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El escándalo de Wirecard que llena de vergüenza a Alemania

Todos en el campo de los negocios en Alemania se lo preguntan, pero nadie sabe la respuesta. ¿A dónde fueron a parar cerca de 2.000 millones de euros de Wirecard, el Paypal alemán? La empresa, considerada una ‘niña mimada’ de la bolsa alemana, ahora es la vergüenza del país y se ha ido al piso tras declarar que es incapaz de localizar una multimillonaria cifra de dinero que se suponía estaba en sus cuentas.

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Redacción Investigación
26 de junio de 2020 - 02:00 p. m.
El de Wirecard podría ser uno de los mayores fraudes financieros de los últimos años. El proveedor de pagos alemán admitió que los 1.900 millones de euros que los auditores dicen que faltan en sus cuentas probablemente "no existen". / AFP
El de Wirecard podría ser uno de los mayores fraudes financieros de los últimos años. El proveedor de pagos alemán admitió que los 1.900 millones de euros que los auditores dicen que faltan en sus cuentas probablemente "no existen". / AFP
Foto: AFP - Agencia AFP
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Wirecard no es una empresa con una historia precisamente ejemplar o que merece ser alabada. Nació en rincones oscuros, hace exactamente dos décadas en Alemania, como un procesador de pagos para sitios web de pornografía y juegos de azar. Sin embargo, poco a poco, gracias al entusiasmo que había por la idea del pago en línea de seguros, fue constituyéndose como un jugador más serio en el mercado de valores al punto de convertirse en la empresa de servicios financieros más valiosa del país, proporcionando servicios de pagos en línea, sin contacto y un sistema de prevención de fraude que era envidiable para muchos en el negocio.

Gracias a la adquisición de clientes de primera categoría, como la compañía de logística y mensajería FedEx, la compañía sueca de diseño de artículos para el hogar Ikea y las aerolíneas Singapore Airlines y KLM, Wirecard se convirtió en “la niña mimada” de la bolsa alemana. Pero ahora todo se ha desmoronado, y el país ya no la ve con buenos ojos. Ahora se le ve con vergüenza.

De alguna manera, Wirecard extravió 1.900 millones de euros de efectivo. Los auditores de la empresa informaron el pasado 18 de junio que no podían localizar esa cantidad de dinero, equivalente a cuatro quintas partes de su capital neto. Un día después, el director ejecutivo de Wirecard, Markus Braun, renunció, y el pasado 22 de junio fue arrestado por sospecha de fraude y manipulación de mercado. La nueva junta que se instaló en la empresa reconoció finalmente que no podía pagar sus cuentas, y se declaró en quiebra. ¿Cómo pasó todo esto? ¿Cómo una empresa que parecía tan firme y que fue considerada la consentida de un país como Alemania tuvo un desenlace tan desastroso?

Para todo el mundo de los negocios en Alemania este escándalo es catalogado como una vergüenza. “Un escándalo de este tipo debe ser una señal de alarma que demuestre que necesitamos más controles”, declaró el ministro de Finanzas de Alemania, Olaf Scholz. Y debería ser una señal de advertencia para aquellos reguladores que han suavizado sus reglas y para que los inversores estén más atentos sobre las nuevas compañías “unicornio”, como dice Rochelle Toplensky en The Wall Street Journal. Como señala la prensa alemana, ni las agencias de calificación, bancos o inversores investigaron las irregularidades de la compañía, pese a los rumores de fraude que comenzaron en 2015 y que se profundizaron en 2019.

El año pasado, el diario Financial Times reveló en una investigación las irregularidades contables en las operaciones de Wirecard en Asia. Según los informes, la empresa habría contado el efectivo que había en las cuentas administradas por fideicomisarios como parte de los saldos de efectivo de sus estados financieros. En palabras más simples: el balance de la compañía habría sido inflado junto a sus ingresos para parecer más fuerte y así atraer más clientes.

La firma de contabilidad y auditoría Ernst & Young (EY) recibió en marzo de este año documentos de Wirecard en los que esta empresa informó que tenía 1.900 millones de euros en dos cuentas en bancos de Filipinas. Tres meses después, los bancos BPI y BDO de Filipinas, donde supuestamente Wirecard tenía su dinero, señalaron a EY que tales documentos son falsos. Ahí comenzaron a desnudarse las mentiras de Wirecard, quien dijo simplemente que no encontraba su efectivo: 1.900 millones de euros.

Para la compañía auditora EY, Wirecard cometió un fraude elaborado en el que participaron múltiples actores alrededor del mundo a través de diferentes instituciones. La empresa habría conspirado para inflar fraudulentamente sus ventas y ganancias y engañar al auditor del grupo durante una década, según el FInancial Times. El dinero parece haberse esfumado por completo, como si no hubiera existido, advierten los banqueros alemanes. Y aunque se puedan recuperar algunos euros en unos años, la realidad para accionistas y acreedores es oscura. Nadie sabe dónde está el dinero. La divulgación de estos hechos envió a la ruina a la compañía.

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¿Qué sigue ahora?

Expertos como Neil Campling, analista de Mirabaud Securities consultado por Bloomberg, “Wirecard ya no tiene vuelta atrás”. La compañía ya tiene una sentencia de muerte. Sus clientes corporativos se apresuran a retirar sus fondos de la compañía mientras tiene serios problemas para pagar sus deudas. En la última semana surgió la idea de que una empresa mayor pueda rescatar a Wirecard, pero esta estrategia todavía es muy cruda.

En cuanto a Alemania, este escándalo pone dudas sobre los reguladores financieros y abrió interrogantes sobre la capacidad que tiene el país para supervisar a sus corporaciones. El daño a la reputación alemana es delicado, más aún cuando esta, la mayor economía de Europa, lidia con una recesión tan profunda como la que se vivió después de la Segunda Guerra Mundial. El propio ministro de Economía alemán, Peter Altmaier, advirtió que la controversia podría erosionar la confianza en el sector financiero del país.

“El problema puede ser más amplio que una empresa que quebró. Ha sido un secreto a voces durante años que el sistema bancario es la parte más débil de la economía alemana. Es arcaico, se basa en el lado minorista en una red de cajas de ahorro que respaldan al infame “Landesbanken”, los bancos regionales que actúan como prestamistas corporativos, pero que a menudo operan bajo reglas dictadas por la estrecha relación entre los políticos y las empresas locales”, dice el periodista Pierre Briançon, experto francés en la fuente de finanzas y economía.

Wirecard, como explida Briançon, se benefició del “obvio enfoque de no intervención de las autoridades reguladoras alemanas”. El jefe del regulador bancario BaFin, Felix Hufeld, reconoció personalmente esta semana que “una amplia gama de entidades públicas y privadas, incluyendo la Autoridad Federal de Supervisión Financiera (BaFin) no había sido lo suficientemente eficaz”. Ahora Alemania tiene que revisar sus reglas para permitir una mayor vigilancia y regulación de las compañías. Como sucede en todas las crisis, algo bueno puede surgir. Y para los alemanes esta es una oportunidad para aprender de sus errores corporativos y corregirlos antes de que se presente un nuevo Wirecard.

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