El papa ha muerto. Desde este lunes y según la Constitución apostólica de 1996, la diócesis de Roma declaró su sede vacante. Se trata de la figura adoptada por la Iglesia católica en ausencia del obispo o pastor de cada diócesis: en este caso, al ser la Santa Sede, hablamos de quien es a su vez el máximo jerarca de la institución.
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Francisco, el primer papa latinoamericano, falleció este lunes, 21 de abril, a los 88 años. “A las 7:35 de esta mañana, el Obispo de Roma, Francisco, regresó a la casa del Padre”, informó el cardenal Kevin Joseph Farrell, encargado de hacer el anuncio y quien liderará el Vaticano hasta que se elija a un nuevo pontífice. Aunque no se informó inicialmente sobre las causas de su deceso, el sumo pontífice venía de pasar 38 días en un hospital de Roma a causa de una neumonía bilateral y fue dado de alta el 23 de marzo. Su última aparición fue en la víspera, el Domingo de Resurrección.
La salud de Francisco, precisamente, fue motivo de especulación y duda desde su elección en 2013, pues le faltaba el lóbulo superior del pulmón derecho, parte de su cuerpo que le fue extirpada en 1957. Por este antecedente médico, varios cardenales ponían en duda su aptitud para liderar a los católicos, pues uno de los motivos por los que renunció al papado Benedicto XVI, su antecesor, fueron sus problemas de salud que le impedían realizar viajes transatlánticos y mermaron su capacidad para caminar por su propia cuenta.
Desde 2021 la zozobra por el estado de salud de Francisco aumentó considerablemente al permanecer hospitalizado varios días por una operación en el colon. Por este procedimiento, y las repercusiones adversas que padeció por la anestesia, se negó en 2022 a someterse a una nueva cirugía por una fractura en una de sus rodillas. Según José María Villalón, médico español que trató al pontífice, comenzó a padecer un “proceso artrítico que le afectó varias articulaciones”, afirmó en su momento a la cadena COPE.
Por este nuevo padecimiento y por la negativa a someterse a una cirugía, fue que la figura de Francisco comenzó a verse despojada de la vitalidad que lo acompañó en los primeros años de su papado, al tiempo que se le comenzó a ver con bastón y en silla de ruedas.
En todo caso, de la energía con la que arrancó su papado se desprendió, tal vez, la popularidad que tomó su figura desde su designación como pontífice el 13 de marzo de 2013.
Tras dos días de cónclave y cinco votaciones (una más que en la elección de 2005) en la Capilla Sixtina, 115 cardenales de los 117 habilitados para votar se decantaron por Bergoglio para suceder a alemán Joseph Ratzinger. Pese a que lo que ocurre de puertas para adentro en un cónclave es completamente confidencial bajo pena de excomunión, hay quienes afirman que el argentino era “papable” desde la elección de 2005 ante la muerte de Juan Pablo II. Sin embargo, para 2013 ni Bergoglio presentía lo que podía pasar una vez ingresara por última vez como cardenal a la Sixtina.
“No me di cuenta de lo que iba a pasar. (...) En la primera votación ya se dio la tendencia. El cardenal Claudio Hummes (fallecido en 2022) me dijo, ‘No tengas miedo, así obra el Espíritu Santo’. Cuando obtuve la mayoría él se levantó y me dijo: ‘No te olvides de los pobres’”, dijo el pontífice al portal Infobae al poco tiempo de cumplirse 10 años de su papado, en marzo de 2023.
Hummes, al igual que Bergoglio, era latinoamericano (de Brasil) y tenía especial sensibilidad por los menos favorecidos, los pobres. No era jesuita, como el argentino, pero sí perteneció a una congregación: los franciscanos, seguidores del ideario de italiano Francisco de Asís, el santo recordado en el seno católico por vivir con votos de extrema pobreza. Por eso, Hummes pudo haber jugado un papel fundamental en el proceso de transformación de Bergoglio a Francisco, al menos en la escogencia del nombre.
