Todo empezó con la liberación del ruso Alexander Vinnik, experto en criptomonedas, y con la excarcelación del profesor estadounidense Marc Fogel, luego de un intercambio de detenidos entre Moscú y Washington. Más tarde se supo que Pete Hegseth, secretario de Defensa del recién posesionado Donald Trump, dijo en su primer viaje internacional, ante sus aliados, que su país ya no está “centrado principalmente” en la seguridad europea, y que es Europa la que tiene que tomar el liderazgo en la defensa ucraniana, asumiendo el rol de proporcionar “la parte abrumadora” de la ayuda militar y reconociendo que restaurar las fronteras anteriores a 2014, año en el que se llevó a cabo la anexión de la península de Crimea, no es realista. Poco después llegó el anuncio del republicano sobre las llamadas que sostuvo con Vladímir Putin y Volodímir Zelenski, que allanaron el camino para el posible inicio de una negociación entre ambos bandos en guerra.
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“Nadie quiere más esto que Ucrania. Junto con Estados Unidos, estamos trazando nuestros próximos pasos para detener la agresión rusa y garantizar una paz duradera y confiable”, escribió el presidente ucraniano en la red social X: “Como dijo Trump, hagámoslo”. Putin, por su parte, expresó “la necesidad de abordar las causas fundamentales del conflicto y acordó que se puede encontrar una solución a largo plazo a través de conversaciones de paz”, según les comentó a los periodistas el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov. Algo así no se veía desde hace casi tres años, cuando, tras el inicio de la invasión a gran escala, se instauró una mesa de diálogo en Turquía, donde se hizo evidente una línea roja: no ceder territorio.
Hoy en día, con cerca del 20 % del país bajo ocupación de las tropas rusas, sobre todo en la parte este, que incluye al Dombás y la planta nuclear de Zaporiyia, Carlos Alberto Patiño, docente de la Universidad Nacional y autor del libro Guerra en Ucrania, origen, contexto y repercusiones de una guerra estratégica de impacto global, cree que, más que voluntad de paz, Kiev tiene la necesidad de un cese al fuego porque está en condiciones de inferioridad e imposibilidad de tener una victoria militar. “Ucrania no tiene cómo pelear ese territorio, más cuando Estados Unidos parece que no está dispuesto a seguir ayudando”.
La propuesta de Zelenski de poner a disposición de Washington los recursos naturales ucranianos, incluyendo las tierras raras, pretendía mantener viva la asistencia militar estadounidense, pero eso no se alinearía necesariamente con la política exterior de Trump y llevaría al país norteamericano a limitarse a dar un respaldo humanitario y tal vez de desarrollo, mientras le deja a Europa la mayor responsabilidad sobre Ucrania. El republicano estaría dejando de lado las advertencias que varios países han hecho, sobre todo los bálticos, acerca de que la guerra podría expandirse más allá de los bordes actuales. El riesgo, en palabras de Patiño, es que “Rusia crea que puede obtener una victoria en esta negociación, lo que hace que cualquier cese al fuego tenga un sabor de derrota y sacrificio para Kiev”.
Vladimir Rouvinski, profesor de la Universidad ICESI, considera que, a la espera de conocer las condiciones de una eventual tregua, es posible que la guerra se congele y que, por consecuencia, Rusia mantenga el control de facto sobre los territorios que ahora ocupa, a pesar de la reticencia de Ucrania y otros países. No descarta, de hecho, que surjan grupos que se dediquen a enfrentar a las autoridades rusas, aunque no lo hagan en combates abiertos. Algo similar plantea Patiño, quien considera que este escenario es propicio para el surgimiento del terrorismo y las prácticas de confrontación asimétricas, en un contexto en el que es difícil la guerra de guerrillas y la permanente lucha armada contra los rusos. Entretanto, Ucrania podría perder su capacidad industrial y tendría que repensar por completo dónde alojar su producción de acero y armamento, teniendo en cuenta que perdería sus principales acerías y puertos. El escenario es complejo, pues el país está debilitado en su capacidad de defensa y reconstrucción.
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