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El papa Francisco visitó Marsella, Francia, para asistir a una reunión de jóvenes y obispos de países mediterráneos. Allí, invitó a los gobiernos europeos a mostrar más solidaridad con los migrantes que llegan a sus costas.
“Aquellos que arriesgan su vida en el mar no son invasores”, aseguró el papa.
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Este sábado, el religioso llamó a la migración “una realidad de nuestros tiempos”, que debe ser abordada con una “sabia previsión” y una respuesta por parte de Europa. Pidió que los gobiernos permitieran una entrada regular y legal de los migrantes, especialmente para aquellos que “huyen de la guerra, el hambre y la pobreza”.
También pidió a los gobernantes que no dejaran que el “fanatismo de la indiferencia” y la “parálisis del miedo” los contagiaran en esta crisis migratoria. El día anterior, el papa había dicho que era un deber rescatar a las personas que cruzaban el Mediterráneo.
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“Hay un grito de dolor que resuena sobre todo y que está convirtiendo el Mediterráneo, el mare nostrum, de cuna de la civilización en el mare mortuum, el cementerio de la dignidad: es el grito sofocado de los hermanos y hermanas migrantes”, aseguró.
El sumo pontífice ha sido criticado anteriormente por gobiernos de derecha europeos por defender a los migrantes. Muchas de las administraciones en la región han optado por endurecer sus políticas migratorias por la crisis en los centros de migración, que cada día reciben a más personas tratando de huir de los conflictos sociales en sus países de origen.
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Tras el aumento de personas que llegan a la isla italiana Lampedusa, la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, prometió reducir el número de migrantes con medidas restrictivas. De igual forma, los gobiernos de Francia y Polonia han incrementado la vigilancia en sus fronteras y afirmaron que deportarían a las personas que no cumplieran con los criterios de asilo.
Francisco es el primer papa en visitar Marsella, la segunda ciudad más grande de Francia, en 500 años. Además de asistir al encuentro con jóvenes y obispos, se reunió en privado con el presidente francés, Emmanuel Macron, quien también lo despidió en el aeropuerto.
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