Desde su primera aparición en la Plaza de San Pedro, sonriente y bromista, diciendo que sus “hermanos cardenales” salieron a buscar el remplazo de Ratzinger casi hasta el fin del mundo, el pontífice mostró una gracia que contrastaba con la de su antecesor. Para Benedicto nunca fue fácil conectar con el mundo moderno y sus fieles, pero tampoco fue algo que le preocupara.
En palabras de Vicente Durán Casas, sacerdote jesuita y rector de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali: “Joseph Ratzinger fue extraordinario teólogo, hombre de biblioteca y le dio a su papado, y a sus escritos, esa impronta. El papa Francisco fue diferente. Un hombre pastoral, de estar con la gente, con su pueblo. En Argentina se caracterizó tanto cuando fue jesuita, como cuando fue obispo auxiliar y luego arzobispo de Buenos Aires, por ser muy cercano a las comunidades populares. De visitar los barrios, conversar con la gente, escucharlos, comer con ellos, estar muy cercano a las familias, las parroquias, y eso se nota. No fue un hombre de estudios como lo fue Benedicto, no era un ratón de biblioteca, era un hombre cercano a la iglesia popular y sensible a las necesidades que las personas tienen”.
La doctrina de Benedicto fue construida en las entrañas del Vaticano, siendo designado cardenal por Pablo VI en 1977. Desde 1981 estuvo involucrado en el dogma católico que se instauró durante el papado de Juan Pablo II, quien lo nombró prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En otras palabras, fue el encargado de direccionar el ideario católico durante el papado de su predecesor.
En paralelo, Bergoglio se formó en las calles. Uno de sus grandes mentores fue Juan Carlos Scanone, teólogo jesuita y profesor suyo en Argentina, quien es considerado padre de la teología del pueblo, una rama argentina de la teología de la liberación, doctrina muy discutida entre los teólogos católicos que tiene como emblema la opción preferencial por los pobres, una de las bases del ideario de Francisco.
“Hay una elección que, según el Evangelio, no puede faltar: la opción preferencial por los pobres (...) esto no es una opción política; tampoco es una opción ideológica, una opción de partido... No. La opción preferencial por los pobres está en el corazón del Evangelio”, dijo en una audiencia papal de 2020. Paradójicamente, Benedicto XVI fue sumamente crítico con la teología de la liberación mientras fue prefecto. “Ciertas formas de teología de la liberación recurren, de modo insuficientemente crítico, a conceptos tomados de diversas corrientes del pensamiento marxista”, escribió, el alemán en 1984. Ratzinger pasó 45 años de su vida en las entrañas del Vaticano, mientras que Francisco fue ordenado cardenal apenas en 2001.
Estas solo son algunas de las marcadas diferencias ideológicas y de carrera de ambos pontífices, que terminaron, para esta era post-Francisco, erigiéndose como las banderas de dos bandos opuestos que pueden ser determinantes para el futuro del credo católico. “Hay países donde la oposición es muy notable, como en los Estados Unidos, en donde hay un movimiento y hay personas, obispos, que manifestaron claramente sus diferencias de orientación con el papa. No les gustan algunos cambios porque creen que la Iglesia, la liturgia, la expresión de la Iglesia no debe cambiar porque son afines, porque tienen ciertos gustos estéticos cercanos a los tradicionalistas”, afirma Durán sobre los sectores opuestos a la doctrina que profesó Francisco.
En un manifiesto, que según el cardenal cubano Jaime Ortega fue leído por el argentino en el cónclave, Bergoglio ya tenía claro el rumbo y la impronta que le quería dar a la Iglesia católica. “Los males que, a lo largo del tiempo, se dan en las instituciones eclesiales tienen raíz de autorreferencialidad, una suerte de narcisismo teológico (...) la Iglesia evangelizadora sale de sí; la Dei Verbum religiose audiens et fidenter proclamans, la Iglesia mundana vive en sí, de sí, para sí. Esto debe dar luz a los posibles cambios y reformas que haya que hacer”.
