macrojuicio por violación, la decepción fue palpable.
“Solo cómplices, ¡es escandaloso!”, gritaron mujeres de colectivos feministas congregados ante el tribunal, al escuchar las penas de tres años de prisión (dos de ellos en suspenso) a 20 años impuestas a los 51 acusados. Un miembro de la familia, que pidió anonimato, aseguró que “los hijos están decepcionados” por lo bajas que fueron.
Sin sorpresas, los cinco magistrados impusieron la pena máxima de dos décadas de cárcel a Dominique Pélicot por drogar entre 2011 y 2020 a su entonces esposa Gisèle para violarla junto a decenas de desconocidos, pero el resto de condenas fueron inferiores a las solicitadas por la Fiscalía.
En el interior del tribunal, las familias de los acusados gritaron al escuchar las condenas a varios años de prisión. Algunas mujeres lloraron y esperaron un largo tiempo antes de salir para evitar que las cámaras de televisión de todo el mundo las filmaran.
Por primera vez desde que comenzó el juicio el 2 de septiembre, el público no homenajeó con un pasillo de honor a Gisèle Pélicot dentro del Palacio de Justicia, porque solo se permitió la entrada de los 180 medios de comunicación acreditados.
Pero esta mujer de 72 años, que se ha convertido en un ícono feminista mundial, sí pudo oír los fuertes aplausos del exterior, cuando llegó a primera hora de la mañana para escuchar las condenas contra los 51 acusados, entre ellos su ahora exmarido Dominique.
Cerca del tribunal, como desde hace casi cuatro meses, los muros amanecieron con mensajes feministas en carteles y pancartas: “Justicia para todas”. “La vergüenza cambió de bando, ¿y la justicia?”. También se leyó uno de mayor tamaño que decía “Gracias, Gisèle”.
“La violación afecta a las mujeres en todo el mundo. Es por eso que todas las miradas están puestas en lo que ocurrirá” aquí, explicó a la AFP Ghislaine Sainte Catherine, miembro del colectivo feminista Amazonas de Aviñón. La decisión de Gisèle de renunciar a un juicio a puerta cerrada, al que tienen derecho las víctimas de violación, “ha hecho que para muchas mujeres violadas la vergüenza haya cambiado de bando”, afirmó Pascale Plattard, ingeniera informática.
La valentía de Gisèle Pélicot
Bernadette Teyssonnières, una jubilada de 69 años de las afueras de Aviñón, llegó poco después de las 5:00 a. m., como cada mañana desde hace casi cuatro meses, para intentar conseguir un asiento en la sala.
Aunque inicialmente su objetivo era conocer cómo se desarrollaba un juicio, ya que en Francia no se retransmiten por televisión y solo pueden seguirse en persona o a través de las crónicas de los medios, esta mujer también dijo sentir admiración por la víctima. “Estoy impresionada por la valentía de esta mujer, que sufrió todo esto durante diez años, para mostrarse a cara descubierta”, confesó Teyssonnières, para quien “la vergüenza debe recaer en los agresores”.
Más que las condenas a estos hombres de entre 27 y 74 años de edad, es “todo lo que ocurrió durante el juicio lo que seguirá siendo importante: intentar entender cómo este señor llegó a este punto, por qué estos hombres (...) siguieron adelante cuando ella no reaccionaba, en lugar de marcharse enseguida”.
La mujer espera que este juicio permita a las familias conversar de forma más abierta y amplia sobre la cuestión del consentimiento. Hugo Mazure, un estudiante de Ciencias Políticas de 18 años, también acudió a primera hora a Aviñón para decirle “¡gracias!” a Gisèle: “Ella es claramente un símbolo de una lucha enorme y gracias a ella tendremos avances”.
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