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Los videos, a menudo de aficionados, ayudaron a desmentir las declaraciones de los policías, que cuestionaban el comportamiento de sus víctimas, como demuestra el caso de la muerte de George Floyd en Estados Unidos o el más reciente de Nahel en Francia.
El martes, menos de dos horas después del disparo que costó la vida al joven de 17 años durante un control de tránsito en un suburbio de París, las imágenes de los hechos cambiaron el curso de la investigación.
El video, que se volvió viral y fue rápidamente autentificado, muestra cómo el policía le dispara a quemarropa cuando el vehículo arranca, pese a que fuentes policiales indicaron inicialmente que el joven había embestido a los agentes.
El impacto de estas imágenes, que chocaron incluso al presidente de Francia, Emmanuel Macron, contrasta con el de la muerte, diez días antes, de Alhoussein Camara durante un control de tráfico en Saint-Yrieix (centro).
El hombre también habría intentado huir de los agentes, pero, por ahora, ningún video apareció públicamente.
El caso más emblemático sobre la importancia del video en estos casos sigue siendo el de George Floyd, un hombre negro de 46 años, a quien un policía blanco asfixió al arrodillarse sobre su cuello en Minneapolis (Estados Unidos) en 2020.
Su agonía de nueve minutos, filmada con un celular por un transeúnte y publicada en internet, provocó grandes protestas en todo el país.
“Copwatch”
Las pantallas francesas también están saturadas de videos, como durante el movimiento de los chalecos amarillos, en la línea de la práctica estadounidense conocida como “copwatch”, consistente en grabar a la policía para denunciar sus derivas.
Ya en 2008, Ladj Ly, que más tarde dirigiría la película Los Miserables (2019), grabó la detención violenta de un joven en su casa en Montfermeil, a unos 16 kilómetros al noreste de París, lo que ayudó a condenar a los policías.
Los activistas contra la brutalidad policial piden tener siempre el reflejo de grabar. El video “es la única arma ciudadana, si no, nunca habrá actuaciones judiciales”, dijo a la AFP en 2020 Amal Bentounsi, del colectivo ‘Urgence notre police assassine’.
Sin embargo, la jefa de la Inspección General de la Policía Nacional (IGPN), Agnès Thibault-Lecuivre, rechazó este viernes que, en casos en los que no hay imágenes, sea solo la versión policial la que se tenga en cuenta, según declaró a la revista L’Obs.
En los casos de violencia policial, un juez de instrucción parisino reconoce que “las pruebas en video ocupan un lugar central” y constituyen “la materia prima”, ya vengan de “transeúntes, aficionados, curiosos o periodistas”.
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Sin video, el “perfecto delincuente”
Un video ayudó a Michel Zecler, un productor de música negro al que apalearon varios policías en noviembre de 2020 en París.
Las imágenes de cámaras de seguridad, difundidas por el medio Loopsider, permitieron archivar la investigación en su contra por rebelión y acusar, en cambio, a los cuatro agentes.
La imagen de “Nahel habría quedado aún más dañada y su familia habría sufrido aún más” sin el video de su muerte, ya que “se habría convertido a esta víctima en el perfecto delincuente”, dijo el jueves Zecler al medio Mediapart.
“Con este video, vemos lo que no se suele ver”, comentó el miércoles a la revista Les Inrocks Assa Traoré, cuyo hermano Adama murió a los 24 años en 2016 tras haber sido detenido por los gendarmes. No hay imágenes de ello.
Este caso, convertido en Francia en el ejemplo de la violencia policial, muestra la dificultad que supone no contar con imágenes. La investigación se basa únicamente en testimonios contradictorios y batallas entre expertos médicos.
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