Posando con sus dos hijos ante las cámaras, sin saber que el micrófono estaba encendido, Carlos, en esa época príncipe de Gales, dijo: “Maldita gente”. Lo hizo sonriendo y apretando los dientes. Sobre Nicholas Witchell, corresponsal real de la BBC, agregó: “De todos modos no puedo soportar a ese hombre. Es tan horrible, realmente lo es. Odio a esta gente”. Entre la monarquía británica y la prensa hay una relación de amor y odio, de invitaciones y conflictos, y en medio de ello el monarca británico pasó un buen tiempo cortejando a la prensa, pero también invirtió gran parte de él en enfrentamientos, incluso judiciales, por los choques con algunos medios de comunicación.
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Carlos ha invitado a la prensa a recorrer sus jardines en Highgrove o a asistir a cenas de gala en Dumfries House, ha hablado con varios periodistas en su avión privado y ha usado lo mediático a su favor. Por ejemplo, Laura Clancy, autora del libro Running the Family Firm. How the monarchy manages its image and our money, escribió en Open Democracy que hay reportes que dan cuenta de que tanto él como la princesa Diana habrían permitido la filtración de historias a los periodistas que apoyaban sus propias posiciones sobre el divorcio, para tener a la opinión pública de su lado.
De hecho, los encuentros con la prensa han suscitado fuertes tensiones. Por mencionar unos casos, en 2005, Carlos obtuvo una orden judicial para evitar que el Mail on Sunday publicara más extractos de su diario de viaje, en el que, según el periódico, describía a los diplomáticos chinos en la transferencia de Hong Kong, en 1997, como “espantosas figuras de cera antiguas”. También obtuvo una orden judicial en 1995 para evitar que una ama de llaves publicara sus memorias en el Reino Unido.
Joe Little, editor gerente de Majesty Magazine, le comentó a The Gurdian que “como gran parte del resto de la familia, y durante generaciones, (Carlos) tendrá una relación de amor y odio con los medios, aunque me imagino que no hay mucho amor de por medio. Pero claramente se acepta que los medios son un mal necesario para promover, idealmente, solo el trabajo público de la familia real. Por supuesto, no funciona de esa manera. Son las vidas privadas de los miembros individuales de la familia las que son de mayor interés para la mayoría de los periódicos, y siempre ha sido así. Entonces, no hay duda de que hay irritación con los medios, pero hay que tolerarlos”.
La relación entre prensa y monarquía es compleja, y más en la época digital. Los medios han servido como vehículo de la monarquía para comunicarse con sus súbditos, y los medios han usado la familia real para ganar lectores y espectadores. Laura Clancy le dijo a la BBC que dicha lógica fue beneficiosa por un tiempo, pero en las últimas décadas la realeza ha tenido que operar dentro de “la era de los tabloides y la era de los chismes reales (…). La construcción de la familia real, como miembros de la realeza individuales con historias individuales, significa que la monarquía puede ser consumida por el público en la era del interés por la vida de las figuras públicas”. Ejemplo de ello son las recientes tensiones alrededor de los duques de Sussex, pero también el revuelo ocasionado tras el divorcio entre Carlos y Diana, exacerbado por la entrevista que ella le dio a la BBC.
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La percepción de los británicos alrededor de Carlos ha cambiado desde que asumió el control del Palacio de Buckingham. Las encuestas realizadas en los años previos a la muerte de la reina Isabel revelaron que los británicos preferían ampliamente la idea de que otro miembro de la familia real, como el príncipe William, se convirtiera en el máximo monarca. Sin embargo, una encuesta de YouGov, realizada para el periódico Times unos días después del fallecimiento de Isabel II, reveló que el apoyo a Carlos aumentó drásticamente desde que se convirtió en rey, en comparación con las encuestas de principios de 2022. El sondeo dictaminó que el 63 % de las personas creen que será un buen rey, un aumento de 24 puntos porcentuales desde marzo de ese año, mientras que el 15 % cree que hará un mal trabajo, en comparación con el 31 % de antes.
Como príncipe de Gales, Carlos fue blanco de varias críticas. De hecho, una de sus banderas, la del cuidado del medio ambiente, ha sido también usada en su contra. Durante los últimos 50 años, por lo menos, el heredero del trono británico ha hablado de cambio climático, contaminación y deforestación. En 2021, en la conferencia climática de las Naciones Unidas en Glasgow, Escocia (COP26), instó a los líderes mundiales reunidos a adoptar una “posición de guerra” para abordar el rápido calentamiento del planeta. El año pasado, aunque no asistió a la última edición de dicha cita en Egipto, organizó una recepción para discutir cómo abordar el cambio climático. En ella, en el Palacio de Buckingham, participaron 200 políticos y activistas, incluidos el primer ministro británico, Rishi Sunak; el enviado climático de Estados Unidos, John Kerry, y el entonces presidente de la COP, Alok Sharma.
Al monarca lo han cuestionado por doble rasero, según afirman sus detractores, porque, en paralelo a sus reparos y peticiones de reducir las emisiones de carbono, vive una vida de riqueza y lujos, en la que recurre al uso constante de aviones privados y en la que se ha opuesto a instalar turbinas eólicas en el Ducado de Cornualles, llamándolas una “mancha horrenda en el paisaje”. Tras la muerte de la reina Isabel, Patrick Thompson, de 61 años, quien estaba entre los miles de personas que hicieron fila para ver el ataúd de la difunta monarca en la Catedral St. Giles de Edimburgo, le dijo a Reuters: “Tengo todas las expectativas de que le irá extremadamente bien. Pero tendrá que adaptarse y guardar silencio sobre sus puntos de vista políticos. Se adelantó a su tiempo en cosas como el clima, pero ahora tendrá que ser mucho más cuidadoso con lo que dice”.
Clancy cree que mientras Isabel II mantuvo una personalidad mediática neutral, a pesar de que reinó en la época de la consolidación de la televisión y de la cultura de masas, el caso de Carlos es distinto, no solo porque se conocen algunas de sus opiniones políticas, como que considera el plan de deportar a los solicitantes de asilo a Ruanda como algo “espantoso”, algo que sus críticos consideran erróneo, pues a su parecer interferir en asuntos políticos no es labor de la realeza, sino que es el primer monarca británico que comienza su reinado en la era de las redes sociales. “Queda por ver hasta qué punto será capaz de mantener el equilibrio entre visibilidad e invisibilidad, particularmente cuando este equilibrio ya es precario”, concluyó la autora.
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