Las contradicciones de Macron: Cada cosa y lo contrario

¿Logrará el joven presidente de Francia acabar con la vieja clase política de su país? O mejor, ¿es eso lo que realmente quiere?

Ricardo Abahllah / París
26 de junio de 2017 - 02:00 a. m.
Emmanuel Macron.  /  EFE
Emmanuel Macron. / EFE

Toda la crema de la cultura colombiana parecía estar pendiente de ese momento, pero mientras en la tarde del miércoles Cali pachanguero sonaba en el patio del Palacio del Elíseo con motivo de la inauguración de la temporada colombiana en Francia, a los franceses no les interesaba Colombia, sino el anuncio del nuevo gabinete del presidente Emmanuel Macron. “Cinco semanas de trabajo y al que no sirve lo sacan. Eso nos da una idea de lo que será el código laboral que Macron quiere lanzar”, ironizaba uno de los periodistas que esperaban el anuncio al otro lado de la sede del ejecutivo francés.

Tras el prematuro revolcón estaban las sospechas de corrupción sobre dos de los ministros. Por un lado está Richard Ferrand, el jefe de campaña de Macron y hasta esta semana titular de la cartera de Agricultura, y por el otro, tenemos a François Bayrou, presidente del partido centrista Modem, quien fue nombrado ministro de Justicia como contrapartida al apoyo de su partido a Macron durante las presidenciales. Un mal comienzo para una presidencia que ha hecho de la lucha contra la corrupción uno de sus estandartes y que se debe tanto al miedo de ver llegar al poder a la ultraderecha del Frente Nacional como al hartazgo de los franceses con los políticos tradicionales.

“En el momento en que Macron presente su primera proposición de ley, que será sobre la moralización de la vida pública, las sospechas que caen sobre Ferrand y Bayrou echan por tierra la legitimidad de ese proyecto” decía en vísperas de las elecciones legislativas la analista política Caroline Vigoureux “Ferrand es una persona muy cercana a Macron y tendrá que encontrarle una salida honorable. Con Bayrou, todo depende del resultado de los comicios Si se da cuenta de que ya no lo necesita, sus días como ministros están contados”

Con una abstención del 57,3 % , las legislativas del pasado domingo fueron las elecciones de las sorpresas a medias. El partido Republicano de Sarkozy y Juppé se convirtió en una fuerza de oposición, pero sin el peso suficiente como para bloquear los proyectos de Macron; el partido Socialista se hundió, perdiendo centenares de curules, pero no desapareció del paisaje político como lo auguraban algunas encuestas. Entre tanto, el Frente Nacional perdió el impulso que lo llevó a la segunda vuelta de las presidenciales, aunque con ocho curules batió su propio récord en la Asamblea. La extrema izquierda estará presente, pero no como bancada, sino como una suma de ilustres tribunos como Jean-Luc Melenchon, la activista nacida en Gabón Danièle Obono y el periodista y cineasta François Ruffin.

En cuanto al movimiento de Macron, La République en Marche, si bien su formula de “mitad de candidatos que nunca habían estado en política” y la inercia del entusiasmo por las presidenciales, no le bastó para alcanzar los 450 diputados que llegaron a augurarse; los 312 escaños obtenidos, de un total de 577, le permitirían en teoría para pasar sin mayores problemas sus propuestas legislativas.

Para esto, sin embargo, necesitará conservar la unidad de un grupo parlamentario que a pesar de presentarse como fuera de los partidos tradicionales, está en buena parte compuesto por políticos veteranos que desertaron de esos partidos para subirse al tren de Macron.

Profecía cumplida

Las parlamentarias le permitieron a Macron salir de sus dos ministros problemáticos: Ferrand ganó una curul de diputado y la inmunidad que viene con ella. Sin necesidad del Modem para formar una coalición, Macron abandonó a Bayrou para dejarlo enfrentar solo una investigación por el desvío de fondos europeos, la misma acusación que Marine Le Pen puede ignorar tranquilamente con su recién ganada inmunidad parlamentaria.

Pero a pesar de ser los más predecibles y comentadas, otros cambios en el gabinete pueden ser más reveladores que las salidas de Ferrand y Bayrou. Para Fabrice Nicolino, quien escribe sobre ecología y desarrollo para medios como Reporterre y Charlie Hebdo, aunque el ambientalista Nicolas Hulot conservó la cartera de Ecología, el revolcón sirvió para colocarle como asesores cercanos a Brune Poirson y Sébastien Lecornu ; la primera encargada del green washing de la multinacional francesa Veolia en India, acusada de privatizar el servicio de agua en regiones pobres del país asiático. El segundo, una ficha del Ministro de Economía Bruno Le Maire, un conservador que logró incrustarse en el gobierno de Macron al renegar de su partido. “¿Se trata acaso de una manera de tener en cintura al ministro?”, se pregunta Nicolino al comentar la paradoja de un ministro ecologista que no podrá ejecutar sus proyectos sin pasar por el filtro de dos neoliberales aguerridos.

Si ese el caso, el mismo presidente que mandó a callar a Donald Trump con su legendario “Make our planet great again”, quiere estar seguro de poner freno a las ambiciones ecologistas de uno de sus ministros más populares. Esa no es la última de las incoherencias de Macron: las asociaciones de ayuda a los refugiados aún esperan un llamado de atención de Macron a su ministro del Interior, el septagenario Gérard Collomb, cuando en plena canícula continuaba ordenando a la policía impedir la distribución de agua y víveres a los refugiados en la zona de Calais, mientras Macron en persona, declaraba en Bruselas que Europa debía “acoger a los refugiados como una cuestión de honor y de deber”.

“Hay una contradicción total entre lo que dice el presidente y lo que su ministro bloquea en Calais, donde se está viviendo una situación inhumana e insoportable. El presidente habla de una recepción digna de los refugiados, el ministro dice que ofrecer ayuda humanitaria en Calais es invitar a más migrantes, como si la gente fuera a dejar su vida y su familia y tomar el riesgo de atravesar el Mediterráneo sólo porque en el norte de Francia hay un centro humanitario”, opina el académica François Gémènne, experto en migraciones y cambio climático.

Aún por encima de la ecología y el trato a los refugiados, el tema en el que se dará la batalla en los próximos meses será la reforma al código laboral. Y allí sí no hay ambigüedad: Macron quiere flexibilizar las condiciones de contratación y despido de empleados en Francia y buena parte de sus electores lo escogieron por su promesa de llevar aún más lejos la reforma que el presidente Hollande firmó en su último año de mandato, gracias a la mano dura de su ministro del Interior y luego primer ministro Manuel Valls, quien a punta de tecnicismos jurídicos logró evitar la votación del texto en una sesión plenaria que con seguridad lo hubiera hundido.

“Lo que preparan es el más grande ataque contra los derechos de los trabajadores de nuestra historia”, opina el exinspector de trabajo Gérard Filoche. “Una reforma que aumentará algunos euros lo que cada empleado recibe al mes, a cambio de sacrificar la seguridad social y la estabilidad. Eso ni siquiera es centrista, es peor que lo que hizo Margaret Thatcher”.

A juzgar por las violentas manifestaciones que Hollande tuvo que enfrentar con su proyecto de Ley, la mayoría “absoluta” de Macron no sólo tendrá como rivales en el parlamento a dos oradores de la talla de Jean-Luc Melenchon y Marine Le Pen, sino a millares de manifestantes en la calle.

Por Ricardo Abahllah / París

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