Alberto Núñez Feijóo, líder del partido más votado en las elecciones generales del pasado domingo en España, el Partido Popular (PP), se puso manos a la obra para intentar formar gobierno lo antes posible. Desde su discurso de victoria anunció que abriría el diálogo para evitar un bloqueo luego de que ninguno de los partidos o coaliciones lograra la mayoría parlamentaria que permita posesionar a un nuevo presidente del gobierno.
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Fue a buscar al Partido Nacionalista Vasco, y, tras la insistencia de Feijóo, el partido se vio en la necesidad de emitir un comunicado en el que informaban que no le darán el apoyo para que sea investido como reemplazo de Pedro Sánchez, jefe del PSOE. La negativa, al parecer, tiene que ver con la que según varios analistas terminó siendo la piedra en el zapato para los populares: una posible alianza con el partido de extrema derecha Vox.
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El PP encabezó los resultados electorales al quedarse con 136 escaños (47 más que los que logró en 2019), mientras que los socialistas del PSOE obtuvieron 122 curules (dos más que en el pasado cuatrienio). Vox quedó como la tercera fuerza, con 33 escaños tras perder 19 curules con respecto a la elección anterior, mientras que la plataforma de izquierdas Sumar, que llegó integrada con Podemos, tendrá 31 parlamentarios.
Como escribió Jason Horowitz para The New York Times, las consignas nacionalistas, antiinmigración y anti-LGBT, entre otras, por parte de Vox, el gran derrotado de la jornada, “no lograron cautivar a los votantes españoles, o incluso los asustaron, y los resultados electorales fueron contrarios a la tendencia política de Europa”.
En efecto, para muchos analistas y líderes del propio partido de Feijóo que han hablado bajo la reserva de su identidad con medios como El País, la cercanía entre el PP y Vox movió a la derecha más moderada a apoyar al PP (el partido más votado), mientras que prendió las alarmas en los sectores de izquierda, que se movilizaron a las urnas, lo que terminó evitando el rotundo éxito del bloque de derechas que se pronosticaba.
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Sánchez desde el martes, por orden del rey, dejó de ser jefe de gobierno, pero permanecerá en funciones hasta que se forme uno nuevo. Pero mientras Feijóo se ve con afán, Sánchez ha optado por la parsimonia casi absoluta. Su postura ha sido leída como expresión de la confianza que tiene en ser el más opcionado para formar un nuevo gobierno, de corte progresista, un lugar que puede fortalecerse si el afán que lleva Feijóo (y si le siguen cerrando puertas en la cara) lo termina desgastando.
El líder de los populares anunció desde el domingo que su intención es negociar con Pedro Sánchez para evitar la “anomalía” histórica de que la lista más votada en las elecciones no sea la que lidere el gobierno. Pero los analistas ven complicado el camino para una negociación cuando los populares no hicieron sino allanar su propia senda a punta de ataques contra el “sanchismo”.
Frente a las versiones de que Sánchez le habría propuesto a Feijóo hablar luego de que termine el escrutinio de los votos de los españoles en el exterior, El País informó que el presidente en funciones no piensa reunirse por ahora con el líder del PP, sino que dejarán que el proceso siga su curso, es decir, que se instale el nuevo Parlamento, el 17 de agosto.
Entonces, en las semanas siguientes el rey propondrá al candidato para liderar el gobierno, que debe obtener la confianza del Legislativo con mayoría absoluta o, en última instancia, con mayoría simple. Si transcurridos dos meses esto no sucede, se tendrá que convocar a nuevas elecciones.
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El factor catalán
Dado que ninguna coalición logró la mayoría, se han empezado a mover las calculadoras. En esto la postura de los catalanes independentistas es clave. En vista de que, al final, la mayoría simple (más votos a favor que en contra) es la que prevalece, al PSOE, si logra consolidar a las demás fuerzas alternativas, le bastaría con una abstención de los catalanes para ser gobierno.
“No haremos presidente a Sánchez a cambio de nada”, dijo, sin embargo, la líder de Junts, Míriam Nogueras, el domingo por la noche. Pero según Sanchez, “el independentismo pedía amnistía y referéndum y no han tenido ni tendrán ninguna de las dos cosas”.
El magullado líder de Vox, Santiago Abascal, ya advertía el domingo que Sánchez podría formar gobierno con “el apoyo del comunismo, el separatismo de golpista y el terrorismo”. No hay que olvidar, como recuerda Horowitz, que la indignación por los indultos y rebajas de penas que dio Sánchez a líderes independentistas fueron uno de los factores que impulsaron el ascenso de Vox en su momento.
Esto, sin duda, lo tendrá en cuenta el PSOE, pues el escenario de tener que volver a las urnas no está descartado.
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