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                                                                                                                              El milagro de Pedro Sánchez

                                                                                                                              Luego de que consiguiera la mayoría parlamentaria suficiente para sacar a Mariano Rajoy de la presidente, el nuevo jefe de estado español se asegura que ya nadie repita el viejo error de darlo por muerto.

                                                                                                                              Martín Caparrós - The New York Times

                                                                                                                              Pedro Sánchez, el nuevo presidente de España. / AFP

                                                                                                                              Estaba muerto. Respiraba —de tanto en tanto respiraba—, pero su vida política se había acabado radical, catastróficamente. Acababa de ser destituido como secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), había devuelto su acta de diputado para no votar a Mariano Rajoy como presidente del Gobierno, sus aliados lo habían traicionado, se había peleado con Felipe González, con el diario El País y con Telefónica, y decidió subirse a su coche y “volver a la carretera para escuchar a los militantes” socialistas. Corría septiembre de 2016, y fue el blanco de todas las burlas, de todos los memes. Pedro Sánchez Pérez-Castejón estaba muerto: lo sabían todos salvo él.

                                                                                                                              Hijo de una abogada y de un economista, de clase media cómoda, Sánchez había nacido 44 años antes en Madrid en un 29 de febrero, un día casi falso. Hincha del Aleti, jugador de básquet, se licenció en economía, terminó un par de masters, trabajó en instituciones europeas y siempre fue amable y guapo; de metro noventa, la planta de galán antiguo. En julio de 2014, los “Viejos Astutos” —un viejo sabio es otra cosa— de su partido decidieron lanzarlo para cortarle el camino a un candidato demasiado autónomo. Sánchez no tenía historia, nadie lo conocía: sería, pensaron, un buen busto parlante, un títere adecuado.

                                                                                                                              Lo hicieron secretario general; se presentó a las elecciones de diciembre de 2015 y consiguió el peor resultado de la historia de su partido: 90 diputados fuera de 350 escaños. Aún así, intentó formar gobierno con alianzas diversas; fracasó. Se convocaron nuevas elecciones: en junio de 2016, Pedro Sánchez volvió a conseguir el peor resultado en la historia de su partido: 84 diputados. Las derrotas lo habían debilitado y los Viejos Astutos (V. A.) consiguieron echarlo.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Hasta que, este 24 de mayo, un tribunal condenó a varios exmilitantes del Partido Popular a muchos años de cárcel por una vieja causa de corrupción. Su presidente, Mariano Rajoy, aparecía nombrado en la sentencia, y el escozor social se hizo evidente. Ese día, Sánchez anunció que lanzaría una moción de censura. Era la cuarta en cuarenta años de democracia, ninguna había funcionado, y parecía un modo de hacer ruido y de recuperar algún espacio. Pero a partir del martes crecieron los rumores: la moción quizá tenía vida.

                                                                                                                              El viernes 1 de junio a las 11:32 sucedió lo inaudito: por mayoría absoluta de diputados, la moción triunfó y Sánchez fue proclamado nuevo presidente del Gobierno español. Rajoy, el líder que había puesto al país en pie de guerra y riesgo de secesión, reprimido votantes y encarcelado opositores, recortado prestaciones sociales y aumentado la desigualdad —y que nunca había perdido los votos de su pueblo— terminaba expulsado por una causa judicial. Un signo de los tiempos: el honestismo en todo su esplendor.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Era un milagro. O una confusión: el parlamentarismo en todo su esplendor.

                                                                                                                              En cualquier caso, era una sorpresa extrema. El panorama político español se dio vuelta en seis días y el gobierno cambio de medio a medio. Hacer análisis político, últimamente, es una fuente constante de vergüenzas: la política se empeña en desmentir a los sabihondos.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Puede leer: ​Nuevo presidente en España: ¿Hasta cuándo va a gobernar Pedro Sánchez?

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Por supuesto, el nuevo presidente podría convocar a elecciones más o menos rápidas y lavarse las manos: que el pueblo decida. No parece probable. Se suponía que en este año y medio que faltaba hasta el final de la legislatura la derecha española intentaría producir su recambio: que Ciudadanos, más cool, moderno y presentable, terminaría de remplazar a los carcamales sospechosos del Partido Popular (PP) y ganaría las elecciones. Parecía seguro, hasta que Sánchez y su conejo sin galera se les metió en el medio. Ahora la tarea principal de su gobierno será tratar de impedirlo: producir, de aquí a las elecciones, argumentos para que lo voten a él y no a Albert Rivera, líder de Ciudadanos. Y su mejor aliado será su enemigo: el PP, muy herido, depende para su supervivencia de la caída de Rivera.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              O quizá no: todo, ahora, es pura incertidumbre. Pero es probable que ya nadie repita el viejo error de dar por muerto a Pedro Sánchez.