Al fenómeno autorreferencial le llaman clericalismo, y fue uno de los mayores puntos de desencuentro con los sectores conservadores. Bergoglio sabía que era un movimiento religioso enfermo. A pesar de sus diferencias de base, compartió con Benedicto un fuerte deseo por reformar su Iglesia, pero este último vivió el escándalo “Vatileaks”, la filtración de documentos que mostraban graves casos de corrupción y miles de casos de abuso sexual por parte de sacerdotes católicos que fueron mal manejados por la institución.
“Ocultaron, movieron sacerdotes que cometieron actos tan delicados a otro sitio donde no se sepa, donde no ocurra, se creía que eso podía ser así. No, eso es un tratamiento desafortunado en virtud de que la Iglesia creó un ambiente, unas relaciones y unas leyes que favorecen al clero por encima del pueblo de Dios”, explica Durán. Francisco, más liberal, un perfil más afín al ala progresista que pedía a gritos una reforma en el rumbo de la Iglesia, llegó con toda la intención de ejecutar un timonazo y conectar una institución con un mundo moderno que la percibe, aún, como arcaica. Sin embargo, a pesar de la intención, al igual que su vitalidad y energía, ese espíritu reformista también fue menguando, al punto de haber sido insuficiente para algunos.
“El papa no ha aportado muchos cambios concretos al ala progresista de la Iglesia, sino que ha reculado en repetidas ocasiones (...) ha creado decepción por las expectativas no cumplidas como un impulso constante de ir tan lejos como sea posible, incluso hacia el protestantismo liberal que sobre todo parece buscar la Iglesia alemana, en la teoría de que hay que forzar a Francisco a aceptar los cambios que siempre está contemplando pero que nunca acaba de materializar”, opinó el autor estadounidense Ross Douthat en The New York Times al cumplirse 10 años del papado.
Sin embargo, fueron momentos claves de su papado los primeros impulsos reformistas, como la apertura de puertas para las parejas homosexuales en 2013, a los pocos meses de haber sido entronizado. “Si una persona es gay y busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”, dijo en la Jornada Mundial de la Juventud de Brasil en julio de ese año.
Propuso también reformas que dividieron a los obispos del mundo, como la Fiducia Supplicans, de 2023, que ordenaba a los obispos y sacerdotes del mundo bendecir a parejas del mismo sexo, sin que esto tuviera relación alguna con el matrimonio de estas parejas.
Alberto Múnera, jesuita y profesor emérito de la Universidad Javeriana, explicó a El Espectador la decisión del papa diciendo que lo único que promueve es la bendición a dos personas que quieran acercarse a la Iglesia católica.
“Creen que al bendecir una persona en una unión irregular o del mismo sexo, el papa está bendiciendo lo que la gente considera que es un pecado mortal y entonces a personas en pecado”, explicó sobre la polémica.
Fue tanta la división que en su momento, en Perú, 51 sacerdotes se declararon en rebeldía y se negaron a aplicar esta bendición.
Las polémicas en torno a este asunto no pararon. En 2024 se filtró a la prensa un episodio en el que Francisco habría usado el término “frociaggine” en una conversación privada. Es una palabra que en italiano es altamente despectiva con la comunidad LGBTI.
En otros asuntos, fue tajante contra la corrupción, tumbando la ley que prohibía que cardenales de la curia romana fueran juzgados por un tribunal ordinario, llegando a destituir a varios cardenales involucrados en malversación de fondos, con Angelo Becciu como uno de los más destacados. Fue un consejero cercano del pontífice, pero el papa le pidió la renuncia en 2020 tras verse salpicado en un escándalo de corrupción relacionado con la compra de un inmueble en Londres.
