Desde la elección de Francisco en 2013, el papa buscó tender puentes con las nuevas generaciones. Este vínculo lo empezó a construir desde su primer gran evento masivo: la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Río de Janeiro, en julio del mismo año, y con un mensaje centrado en la inclusión: la iglesia como “un lugar para todos”.
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Esto, en un contexto de muchos cambios en la relación de los jóvenes con la Iglesia. No es un secreto que en varios países se ha observado un distanciamiento progresivo, lo que llevó al Francisco a exhortar a los jóvenes a fortalecer su vínculo con la institución.
La relación de los jóvenes con la iglesia y la religión
En el caso español, de acuerdo con las cifras del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), citado por Eldiario.es, para comienzos de esta década, el perfil religioso de los jóvenes españoles de 18 a 24 años mostraba una marcada tendencia hacia el secularismo: son mayoritariamente no creyentes y constituyen el segmento demográfico con una la caída drástica de identificación católica.
La proporción de aquel segmento demográfico pasó de 78,1 % en 1990 a 28,2 % en 2021, lo que refleja una reducción de casi 50 puntos porcentuales en tres décadas, según la fuente.
En la población española, a nivel general, aproximadamente el 40 % se identificaba como ateo, agnóstico o sin afiliación religiosa. El 37,9 % se autodefinía como católico no practicante, y un 18,9 % afirmaba ser practicante, evidenciándose así un distanciamiento significativo de las prácticas institucionales de la fe.
En Europa, a nivel general, Stephen Bullivan, citado por Euronews, desarrolló un estudio en donde una de sus principales conclusiones fueron que “la mayoría de [los] jóvenes adultos en Estonia, Suecia, Países Bajos, Reino Unido, Hungría, Bélgica, Francia, Dinamarca, Finlandia, Noruega y España no se asocian con una religión”.
En Colombia, según estadísticas del DANE, entre 2019 y 2021, hubo una disminución de 0,4 puntos porcentuales en la afiliación a la religión católica entre los mayores de 18 años. Mientras que en 2019 el 78,6 % de la población se identificaba como católica, en 2021 esta cifra bajó al 78,2 %. Los ateos y agnósticos, por el contrario, representaban en 2019 el 0,6 %, pero para 2021 descendió a 0,4 %, lo que implica una reducción de 0,2 puntos porcentuales de los no creyentes.
Jesús Olmedo López, citado por William Beltrán y Lorena Peña en una publicación de la Revista Mexicana de Sociología, hizo una investigación sobre los jóvenes específicamente en la ciudad de Pereira (Colombia), y concluyó que “esa población vive un tránsito de una religiosidad institucional y tradicional católica a una religiosidad personal, individualizada y plural”. Es decir, se está dejando de lado la plena creencia en la institución (Iglesia) para una práctica más individual e íntima.
En otro contexto, como el de Estados Unidos, en un estudio de Survey Center on American Life, Daniel Cox y Kelsey Hammond afirman que, en contraste con la generación de los baby boomers, en la generación Z las mujeres son las que más han abandonado su religión formativa.
En la generación de los baby boomers, la mayoría de los que abandonaban su religión era el 57 % de los hombres y el 43 % de las mujeres; en la generación Z las mujeres representaron el 54 % de adultos que dejaron atrás su religión formativa, en contraste a los hombres, que fueron el 46 %.
Cox y Hammond explican que la creciente cifra de las mujeres que dejan de lado su religión se puede deber a varios factores, pero uno de ellos es que “el 61 % de las mujeres de la Generación Z se identifican como feministas, una proporción mucho mayor que la de las mujeres de generaciones anteriores. Las mujeres más jóvenes están más preocupadas por el trato desigual que reciben las mujeres en la sociedad estadounidense y desconfían más de las instituciones que defienden los acuerdos sociales tradicionales”.
La encuesta que realizaron demostró que “casi dos tercios de las mujeres jóvenes (65 %) dijeron que no creen que las iglesias traten a hombres y mujeres por igual”.
¿Cómo intentó el pontífice acercarse a la juventud?
A raíz de la lejanía de la población juvenil con las instituciones religiosas, el enfoque pastoral del papa Francisco cobró relevancia porque intentó transformar la relación de la Iglesia con los jóvenes al adoptar un estilo más cercano, inclusivo y adaptado a las exigencias del mundo moderno. En contraste con sus predecesores, Francisco promovió una comunicación más directa y empática, participando activamente en encuentros juveniles y utilizando las redes sociales para acercar el mensaje de la fe a las nuevas generaciones.
El enfoque de la justicia social, el cuidado del medio ambiente y el diálogo intergeneracional buscó que la juventud se sienta parte vital de la misión de la Iglesia, mostrando al pontífice no solo como alguien que preserva la tradición, sino como catalizador de la renovación y el compromiso con los desafíos contemporáneos.
El documental “Amén, Francisco responde”, entre muchos otros, sirvió de ejemplo de la búsqueda de cercanía con la población juvenil, rompiendo protocolos tradicionales. La dinámica consistió en que 10 jóvenes de distintas partes del mundo, creyentes y no creyentes y con distintas trayectorias de vida, se reunieron en Roma con el papa para preguntarle y profundizar sobre preocupaciones en constante debate a nivel mundial. En las escenas con los jóvenes el papa se mostraba tranquilo dando reflexiones profundas sobre cada tema que se le cuestiona, como el aborto o el suicidio.
Bajo el liderazgo del papa Francisco, en lo que respecta al matrimonio, la Iglesia admitió las bendiciones para sacralizar a parejas del mismo sexo, los matrimonios civiles y las uniones de hecho.
