Vladímir Putin no aceptó encontrarse cara a cara con Volodímir Zelenski en Turquía, mientras la atención de muchos está en saber si se abrirá un nuevo capítulo de negociaciones de paz entre Moscú y Kiev. Algunos no tienen esperanzas en que de Estambul surja algo distinto a lo que se ha visto hasta ahora. El escepticismo reina, y de eso está el ejemplo que dejaron las pasadas reuniones en suelo turco, llevadas a cabo pocas semanas después del inicio de la invasión a gran escala, en marzo de 2022, cuando ambos bandos se retiraron de la mesa para permanecer en el campo de batalla, que ha llevado a la ocupación de cerca del 20 % del territorio ucraniano y al desarrollo de la mayor guerra en suelo europeo en lo que va del siglo.
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El veterano y reservista Andriy Starsky sirvió en el Ejército de Ucrania por diez años, en tiempos críticos para el país: desde 2014, cuando Rusia anexó la península de Crimea, hasta 2024, cuando se cumplieron dos años desde la invasión llevada a cabo por las tropas del Kremlin. En medio de la ofensiva más reciente estuvo en Hostómel, en el óblast de Kiev, y también en Chasiv Yar, cerca de Bajmut, en la región de Donetsk, que está invadida. Lo que ha visto en este tiempo le hace pensar que no hay mucho futuro en los posibles diálogos de paz. Sería el escenario ideal, lo admite, pero lo cree poco probable, pues para ello, según él, primero se tuvo que haber aceptado el cese al fuego inmediato de 30 días que propuso hace unas semanas el presidente Zelenski: “Además, ya tuvimos negociaciones directas, cuando Rusia básicamente pidió la soberanía de Ucrania a cambio de la paz”.
Ruslán Spírin, diplomático ucraniano y enviado especial para Latinoamérica, menciona que hay razones para renovar los esfuerzos de diálogo, entre ellas que el mundo necesita una salida a esta guerra y que hay una mayor claridad sobre las dimensiones de la agresión rusa. Ahora bien, enfatiza en que el éxito de esa apuesta dependerá de la disposición de Moscú de llevar a cabo un plan que responda a los parámetros del derecho internacional, en momentos en los que aún se registran ataques, como el que se llevó a cabo con un misil balístico y con 145 drones desde varias ciudades rusas, incluida Kursk, en la noche del martes. “Eso también es una respuesta”, dice Spírin: “Está claro que el Kremlin no busca la paz, sino la sumisión”.
“Aún podemos ganar la guerra con la ayuda de nuestros aliados, que, de hecho, deben mostrarse más determinados con respecto a nosotros”, asevera Starsky, quien afirma que el apoyo más fuerte debe venir de Europa, aunque apenas está trabajando en un plan de rearme: “Esa indecisión la hemos pagado con tiempo y vidas, pero es un desafío que tenemos que enfrentar juntos”. Ahora bien, algunos creen que es difícil hablar de una victoria militar, por no decir imposible. Vladímir Rouvinski, profesor de la Universidad Icesi, considera que se debe pensar, más bien, en cuántas personas más van a morir y cuál será el costo total de seguir con los enfrentamientos: “Ni Rusia es capaz de ocupar completamente Ucrania, ni Ucrania puede expulsar en su totalidad a las tropas rusas y recuperar Crimea. La opción más viable es lograr una tregua”.
En algo de eso coincide Rafael Piñeros Ayala, docente de Relaciones Internacionales en la Universidad Externado, quien piensa que Ucrania no habría podido llegar a la posición en la que está hoy sin el apoyo político, militar y diplomático que ha tenido a lo largo de este tiempo. El problema, a su parecer, es que “Occidente ha creado una burbuja artificial que ha alargado las posibilidades de Kiev, sin abrir una luz de victoria, pues nadie quiere un enfrentamiento directo con Rusia”.
Ucrania llega a la cita en Turquía con unas condiciones complicadas, dadas las dificultades que tiene para movilizar soldados, en momentos en los que, según cifras oficiales, tiene unos 800.000 efectivos, pero con una mejor posición frente a Estados Unidos. A pesar del impasse que ocurrió entre Zelenski y Trump en la Casa Blanca, donde el líder ucraniano fue acusado de malagradecido, Kiev y Washington firmaron un acuerdo de minerales raros. Más allá de que este pacto le conviene al país norteamericano en su posición frente a China, pues el gigante asiático es el principal productor de esos recursos, lo acordado entre ambas partes puede ser también un seguro para que la presencia de compañías estadounidenses en Ucrania disuada en el futuro a Rusia de atacar de nuevo a su vecino. Si bien Starsky no ve una relación directa entre eso y el fin de la guerra, sí reconoce que puede ser un paso para que, eventualmente, su país obtenga garantías de seguridad.
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