En 2018 reconoció “graves errores” y pidió “perdón” por la gestión de los casos de violencias sexuales en Chile, mientras que entre 2019 y 2023 perfeccionó una ley que pretende combatir la cultura del encubrimiento, obligando a sacerdotes y miembros de órdenes religiosas a denunciar sospechas de abuso sexual, mientras responsabilizó por estos casos directamente a los obispos que encubran este tipo de actos. También en 2019 expulsó del sacerdocio al cardenal estadounidense Theodore McCarrick, acusado de violencias sexuales contra menores de edad; y organizó una cumbre sobre las violencias sexuales en la Iglesia. Sin embargo, los más críticos señalan que con este tipo de temas también fue permisivo.
“Está el ejemplo más reciente, en el sombrío caso del sacerdote jesuita Marko Rupnik, de clérigos con buenas conexiones acusados de abusos sexuales que parecen inmunes a las normas y reformas que se supone trazan límites a su ministerio (...) el panorama financiero sombrío, tan malo como para que el Vaticano les cobre rentas más elevadas a los cardenales para compensar años de déficit”, escribió también Douthat.
Como líder mundial, Francisco hizo méritos para estrechar los lazos de la Iglesia católica, firmando en Abu Dabi una declaración sobre la fraternidad humana con el gran imán de Al Azhar, Ahmed Al Tayeb; reuniéndose con el ayatolá chiita Ali Al Sistani durante un viaje histórico a Irak y teniendo un acercamiento sin precedentes con el patriarca ruso ortodoxo Cirilo cerca de mil años después del cisma entre la Iglesia de Oriente y Roma. Sin embargo, este acercamiento se vio frustrado en medio de la invasión rusa a Ucrania, pues el patriarca ortodoxo apoyó en varias ocasiones el proceder del Kremlin. “Francisco no podía apoyar la actitud que Cirilo mostró de comprensión, de decir que detrás está la identidad rusa, una manera muy sutil de justificar la agresión, la guerra, la invasión de Rusia contra Ucrania que, a ojos de Francisco, era insostenible”, explicó Durán.
Desde que estalló la guerra en Gaza entre Hamás e Israel y hasta los últimos días de su vida, Francisco sostuvo prácticamente a diario comunicación con la iglesia de la Sagrada Familia de Gaza, la única católica en el enclave y que llegó a albergar hasta 600 refugiados.
Otro de los fuertes roces diplomáticos de Francisco fue con el régimen de Daniel Ortega, en Nicaragua, por el apresamiento del obispo Rolando Álvarez en medio de la persecución a la oposición en ese país. El papa se refirió a la conducta de Ortega en una entrevista con Infobae como motivadas por “un desequilibrio de la persona que dirige”, además de afirmar que es “una dictadura hitleriana”. El punto más álgido de esta discusión se dio en marzo de 2023, cuando la Nunciatura apostólica cerró su sede en Nicaragua, dejando sin representación diplomática al Vaticano en ese país.
Para los ojos del mundo, Francisco fue un revolucionario y reformista, un papa moderno, preocupado constantemente por causas como la preservación del medioambiente y la dignidad de la población migrante. Para los más críticos, tanto su espíritu reformista como su diplomacia fueron insuficientes.
Sin embargo, dejó pavimentado el camino para la elección de un pontífice afín a su doctrina que continúe las reformas que los católicos progresistas siguen pidiendo a gritos. De los 132 cardenales que pueden votar por el próximo papa, 83 fueron nombrados por Bergoglio, diversificando también el mapa geográfico de los electores. En 2013 lo eligieron cardenales de 48 países, su elector será elegido por sacerdotes de 69 nacionalidades.
En otras palabras, cumplió parcialmente con el primer punto de su manifiesto de 2013: “La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales”. Por ahora, el trono de San Pedro está vacante y el rebaño católico quedó sin pastor. Por lo menos hasta las próximas semanas, cuando ocurra el tercer cónclave de este siglo.
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