                                                                                                                              Martín Caparrós es periodista y novelista argentino. Sus libros más recientes son “El hambre” y “Echeverría”. Vive en España y es colaborador regular de The New York Times en Español.

                                                                                                                              Pedro Sánchez, el nuevo presidente de España. / AFP

                                                                                                                              Estaba muerto. Respiraba —de tanto en tanto respiraba—, pero su vida política se había acabado radical, catastróficamente. Acababa de ser destituido como secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), había devuelto su acta de diputado para no votar a Mariano Rajoy como presidente del Gobierno, sus aliados lo habían traicionado, se había peleado con Felipe González, con el diario El País y con Telefónica, y decidió subirse a su coche y “volver a la carretera para escuchar a los militantes” socialistas. Corría septiembre de 2016, y fue el blanco de todas las burlas, de todos los memes. Pedro Sánchez Pérez-Castejón estaba muerto: lo sabían todos salvo él.

                                                                                                                              Hijo de una abogada y de un economista, de clase media cómoda, Sánchez había nacido 44 años antes en Madrid en un 29 de febrero, un día casi falso. Hincha del Aleti, jugador de básquet, se licenció en economía, terminó un par de masters, trabajó en instituciones europeas y siempre fue amable y guapo; de metro noventa, la planta de galán antiguo. En julio de 2014, los “Viejos Astutos” —un viejo sabio es otra cosa— de su partido decidieron lanzarlo para cortarle el camino a un candidato demasiado autónomo. Sánchez no tenía historia, nadie lo conocía: sería, pensaron, un buen busto parlante, un títere adecuado.

                                                                                                                              Lo hicieron secretario general; se presentó a las elecciones de diciembre de 2015 y consiguió el peor resultado de la historia de su partido: 90 diputados fuera de 350 escaños. Aún así, intentó formar gobierno con alianzas diversas; fracasó. Se convocaron nuevas elecciones: en junio de 2016, Pedro Sánchez volvió a conseguir el peor resultado en la historia de su partido: 84 diputados. Las derrotas lo habían debilitado y los Viejos Astutos (V. A.) consiguieron echarlo.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Al año siguiente los V. A. convocaron elecciones a secretario general del PSOE para que las ganara su nueva candidata, la líder andaluza Susana Díaz; Pedro Sánchez decidió presentarse. Todos decían que no tenía ninguna chance de derrotar al aparato. Lo hizo: había resucitado. Y después desapareció: hasta ahora llevaba meses como un líder casi ausente, del que poco se sabía, que caía mes tras mes en las encuestas.

                                                                                                                              Hasta que, este 24 de mayo, un tribunal condenó a varios exmilitantes del Partido Popular a muchos años de cárcel por una vieja causa de corrupción. Su presidente, Mariano Rajoy, aparecía nombrado en la sentencia, y el escozor social se hizo evidente. Ese día, Sánchez anunció que lanzaría una moción de censura. Era la cuarta en cuarenta años de democracia, ninguna había funcionado, y parecía un modo de hacer ruido y de recuperar algún espacio. Pero a partir del martes crecieron los rumores: la moción quizá tenía vida.

                                                                                                                              El viernes 1 de junio a las 11:32 sucedió lo inaudito: por mayoría absoluta de diputados, la moción triunfó y Sánchez fue proclamado nuevo presidente del Gobierno español. Rajoy, el líder que había puesto al país en pie de guerra y riesgo de secesión, reprimido votantes y encarcelado opositores, recortado prestaciones sociales y aumentado la desigualdad —y que nunca había perdido los votos de su pueblo— terminaba expulsado por una causa judicial. Un signo de los tiempos: el honestismo en todo su esplendor.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              En cualquier caso, era una sorpresa extrema. El panorama político español se dio vuelta en seis días y el gobierno cambio de medio a medio. Hacer análisis político, últimamente, es una fuente constante de vergüenzas: la política se empeña en desmentir a los sabihondos.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Puede leer: ​Nuevo presidente en España: ¿Hasta cuándo va a gobernar Pedro Sánchez?

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              O quizá no: todo, ahora, es pura incertidumbre. Pero es probable que ya nadie repita el viejo error de dar por muerto a Pedro Sánchez.

                                                                                                                              Martín Caparrós es periodista y novelista argentino. Sus libros más recientes son “El hambre” y “Echeverría”. Vive en España y es colaborador regular de The New York Times en Español.

                                                                                                                              Por Martín Caparrós - The New York Times

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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