Casi cien concejales de Moscú y San Petersburgo, principales ciudades rusas, han adherido una misiva dirigida a la Duma [el parlamento] solicitando la destitución del presidente Vladímir Putin por “traición”, debido al fracaso militar ruso en Ucrania. El texto afirma que la gestión de Putin y la guerra de Ucrania “dañan la seguridad de Rusia y de sus ciudadanos”.
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Los concejales también aseguran que la invasión de Ucrania daña la economía y que no ha logrado frenar el avance de la OTAN sobre las fronteras rusas, que fue uno de los principales argumentos de Putin para justificar la operación militar. Aunque la iniciativa no tiene posibilidades de prosperar, ya acumula más de cien firmantes y parece coherente con los ánimos que se sienten en Rusia.
Por primera vez, presentadores de televisión pagados por el gobierno y cuyo trabajo normalmente consiste en destacar las victorias del presidente se han mostrado cabizbajos.
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“En el frente de la operación especial en Ucrania -como se refiere Putin a la guerra-, esta ha sido la semana más difícil hasta ahora”, dijo el presentador Dmitry Kiselev el pasado domingo.
“Fue particularmente difícil a lo largo del frente de Járkov, donde luego de un ataque de las fuerzas enemigas que superaban en número a las nuestras, las tropas rusas se vieron obligadas a abandonar las ciudades que habían liberado previamente”.
El presentador se refería a unos 30 mil kilómetros cuadrados de la región de Járkov que Rusia logró ocupar pero, tras una operación contraofensiva relámpago de las fuerzas ucranianas, las tropas rusas debieron retirarse hacia el frente de Donetsk, en dirección sur. Eso sí, el gobierno no presentó el hecho como una retirada, sino como un ‘repliegue’.
Y es que Putin nunca ha admitido una derrota. El sábado 11 de septiembre el presidente estaba en un acto público en un parque de Moscú. Inauguraba la noria más alta de Europa y celebraba, con actitud jovial, los 875 años de fundación de la ciudad.
El contraste era difícil de creer incluso para los más leales seguidores de Putin. “Estás organizando una fiesta de 1000 millones de rublos. ¿Qué te pasa? Eso no se hace tras un fracaso tan espantoso”, escribió un influenciador prorruso ese día, quien también criticó que el ejército ruso combatía con pocos recursos materiales. La publicación se difundió ampliamente.
Precisamente esos influenciadores, derechistas, nacionalistas y guerreristas, han sido los primeros en criticar la estrategia militar. Algunos de ellos han ido directamente a acompañar al ejército ruso y fueron los primeros en alertar sobre la contraofensiva ucraniana.
Rusia tiene bloqueadas las redes Instagram, Facebook y WhatsApp, pero no así con la aplicación Telegram. Desde allí, influenciadores y blogueros con millones de seguidores, algunos suscritos a medios rusos y otros independientes, han documentado el conflicto.
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Algunos de esos influenciadores, comunicadores decisivos, han desacreditado con vehemencia al gobierno sin censura desde sus redes.
Lo mismo hizo Ramzán Kadírov, el radical jefe de la república de Chechenia. Los nacionalistas parecen impacientes. Lo que se esperaba que fuera una operación rápida con una victoria ágil ha tardado ya más de seis meses.
¿Se subestimó a Ucrania?
Esa parece ser la pregunta inevitable. Aunque cabe la hipótesis de que, en efecto, se hubiera subestimado las capacidades materiales ucranianas, la respuesta no es tan obvia, pues depende de cuáles hayan sido las intenciones y expectativas iniciales de Putin al invadir Ucrania.
“El ejército ruso, desde el fin de la guerra fría ha librado guerras exitosas en varios frentes fronterizos: Georgia, Kazajistán, Chechenia… parece difícil entender por qué en Ucrania no ha sido así”, afirma el politólogo, doctor en filosofía y profesor de geopolítica, Tomás Felipe Molina. Para Molina hay dos posibles explicaciones alternativas al poco éxito ruso:
- Incompetencia: no se subestimó al ejército ucraniano y, por el contrario, estaba bien estudiado, pues Rusia ha tenido un enfrentamiento de baja intensidad desde 2014 con ese país. Sin embargo, los militares rusos que han comandado las tropas no son competentes y no han mostrado capacidades estratégicas. Esta hipótesis ya la han planteado otros analistas. En marzo lo afirmó así Kori Schake, directora de política exterior y de defensa del American Enterprise Institute. Para Schake, la incompetencia del ejército ruso hace de esa una fuerza más peligrosa.
- No se subestimó al ejército, pero sí al pueblo ucraniano: Putin se proponía “desnazificar” al pueblo ucraniano y liberar a los rusos que viven allí de un régimen opresor. Algo similar al argumento que los nazis emplearon para invadir países europeos: liberar a los alemanes de un yugo opresor en el que quedaron tras la primera guerra mundial. Putin esperaba que los ucranianos rusoparlantes e, incluso, aquellos que no lo son, recibieran a su ejército como héroes liberadores. Probablemente recibió inteligencia falsa o, como suele suceder en los regímenes autoritarios, se rodeó de aduladores que lo convencieron de que eso sucedería, pero no sucedió. Ahora, mientras la moral del ejército ruso y de algunos ciudadanos y políticos de ese país parece baja, el éxito de la contraofensiva ha elevado los ánimos en Ucrania.
El 14 de septiembre, estallaron nuevos choques fronterizos entre Kirguistán y Tayikistán, dos países de Asia Central que son zona de influencia rusa. Los países, cuya frontera aún no ha sido del todo delimitada, acordaron un cese al fuego total desde mayo de 2021, pero hoy se acusan mutuamente de iniciar el fuego.
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Vladimir Putin y el presidente chino Xi Jinping se reunirán esta semana con los líderes de Kirguistán y Tayikistán en una cumbre de la Organización de Seguridad de Shanghai en Uzbekistán.
Para Tomás Molina es probable que Rusia quiera “reemplazar pérdidas con ganancias en Asia Central” y mostrarse triunfador en eventuales hostilidades que surjan en ese territorio.
Esa preocupación es histórica para Rusia. La derrota de Rusia ante Japón fue lo que llevó a la revolución rusa de 1905 y luego, el fracaso ruso ante Alemania detonó la revolución de 1917 y el fin del régimen zarista. Así, las derrotas en el exterior pueden tener un peso político significativo.
No obstante, en este caso el escenario es distinto, pues aún ante la pérdida de apoyo a Putin, dentro de Rusia no hay un malestar social tal como para suscitar una revolución. Además, el poder casi monárquico que ostenta Putin en su país hace de él, prácticamente, un autócrata contra el que difícilmente sus copartidarios se rebelarán.
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