El paso del papa Francisco por Colombia logró cosas que muy poco se ven en el país. Además de sacar a las calles a cientos de miles de personas que lo rodearon en sus recorridos por Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena, se dieron circunstancias que para muchos fueron consideradas milagrosas, como el hecho de que en Bogotá no hubo muertes violentas durante las 48 horas que estuvo el sumo pontífice en la ciudad. Lo cierto es que su paso dejó varios mensajes de esperanza y reconciliación en medio de un recién firmado Acuerdo de paz, así como un aliento a los jóvenes a no dejar de soñar en grande.
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Todo comenzó el 6 de septiembre de 2017. Desde muy temprano cientos de feligreses y curiosos comenzaron a rodear el camino que recorrería el papa Francisco, en un papamóvil, entre el aeropuerto de Catam hasta la Nunciatura Apostólica, en Teusaquillo, donde se hospedó por dos noches. La espera fue larga, debido a que el avión “Pastor I”, en el que el sumo pontífice llegó al país, tuvo que cambiar su ruta por el paso del huracán Irma por Centroamérica, pero finalmente llegó, casi sobre las 5 de la tarde a Bogotá.
“Cuando aterrizamos y salimos, nunca imaginé que hubiera tantas personas. Uno se embarga de la emoción, de los gritos, de lo que dice la gente, pero debe seguir con su trabajo”, recordó en el documental Francisco el general de la Policía Julio Cesar González, quien se encargó de la seguridad del pontífice en Colombia.
El papa saludó en el aeropuerto al entonces presidente Juan Manuel Santos y a una primera comitiva de niños y excombatientes de las Fuerzas Militares que lo esperaban en el aeropuerto. Más tarde, ya en la nunciatura, se puso una ruana boyacense, que le regalaron niños del Idiprón, y dio sus primeras palabras, dirigidas a los jóvenes. “No se dejen vencer, no se dejen engañar, no pierdan la alegría, no pierdan la esperanza, no pierdan la sonrisa”.
Lo que vino después fue una serie de encuentros tanto con mandatarios, miembros de la Iglesia y feligreses, entre los que primaron los mensajes a dar el primer paso y hasta el segundo, en lo que entonces se vislumbraba como una nueva esperanza de reconciliación en el país. “Cuanto más difícil es el camino que conduce a la paz y al entendimiento, más empeño hemos de poner en reconocer al otro, en sanar las heridas y construir puentes, en estrechar lazos y ayudarnos mutuamente”, señaló Francisco en uno de sus primeros encuentros en la Casa de Nariño, en Bogotá.
De esos primeros días, el vaticanista Néstor Pongutá ha resaltado que el papa también realizó visitas puntuales, como la que hizo al cardenal Pedro Rubiano, que para ese momento ya estaba retirado, y a Consuelo del Socorro Córdoba, una mujer quemada con ácido a la que convenció de que no se practicara la eutanasia.
En Villavicencio tuvo espacio para escuchar a las víctimas, entre las que estaban las de la masacre de Bojayá, quienes llevaron el cristo mutilado, que se convirtió en un símbolo de lo que ocurrió el 2 de mayo de 2002, cuando un cilindro bomba lanzado por las FARC a la iglesia en la que se resguardaban civiles dejó 119 víctimas mortales.
Además, en medio de la misa campal en el Parque Catama en Villavicencio hubo espacio para la beatificación del obispo Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, quien fue secuestrado y asesinado por el ELN, y del sacerdote Pedro María Ramírez Ramos, más conocido como “el cura de Armero”, quien fue víctima de actores armados un día después del Bogotazo.
También resaltan historias como la de la mujer que le narró al papa cómo perdió a toda su familia en medio de un ataque del ELN, así como hechos simbólicos como los que realizaron alrededor de 2.000 indígenas que le entregaron al religioso un acta en el que se referían al despojo de tierras del que han sido víctimas históricamente, la violación de los derechos humanos y las afectaciones que los hombres están generando sobre la tierra.
En Medellín, Francisco fue recibido con la euforia de cerca de un millón de feligreses, que lo acompañaron a lo largo del día, un poncho, un carriel jericoano y un sombrero aguadeño, que le entregó el entonces alcalde Federico Gutiérrez.
Allí estuvo en el centro de eventos La Macarena, donde se presentaron las reliquias de la madre Laura, así como visitó a los niños que han perdido a sus familias y que son atendidos en el Hogar San José. Escuchó la historia de Claudia Yesenia, quien posteriormente explicó que “después de que leí mi testimonio, me acerqué a él (al papa Francisco), le di un abrazo y me dijo que tengo que ser muy valiente de los retos que se me presenten en la vida”.
En Cartagena, su última parada ocurrió algo particular y fue que en medio de uno de los recorridos en el papamóvil el sumo pontífice se golpeó el rostro cuando el vehículo frenó intempestivamente. No solo no dejó que lo atendieran los médicos, sino que además decidió continuar con su recorrido que lo llevó hasta la olla comunitaria de Lorenza, una mujer de 77 años que para ese momento daba de comer a niños vulnerables en el barrio San Francisco.
“Fueron momentos de angustia, porque era algo que yo no me esperaba”, recordó en el documental Francisco la líder Lorenza Pérez, quien añadió que no podía creer cómo “un papa podría llegar a la casa de esta señora tan humilde. Yo oraba y me agarraba las manos y le dije: su excelencia, le agradezco a Dios que haya escogido el barrio San Francisco para visitar en Cartagena”.
También estuvo en la glorieta de Bazurto, en la casa santuario de San Pedro Claver, donde rezó el Angelus y, subido en un helicóptero, bendijo la figura de la Virgen del Carmen sobre la bahía de Cartagena. Finalmente Francisco presidió la última misa campal en Cotecar, a donde se estima que llegaron alrededor de 800.000 personas. Allí aprovechó para agradecer la acogida del país y para dar un último mensaje:
“No nos quedemos en ‘dar el primer paso’, sino que sigamos caminando juntos cada día para ir al encuentro del otro, en busca dela armonía y de la fraternidad. No podemos quedarnos parados”.
Su visita, sin duda marcó un hito en la historia moderna del país. Como lo establecieron cifras de la Presidencia, convocó a millones de personas en las ciudades en las que estuvo, al punto de que con tan solo los asistentes que hubo en la misa campal en el parque Simón Bolívar se hubiera podido llenar 28 veces el estadio El Campín o se harían siete festivales de Rock al Parque.
Francisco fue el tercer papa que visitó a Colombia, 31 años después de que Juan Pablo II estuvo en 11 poblaciones, incluida Armero, que para ese entonces había sido epicentro de una de las tragedias más grandes del país. Francisco, por su parte, llegó en medio de la esperanza que dejaba un nuevo Acuerdo de Paz, de la idea de forjar un nuevo país por una mejor senda por lo que centró su visita en dar una voz de aliento y reconocer algunas de las acciones positivas que ya se venían dando. “Es la hora para desactivar los odios, renunciar a las venganzas y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno”, recalcó el papa en uno de los 20 discursos y homilías que dio en su paso durante seis días por Colombia.
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