Hace apenas dos semanas, el partido Rusia Unida se sentía invencible. Por aquellos días, anunciaban con bombos y platillos que su carta para las elecciones de 2012 sería Vladimir Putin, primer ministro desde 2008 y expresidente de Rusia (2000-2008). El exagente de la KGB anunciaba así su retorno a la primera línea del poder, pues durante los últimos tres años se ha mantenido detrás de la figura de Dimitri Medvédev, su delfín político.
Entonces, su popularidad rondaba el 70%, según las encuestas. Esa imagen de un hombre maduro (59 años), inteligente, que bucea, escala y monta a caballo frente a las cámaras, sin ningún complejo, le sirvió durante años para ganar grandes apoyos. Pero las ansias de poder parecen haberle pasado factura. Los electores castigaron a su partido, que el domingo perdió la mayoría en la Duma (Cámara Baja). Con ese resultado, Putin retrocede en su lucha por volver al poder y tendrá que negociar con otros partidos para modificar la Constitución, uno de sus objetivos para el próximo año.
La situación se complica con la acusación hecha por los observadores internacionales, que denunciaron fraude en el proceso electoral. Por eso, miles de personas salieron a las calles a protestar por las trampas que fueron puestas en evidencia en la red. Internet se convirtió en el dolor de cabeza de Rusia Unida, pues fue a través de blogs y páginas que se difundieron las pruebas de las falsificaciones. Tal fue su poder, que el bloguero Alexei Navalni fue detenido y condenado a 15 días de prisión, indicó la agencia Interfax. Un tribunal de Moscú consideró que Navalni era culpable de haberse “negado a obedecer a los mandatos de la fuerza pública”. También el líder opositor ruso, Ilia Yashin, fue condenado por haber desobedecido las órdenes policiales de dispersión de las manifestaciones.
“No recuerdo nada. Acababa de salir con mi hija y Vladimir Rizhkov (el opositor exvicepresidente del Parlamento) del subterráneo cuando me rodearon, detuvieron y condujeron a un carro de la policía”, aseguró el dirigente opositor Boris Nemtsov, antiguo viceprimer ministro, a la agencia Interfax, tras ser detenido. Entre los 300 detenidos de la marcha más grande contra Putin, también se encuentra el escritor Eduard Limónov, líder del movimiento opositor La Otra Rusia, que convocó la protesta no autorizada, y Serguéi Mitrojin, líder del partido liberal Yábloko, el quinto partido más votado en las legislativas.
Estados Unidos señaló que está “muy preocupado por el desarrollo de las elecciones legislativas del domingo en Rusia”, según declaró la secretaria de Estado, Hillary Clinton, durante una conferencia de prensa en Bonn, citando un informe de la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) que denuncia irregularidades en las elecciones.
Por su parte, el Gobierno alemán también manifestó su inquietud por las presuntas violaciones del derecho al voto en Rusia. Inmediatamente después, el presidente Medvédev declaró que el sistema político ruso no es un asunto de los occidentales. “Que ellos vigilen las elecciones, las violaciones, es una cosa, pero el estado del sistema político no es asunto suyo”, declaró Medvédev, citado por la agencia Ria Novosti. El Ministerio de Relaciones Exteriores ruso también calificó de “inaceptables” las declaraciones.
Analistas rusos señalan que, pese a las manifestaciones, Rusia está “putinizada”. “El primer ministro Putin se basta solo. Sin oposición política efectiva y con la televisión, principal medio de comunicación, bajo control, no hay manifestación que funcione, eso contando que tiene gran apoyo de un sector ruso”, explicó María Letkov en Moscú.
Yuri Luzhkov, alcalde de Moscú desde 1992 y cesado por Medvédev el año pasado, considera que “Putin tiene sentido común y, aunque limitó algunas libertades democráticas, se controla más y Rusia lo va a elegir, por que sin duda será mejor presidente”. A pesar de las manifestaciones, el Kremlin se alista para recibir a su verdadero inquilino.