La bola de nieve en Francia no ha parado de crecer. Tras dos noches de disturbios, incendios y gases lacrimógenos, este jueves se reportaron nuevos desmanes en varias ciudades francesas originadas por la indignación que causó la muerte de Nahel, un adolescente de 17 años que murió tras un disparo de un policía.
Este jueves se había programado la “marcha del silencio”, una jornada organizada por la familia de Nahel para protestar contra la violencia policial francesa. Este fenómeno, que detonó enfrentamientos y disturbios, es según Amnistía Internacional como un actuar sistémico que lleva años instalado en las ciudades.
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Los agentes antidisturbios recurrieron a los gases lacrimógenos y cargaron contra los manifestantes cuando algunos de ellos trataron de superar las barreras de protección, en particular en las proximidades de la delegación del Gobierno.
La portavoz del Ministerio del Interior, Camille Chaize, indicó que la marcha había comenzado con tranquilidad, pero las cosas cambiaron una hora después, con el incendio de varios vehículos, contenedores y mobiliario urbano.
Según el Gobierno, 6.200 personas participaron en la concentración, que había convocado la madre de Nahel, a la que se pudo ver con una pancarta con el lema: “La policía mata”.
“Justicia por Nahel” y “Nunca más” gritaban los cientos de manifestantes, que observaron un minuto de silencio cuando llegaron cerca del lugar donde el joven de 17 años perdió la vida el martes.
“Estoy aquí por mis hijos. Siempre son los mismos a los que llaman delincuentes”, explica Naima, de 32 años, que acudió a la marcha de una ciudad vecina junto a sus dos hijos.
En el cortejo se escucharon mensajes como “policía asesina” y contra el ministro del Interior, Gérald Darmanin, para el que se pidió la dimisión.
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A la manifestación habían anunciado su presencia diferentes responsables del partido de la izquierda radical La Francia Insumisa (LFI) como Raquel Garrido, Clémentine Autain, Alexis Corbière o Manon Aubry, pero también el secretario nacional del Partido Comunista Francés (PCF), Fabien Roussel.
Nahel, de 17 años, murió el pasado martes de un tiro a mansalva que le disparó un policía cuando intentaba huir de un control con un Mercedes deportivo que conducía sin carné y que había llamado la atención después de haber cometido varias infracciones al código de la circulación.
El agente que le mató, un brigadier de 38 años, afirmó en un principio que había utilizado su arma por considerar que Nahel amenazaba su integridad física y la de su compañero. Sin embargo, las imágenes grabadas por testigos han puesto en evidencia que su versión de los hechos no se aguantaba y que la huida del vehículo no puso en peligro a los dos policías.
La Fiscalía, de hecho, ha pedido la imputación por homicidio voluntario del agente, que ha sido presentado ante dos jueces instructores, y su ingreso en prisión provisional.
Esos hechos están en el origen de las dos noches de disturbios que se han sucedido en Francia y que sólo durante la última dio lugar al arresto de más de 180 personas y a 170 heridos entre las fuerzas del orden, además del incendio de edificios públicos como ayuntamientos, escuelas, comisarías o tribunales y decenas de vehículos.
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Para tratar de contener la situación, el ministro del Interior ha decidido sacar a la calle en las próximas horas a 40.000 policías y gendarmes por todo el país, cuatro veces más que la pasada noche.
En la región de París, se ha decidido el parón a partir de las 21.00 horas de la circulación de todos los tranvías y autobuses. Algunos vehículos del transporte metropolitano de París ardieron en los disturbios.
Francia ha vivido en las últimas décadas diferentes episodios de disturbios, localizados en particular en barrios populares de ciudades del extrarradio de París y de otros grandes núcleos urbanos, lo más sonados en 2005, que tuvieron como origen la muerte de dos adolescentes electrocutados en un transformador en el que se escondieron cuando huían de la policía.
Las tensiones en muchos de esos barrios son recurrentes entre las fuerzas del orden y muchos jóvenes, en buena parte descendientes de inmigrantes del África negra y del Magreb, que se sienten discriminados por el color de la piel.
Se trata de zonas que acumulan un gran abanico de problemas sociales, como una fuerte presencia de la economía sumergida y del tráfico de drogas, concentración de bolsas de pobreza, viviendas en estado insalubre.
En febrero de 2017, en el contexto de la lucha contra el terrorismo yihadista que estaba provocando una ola de atentados en Francia, una ley sobre seguridad amplió el espectro de situaciones en que las fuerzas del orden pueden hacer uso de sus armas.
Un equipo de investigadores ha calculado que desde entonces los tiros mortales de la policía contra vehículos en movimiento se han quintuplicado.
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