La empresa familiar Hersill, que desde 1973 fabrica equipos sanitarios, fue una de las que salvó a España durante la pandemia por los respiradores que le suministró al gobierno. Cuando las alarmas se encendieron su modelo de respirador Vitae40 era uno de los más solicitados en todo el mundo y sus 60 trabajadores ya estaban listos para empezar su producción masiva.
Los directivos, descendientes del fundador Benjamín Herranz, vieron el hecho casi como un golpe de suerte, debido a que el respirador era uno de sus productos más nuevos. Carlos Martínez, uno de las cabezas de la empresa, habló con el diario El País y aseguró: “Esto fue una fiebre. Hazte a la idea del bitcoin. De repente te piden los distribuidores internacionales que les hagas una oferta por 1.000 respiradores. Y si los tienes en el almacén mándamelos que te hago ahora mismo una transferencia”.
Los empresarios contaron al medio cómo el 14 de marzo del año pasado el Gobierno español les solicitó que no aceptaran pedidos internacionales por la necesidad que había en todo el territorio nacional. Con el paso de las semanas, luego de haber llegado a un acuerdo con el Servicio Madrileño de Salud, sus equipos empezaron a apoyar cerca de diez hospitales en todo el país.
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“Que yo sepa en España nunca se han fabricado respiradores de UC. Al final fue la opción que tomaron países avanzados como Francia, Reino Unido o Estados Unidos porque en pocas semanas era posible fabricar muchos miles de unidades”, dijo Martínez a El País, y afirmó que inicialmente el modelo no estaba pensado para funcionar en UCI, aunque cumpliera bien con su trabajo.
Para el 3 de abril habían tenido que hablar sus instalaciones con otras empresas madrileñas y en solo diez semanas tuvieron que construir 5.000 respiradores. “Hablamos con el ministerio para que presionara. Si hiciera falta, que hablase el Rey”, dijo Martínez, explicando lo difícil que fue encontrar las piezas, que normalmente importaban.
Ahora que la situación está crítica en todos muchos países Hersill también ha comenzado a venderle a países que realmente lo necesita, en Sudámerica, Asia y Norte de África. “Por si acaso, la compañía ha dejado en pie el taller improvisado en una oficina de su sede de Móstoles donde en primavera trabajaron 35 técnicos de Hersill y Escribano en turnos de mañana, tarde y noche. Ahora fabrican a demanda y guardan un stock de 300 respiradores”, dice El País.