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La historia de un doble juego

La sorpresiva visita del presidente colombiano a Francia tenía la intención de ratificar su postura frente al intercambio humanitario, pero también frenar algunas movidas que se estarían adelantando sin el conocimiento del Gobierno.

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Redacción Internacional
29 de enero de 2008 - 04:34 p. m.
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Más allá de los abrazos y los apretones de mano que se dieron el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, y su homólogo francés, Nicolás Sarkozy, durante la reciente gira del colombiano por la Unión Europea, lo que existe es una gran preocupación del Gobierno Nacional por las acciones que pueda llevar a cabo el gobierno francés en el tema de los secuestrados y el acuerdo humanitario.

Si bien el presidente francés aseguró que su país apoya la solicitud de Uribe de no sacar a las Farc de la lista de grupos terroristas de la Unión Europea, Sarkozy aclaró que “no se puede excluir ingún método que pudiera ser útil para lograr la liberación de rehenes”. Esta frase despertó una justificada inquietud en el Gobierno Nacional. No fue la única. Según fuentes diplomáticas cercanas al mandatario francés, Sarkozy le dijo a Uribe durante su encuentro en el Elíseo que está “obsesionado con lograr la libertad de Íngrid Betancourt”.

El Gobierno colombiano lo sabe de sobra. No sólo ha sido testigo de las maniobras de Sarkozy para poner fin al cautiverio de la franco-colombiana, sino que ha tenido que acceder a varias peticiones de la administración francesa en procura de las “buenas relaciones”.

Sarkozy dejó clara su posición frente al tema de los secuestrados días después de su posesión. Cuando Uribe ordenó el rescate militar de los secuestrados, el presidente francés se movilizó de inmediato. Según funcionarios diplomáticos colombianos, Sarkozy envió un “non paper” (en lenguaje diplomático una carta de protesta no oficial) en el que advertía que estaba considerando presentar ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas una moción para discutir la crisis humanitaria de Colombia, si el Gobierno continuaba con la idea del rescate militar.

El gobierno Uribe se preocupó seriamente por las consecuencias negativas de un debate para el país en el seno de la ONU y decidió acercarse más a Francia y a sus propuestas para lograr la liberación de los secuestrados. Sarkozy le sugirió entonces al Gobierno colombiano liberar de manera unilateral a un grupo de guerrilleros entre los que se encontraba Rodrigo Granda, el llamado “canciller de las Farc”. Aduciendo “razones de estado”, Uribe cumplió con la liberación. Sin embargo, la reacción de las Farc no fue la esperada.

Sarkozy no se dio por vencido y tras un intenso lobby logró consignar en la declaración final del G-8, el grupo de los países más ricos del mundo, una declaración de apoyo al gesto de Uribe y de paso hizo un llamado a la guerrilla para que aceptara “dar pasos urgentes y necesarios para lograr una solución humanitaria”.

El factor Chávez


La declaración no cambió la incertidumbre por los secuestrados y luego de meses de silencio el tema volvió a la mesa por cuenta de Hugo Chávez, quien fue invitado por Uribe para cumplir una función de mediador con las Farc. El apoyo de Francia no se hizo esperar. En octubre llegó a Caracas Daniel Parfait, director para América Latina de la Cancillería francesa y ex embajador de Francia en Colombia, quien se reunió con Chávez en el Palacio de Miraflores.

El 20 de noviembre, Chávez y Sarkozy se encontraron en París y, según cuentan testigos de la reunión, habrían acordado una estrategia conjunta para lograr la liberación de los secuestrados, que incluiría el reconocimiento del estatus de beligerancia a las Farc. Uribe, alertado por estas acciones, canceló la mediación de Chávez.

El mandatario francés llamó al presidente colombiano para abogar por la continuidad del venezolano en el proceso, pero Uribe no cambió su decisión. Francia decidió entonces seguir sus propias iniciativas. El propio Sarkozy reveló que varios agentes secretos franceses habían sido enviados a Colombia para buscar contactos directos con las Farc. Una muestra de que Francia seguía moviéndose sin el consentimiento del Gobierno colombiano. Según periodistas venezolanos, Chávez le contó a Sarkozy su decisión de reconocer el estatus de beligerancia a las Farc y le pidió su respaldo.

Analistas colombianos dicen que este país está jugando a dos bandas, pues mientras respalda públicamente a Uribe, busca gestiones con Chávez por debajo de cuerda. Los resultados de la reciente visita del mandatario colombiano son una muestra de ello. Mientras Sarkozy respaldaba la propuesta del Gobierno colombiano para que la Iglesia medie en procura de un acuerdo humanitario, en Caracas, el emisario francés Noel Saez, quien fuera cónsul en Colombia en 2004, trazaba con Chávez la estrategia a seguir para lograr nuevas liberaciones. Al mismo tiempo, se anunciaba la visita del canciller francés, Bernard Kouchner, a Caracas el próximo 20 de febrero. “Hay que hacer todo lo posible para lograr la liberación de todos los prisioneros, Francia va a utilizar todo”, advirtió.

Para Pierre Gilhodes, analista francés, esto es consecuencia de la incapacidad de Colombia para resolver sus dramas internos. “Involucrar países que persiguen objetivos humanitarios pero sobre todo sus propios intereses con una visión particular y sesgada del conflicto armado, es un error del Gobierno colombiano”, concluyó.

Por Redacción Internacional

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