En diciembre de 2022, no muchos meses después de que Estados Unidos presenciara un episodio que dividió su historia reciente en dos —luego de que personas afines al presidente Donald Trump irrumpieron en el Capitolio para tratar de impedir la certificación de su contrincante, el demócrata Joe Biden— las autoridades alemanas frustraron también un intento de derrocar al Gobierno.
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En el primer episodio, el de Estados Unidos, se vio la participación de miembros de QAnon, un grupo de teóricos conspirativos que no creen en el gobierno; en el segundo se involucraron miembros de un grupo que, bajo el nombre de Reichsbürger, que traduce “ciudadanos del Reich”, niega la existencia de la república federal y, en consecuencia, la soberanía del país. ¿Su misión? Tomarse el Parlamento alemán, arrestar al entonces canciller Olaf Scholz, a ministros claves y al líder de la oposición, con la idea de instaurar una administración interina.
Ambas organizaciones, aunque se crearon en tiempos y contextos diferentes, comparten varias características. Algo de eso lo relató la periodista Katrin Bennhold en un episodio de un pódcast de The New York Times sobre teorías conspirativas y grupos extremistas de derecha. Allí se le escuchó decir que las dos entidades creen en la existencia de un Estado profundo y en que los gobiernos no son reales, razón por la cual se necesita una revolución.
El punto de quiebre, según ella, fue la pandemia del coronavirus, pues ese fue el momento perfecto para la unión de ambas corrientes. De hecho, a partir de entonces, se dio un tipo de fusión en la que, en Alemania, donde había unos 200.000 seguidores de QAnon, los miembros del Reichsbürger encontraron eco en la presencia en línea del grupo estadounidense: “Simplemente, funcionó para ellos. Estas dos teorías conspirativas se convirtieron en una sola, y eso fortaleció tanto a QAnon como al ‘Reino de Alemania’”.
¿Por qué hay teorías conspirativas?
Estos grupos, según Alejandro Bohórquez Keeney, profesor de la facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado, muestran el fracaso de las promesas de la democracia liberal, que, aunque se creyó que llegó hace años para ocupar gran parte de los espacios políticos, resultó no ser así.
Ellos, de acuerdo con lo dicho por él, son muestra de un populismo de derecha, xenófobo y excluyente, que expone el riesgo de un nuevo auge del fascismo: “Si bien no todo populismo es fascismo, todo fascismo es populista, y este es el gran miedo con las expresiones que se están conociendo en el siglo XXI”. Es decir, el cuestionamiento al orden liberal también se origina desde el nacionalismo extremo, y de ahí los reparos al orden internacional de hoy en día.
En el caso estadounidense, un partidario de la teoría de conspiración de QAnon, Jacob Anthony Chansley, fue condenado en 2021 a más de tres años de prisión por un delito grave de obstrucción, luego de participar en los disturbios del asalto al Capitolio de Washington. Aunque fue liberado anticipadamente, su condena fue una de las más largas entre todos los acusados, en un grupo de casi 1.000 personas que enfrentaron procesos judiciales.
Ahora bien, apenas este martes, la organización “Reino de Alemania” fue prohibida por las autoridades nacionales, y sus objetivos y actividades fueron catalogados como contrarios a la legislación penal y al orden constitucional. Además, su líder, Peter Fitzek, exprofesor de karate que se proclamó rey, fue detenido en compañía de otros tres fundadores del grupo.
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Ese movimiento, que surgió en la década de los años 80, ha desarrollado una cruzada directa contra las instituciones. De hecho, algunos de sus miembros se han negado a pagar multas e impuestos, han ignorado las órdenes judiciales o han declarado sus propios “territorios nacionales”, a los que han bautizado como “Segundo Imperio Alemán”, “Estado libre de Prusia” o “Principado de Germania”.
Otros, incluso, han impreso sus propios pasaportes y licencias de conducción, o se han declarado monarcas. En los últimos años, el grupo empezó a dar a conocer su lado violento cuando en 2016, por ejemplo, uno de sus seguidores mató a tiros a un agente de la Policía bávara mientras él le intentaba confiscar un arma. Ese mismo año, la agencia de inteligencia interior alemana, la Oficina para la Protección de la Constitución (BfV), puso oficialmente bajo vigilancia al movimiento Reichsbürger.
Citada por la Deutsche Welle, esa entidad estimó que, al menos para 2022, la organización tenía unos 23.000 miembros, con 2.000 personas más que las registradas el año anterior, y un 5 % de ellos clasificados como extremistas de derecha. La amenaza alcanzó niveles mayores con el intento de derrocar al Gobierno alemán, tras lo cual 25 personas fueron arrestadas y 380 armas fueron encontradas. Tres juicios principales comenzaron en abril de 2024 por cargos de terrorismo y conspiración, y aquellos realizados en Frankfurt, Múnich y Stuttgart aún continúan.
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