La caída sobre suelo ucraniano del Boeing 777-200 de Malaysia Airlines, que cubría el vuelo MH17 entre Ámsterdam y Kuala Lumpur el 17 de julio de 2014, con 298 pasajeros a bordo, sigue siendo un misterio. No hay una versión comúnmente aceptada sobre los hechos y mucho menos responsables del crimen. Mientras las versiones más conocidas en Occidente sugieren que el aparato fue derribado por rebeldes prorrusos que le habrían disparado por error desde la región de Donetsk, con un misil Buk tierra-aire suministrado por Moscú, una investigación independiente realizada por expertos rusos en aviación arroja conclusiones muy distintas.
La investigación rusa fue filtrada esta semana y empieza a calentar el debate sobre la presunta responsabilidad de Moscú o Kiev en el derribamiento de la aeronave. El estudio fue hecho a partir de centenares de fotografías de los restos del avión, principalmente de la cabina. A partir del análisis de las imágenes, el Comité de Investigaciones de Rusia indicó que la causa más probable de la caída del MH17 fue el impacto de un cohete aire-aire. El portal Russia Beyond the Headlines registra que el vocero oficial del Comité, Vladimir Markin, señaló que el estallido de un artefacto de unos 40 kilogramos de peso pudo producirse en el lado izquierdo de la cabina del avión y muy cerca de la escotilla del comandante de la nave.
Los investigadores encontraron que en las fotografías se ven orificios separados por ocho milímetros entre sí y que, por las características de los impactos, incluido el ángulo por donde entró el artefacto al avión, pudo tratarse de un proyectil activado a distancia. Tras realizar un modelo de las posibles variantes en tercera dimensión, los expertos estimaron que podría tratarse del cohete aire-aire de fabricación israelí Python-4 o Python-5.
El punto en que esta versión se aleja más de la versión occidental consiste en que esos misiles Python-4 y Python-5 nunca fueron introducidos en la aviación rusa, que utiliza su propia tecnología en esta materia. En cambio fueron instalados en una versión modernizada del Sukhoi SU-25 de la aviación georgiana. El comité ruso considera que Tiflis, la capital georgiana, muy cercana al actual gobierno ucraniano del millonario Piotr Poroshenko, pudo suministrar ese tipo de aeronaves a Kiev. Esto estaría soportado por la versión de Evgueni Agapov, un operador de tráfico aéreo de una base situada a 20 kilómetros de donde ocurrió el desastre hace un año, quien después del accidente sostuvo que de esa instalación despegó una pareja de SU-25 el mismo día del accidente y sólo regresó uno. Según Agapov, uno de los pilotos de la patrulla admitió que habían derribado “al avión equivocado”.
Mientras esta versión rusa sale a la luz, Holanda adelanta por su parte otra investigación (192 de las víctimas eran ciudadanos de ese país) que será conocida en octubre. Además, Rusia anunció recientemente que vetará en el Consejo de Seguridad de la ONU una iniciativa presentada por Estados Unidos y Noruega para formar un tribunal internacional para investigar el accidente del avión malasio en Ucrania. Moscú teme que dicho tribunal sea utilizado por potencias occidentales para endilgarle la responsabilidad al gobierno de Vladimir Putin.