El pontífice también afirmó que la homosexualidad “no es un delito”: “Somos todos hijos de Dios, y Dios nos quiere como estamos y con la fuerza que luchamos cada uno por nuestra dignidad”, y explicó que debe tenerse en cuenta que “la falta de caridad con el prójimo” es un pecado.
La serie de iniciativas que impulsó Francisco promovieron una mayor apertura y acogida hacia todos, enfatizando en los jóvenes, los migrantes, los refugiados y las comunidades que han sido tradicionalmente marginadas. Invitó, además, a repensar los modelos de producción y consumo, y denunció las atrocidades en guerras como la de Ucrania, Gaza o Sudán.
Mujeres y fe: los esfuerzos del papa por las mujeres
La falta de protagonismo de las mujeres en la iglesia es un factor que ha ocasionado el distanciamiento de los jóvenes a la institución. La limitada presencia de líderes femeninas no solo refleja estructuras tradicionales que parecen rezagadas frente a las demandas actuales, sino que también genera un sentimiento de desconexión en las nuevas generaciones, como evidenció el estudio de Survey Center on American Life.
El papa Francisco intentó generar cercanía con las mujeres a partir de acciones como la instauración de varios organismos en la Curia Romana, uno de ellos, el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.
Parte de las funciones del dicasterio, según la Curia Romana, están enfocadas a la “reflexión eclesial sobre la identidad y misión de la mujer y el hombre en la Iglesia y en la sociedad, promoviendo su participación, [y] valorizando las peculiaridades femeninas y masculinas”. Además, el organismo ha buscado elaborar “modelos para funciones de liderazgo de la mujer en la Iglesia”.
El papa tomó acciones concretas como formalizar la participación de las mujeres en las liturgias y como asistentes en el altar, así como la instauración de una comisión que tiene como fin el estudio del diaconado femenino, es decir, un ministerio ordenado para mujeres en la iglesia.
En documentos como la exhortación apostólica Evangelli Gaudium, Francisco afirmó que “la iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad”. Resaltó: “El genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral, en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales”. Allí, demás, se refirió al machismo como una debilidad que debe ser sanada.
Las jornadas mundiales de la juventud
Algunos de los esfuerzos del papa hacia los más jóvenes se materializaron en las celebraciones de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), eventos presididos por el papa que se realizan anualmente en cada diócesis del mundo el Domingo de Ramos.
En 2013, la JMJ en Río fue considerada histórica por hacerse en el quinto mes del pontificado el papa. En el evento se pidió a los jóvenes “hacer lío”. Esto fue un llamado a la acción que se enfrentaba a la percepción rígida que podían tener los jóvenes sobre la iglesia. “Quiero lío en las diócesis; quiero que se salga afuera”, aseguró el pontífice.
“Se está presenciando una filosofía y una praxis de exclusión de los dos los de la vida: no se cuida a los ancianos [...] y la exclusión de los jóvenes. Los jóvenes tienen que salir a luchar por los valores”, afirmó el pontífice ese año.
El papa aludió a los problemas que viven las nuevas generaciones; habló del alto desempleo y dijo: “Es una generación que no tiene la experiencia de la dignidad ganada por el trabajo”. Invitó a la población juvenil a “hacerse valer [...] luchar por los valores”, aseverando que no deben dejarse excluir.
En 2016, en Cracovia, Francisco hizo una crítica al consumismo, el conformismo y la pasividad e invitó a los jóvenes a “dejar huella”.
El discurso se refirió también a la pérdida de la libertad, no de una libertad política, sino de una libertad ligada a la capacidad de elegir un camino de compromiso, sentido e incluso servicio, en lugar de caer en las comodidades efímeras o los deseos superficiales.
El pontífice afirmó: “Queridos jóvenes, no vinimos a este mundo a «vegetar», a pasarla cómodamente, a hacer de la vida un sofá que nos adormezca; al contrario, hemos venido a otra cosa, a dejar una huella [...] cuando optamos por la comodidad, por confundir felicidad con consumir, entonces el precio que pagamos es muy, pero que muy caro: perdemos la libertad. No somos libres de dejar una huella”.
En Panamá, en 2019, se realizó la primera JMJ en Centroamérica. El suceso fue “la continuación de la experiencia sinodal que los jóvenes vivieron en 2018, cuando el papa Francisco les invitó a ser escuchados y valorados como protagonistas de la Iglesia” según el Vaticano.
El pontífice destacó el papel de los jóvenes en ser constructores de puentes y no constructores de muros. Francisco se encargó de destacar la importancia de la diferencia diciendo: “Ustedes nos enseñan que encontrarse no significa mimetizarse, ni que todos piensen lo mismo o vivir todos iguales haciendo y repitiendo las mismas cosas, eso lo hacen los loros, los papagayos. Encontrarse es animarse a otra cosa, es entrar en esa cultura del encuentro, es un llamado y una invitación a atreverse a mantener vivo y juntos un sueño en común”.
En Lisboa en 2023, en la JMJ, Francisco afirmó que la iglesia es un lugar para todos e hizo un llamado a una ecología integral a través de un discurso ambiental, inspirador para los jóvenes activistas, que choca con los países dependientes de las industrias extractivas. Dado que el pontífice había criticado, en eventos previos, el consumismo, al vincular este mensaje con la crisis ambiental, su postura permea, indirectamente, a diversos sectores globales, incluyendo aquellas industrias cuya actividad impacta significativamente en el medioambiente.
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